Bruja blanca, magia negra

—Pierce no ha estado espiándonos. ?Por el amor de Dios, Jenks! ?Alegra esa cara! —exclamé. Ivy salió de su habitación con la espada, un trapo y el producto que utilizaba para limpiar el acero—. No me importa saltarme la cena en casa de mi madre. ?Te apetece que salgamos juntas por ahí? ?Una noche de chicas? —le pregunté dirigiendo la vista hacia su espada.

 

—No, pero gracias por la propuesta. —Ivy extrajo la hoja un par de centímetros y el olor a metal engrasado hizo que me picara la nariz—. Le he echado un vistazo a la lista de personas que visitaron a Piscary mientras estuvo en prisión. —Su sonrisa hizo que reprimiera un escalofrío y, cuando bajé la vista, a?adió—: La espada es solo un peque?o recurso para romper el hielo. Rynn… —Un tenue rubor ti?ó su pálida tez y se encaminó hacia la cocina—. No soy una de sus descendientes, pero me va a permitir que me apoye en él.

 

Apreté los labios, sin poder evitar preguntarme qué le estaba dando ella a cambio. Entonces reprimí mis pensamientos. No era asunto mío. Mientras Ivy fuera feliz, yo también lo era.

 

Y, por aquel entonces, ya estaba muerto.

 

—Entonces, ?has conseguido sacar algo en claro de tu conversación con Ford? —preguntó Ivy por encima de su hombro mientras yo echaba a andar tras ella en dirección a la cocina.

 

—?Solo que tenemos un jodido fantasma! —protestó Jenks en un tono lo suficientemente alto como para que me dolieran hasta los globos oculares. Rex caminaba pegada a los talones de Ivy, con las orejas de punta y expresión ansiosa—. ?Es que no me has oído? Creo que es uno de sus exnovios. Rachel se lo cargó y ahora se dedica a espiarnos.

 

—Escúchame, Jenks. Pierce y yo nunca fuimos novios —le expliqué, a punto de perder los estribos, sin dejar de seguirlos—. Tan solo pasamos juntos una noche. Y, cuando lo conocí, ya estaba muerto.

 

Ivy se rió entre dientes.

 

—Cuando trabajábamos para la SI, tenías suficiente con una noche para enamorarte de alguien —dijo. Tras una breve pausa preguntó—: Pero ?está muerto?

 

—?Es lo que llevo diciéndote desde hace un buen rato! —gritó Jenks, alejándose de mí para acercarse a ella—. ?Por las bragas verdes de Campanilla! ?Tienes polvo de hadas en las orejas?

 

Yo me introduje en la cocina a través de una fina capa de destellos dorados. Estaba hecha un desastre y, cuando vi que Ivy se detenía en seco y se quedaba mirando el desorden, me sonrojé. Los armarios en los que guardaba los utensilios para preparar los hechizos estaban abiertos de par en par, y mis cosas estaban esparcidas por las encimeras, dejando bien claro que había estado elaborando los amuletos localizadores. Debería haber utilizado la maldición. De ese modo, ya habría acabado, pues las últimas dos horas habían sido una completa pérdida de tiempo. Ni siquiera me había molestado en invocar las seis últimas pociones, que se encontraban alineadas en la parte posterior de la encimera.

 

Ford, que se había situado en la esquina más alejada de la puerta para hablar con Pierce, alzó la vista. Junto a él se encontraba la improvisada güija y un peque?o bloc de notas con una página llena de garabatos. Al vernos, se sacudió las migas de galleta de la ropa y se recostó sobre el respaldo de la silla. En aquel momento me pregunté si debía saludar a Pierce. Al fin y al cabo, se encontraba allí… En alguna parte.

 

—Se lo diré —musitó mientras Rex entraba alegremente y se acurrucaba alrededor de sus pies. Era evidente que el psiquiatra no estaba hablando con nosotros, y su amuleto adquirió un intenso y profundo tono azul en se?al de agradecimiento.

 

Jenks empezó a dar vueltas a su alrededor como un colibrí hasta arriba de esteroides.

 

—?Decirle qué? ?Qué es lo que ha dicho el fantasma? —preguntó.

 

Le lancé una mirada asesina. Su paranoia estaba yendo demasiado lejos.

 

Sin abandonar su expresión de sorpresa, Ivy agarró con delicadeza un saco de hierbas y lo retiró de la encimera para hacer sitio a su espada.

 

—?Has estado cocinando? —preguntó en un tono sosegado.

 

—Ummm, sí. Estaba preparando un amuleto localizador para encontrar a Mia —respondí sin querer reconocer que mi primer intento no había funcionado. Me dispuse a recogerlo todo.

 

—Si me dejaras ordenar tus cosas, no acabarías con todo revuelto —dijo, y empujó una caja de velas hasta el fondo de la encimera y adelantó la tostadora—. Hola, Ford —a?adió dirigiéndose lentamente hasta el frigorífico y sacando una bolsa de bagels—. ?Rachel te ha ocasionado problemas?

 

—Si no lo hiciera, no sería Rachel.

 

Inspiré profundamente dispuesta a protestar, pero me detuve cuando Jenks se colocó inesperadamente delante de mí con los brazos en jarras. Su camiseta verde tenía un jirón, algo bastante inusual en el meticuloso pixie.

 

—?Cuéntale lo que estabas intentando hacer! —me exigió bajando las manos para taparse el roto cuando se dio cuenta de que lo había notado—. ?Cuéntaselo!

 

Puse los ojos en blanco y miré a Ivy.

 

—Si consigo encontrar el hechizo, voy a darle un cuerpo temporal a Pierce para poder hablar con él.

 

Ivy se quedó parada con el bagel abierto por la mitad en una mano y mi cuchillo ceremonial de líneas luminosas en la otra. El elaborado mango tenía un aspecto extra?o entre sus dedos y su rostro mostraba una expresión divertida.