Bruja blanca, magia negra

Ford pareció dudar, y contuve la respiración.

 

—No —sentenció finalmente, y el amuleto empezó a dibujar remolinos violetas y negros—. Y… no me parece que Kisten le cayera muy bien.

 

Jenks y yo exhalamos al unísono y Ford se irguió en su silla. No sabía muy bien lo que sentía. ?Alivio? ?Decepción?

 

—Se?or —dijo Ford dirigiendo la vista hacia un rincón de la cocina mientras yo sentía un hormigueo que me recorría toda la piel—, piense en su contacto en esta dimensión. ?Ah! Probablemente se trata de Rachel.

 

Volví a contener la respiración y Jenks despidió un montón de chispas doradas. Los colores se sucedían en el amuleto de Ford, pero no sabía lo suficiente como para interpretarlos cuando estaban así de mezclados.

 

—Percibo el nerviosismo de un peligro que compartisteis en el pasado —dijo Ford en un tono reposado—. Y cari?o y gratitud. Te está profundamente agradecido por algo.

 

En aquel momento abrió los ojos y reprimí un escalofrío al ver que parecían los de otra persona. No habían cambiado, pero se percibía la sombra del espíritu con el que estaba contactando.

 

—?Ha muerto alguno de tus clientes? —preguntó Ford—. ?Alguien a quien estuvieras intentando ayudar?

 

—Brett —dijo Jenks.

 

—?Peter? —pregunté yo.

 

Sin embargo, el amuleto se volvió de un negativo color negro.

 

—Entonces Nick —dijo Jenks con tono despreciativo, y el color del disco de metal adquirió un violento color violeta.

 

Ford parpadeó, intentando no dejarse llevar por el odio que el fantasma desprendía.

 

—Diría que no —respondió en un susurro.

 

Aquello era realmente extra?o. Quienquiera que fuera conocía a todos mis exnovios. Entonces sentí una oleada de culpa y cerré los ojos. Había conocido a mucha gente que ahora estaba muerta. Era el jodido albatros.

 

—Rachel.

 

La voz de Ford estaba cargada de afecto y amabilidad y, cuando abrí los ojos, me di cuenta de que me miraba con compasión.

 

—Te mereces a alguien que te quiera tal y como eres —dijo. Me sonrojé.

 

—?Deja de espiar mis sentimientos! —musité, y las alas de Jenks empezaron a emitir un zumbido de agitación.

 

—El fantasma también lo piensa —a?adió.

 

Yo tragué saliva.

 

—?Estás seguro de que no es mi padre?

 

La sonrisa de Ford se volvió benevolente.

 

—Sí. No es tu padre, pero quiere protegerte. Está frustrado. Ha estado observándote durante estos últimos… ?meses?, sin poder ayudarte.

 

Vacié los pulmones con un resoplido. Jenks echó a volar y el ruido de sus alas se volvió más agudo. Lo que me faltaba. Otro caballero andante.

 

—?De quién se trata? —preguntó Jenks casi enfadado. Acto seguido, en un estallido de chispas que competía en intensidad con las luces de la cocina, gritó—: ?Rachel! ?Dónde está tu güija?

 

Me quedé mirando cómo el pixie salía disparado fuera de control, y entonces, comprendiendo lo que pretendía hacer, revolví los papeles de Ivy buscando uno que no estuviera escrito por detrás y que no fuera a echar de menos.

 

—No tengo —respondí dándole la vuelta a un mapa del invernadero dibujado a mano y escribiendo en grande las letras del alfabeto en mayúsculas—. Me dan mala espina.

 

Sintiéndome algo mareada, coloqué el folio delante de Ford y retrocedí. él me miró con expresión interrogante.

 

—Desliza los dedos por debajo de las letras —le expliqué—. Cuando percibas una sensación positiva, significará que es la inicial de su nombre. —A continuación eché un vistazo a la cocina, aparentemente vacía, y pregunté—: ?Vale?

 

El amuleto adquirió un tono dorado en se?al de confirmación y tomé asiento para ocultar mi temblor de rodillas. Aquello era muy, pero que muy extra?o.

 

—Diría que está de acuerdo con tu propuesta —apuntó Ford, a pesar de que, por primera vez, parecía intranquilo.

 

Tras colocar el dedo índice bajo la ?A?, empezó a deslizarlo por las letras con deliberada lentitud. Me quedé mirando cuando se detuvo bajo una de ellas, y entonces reculé.

 

—Pe —dijo Ford.

 

De pronto me vino a la mente la imagen de Peter, y luego la de Piscary. El primero estaba muerto; el segundo, realmente muerto. En ambos casos, resultaba imposible. Pero ?y si se trataba de Peter? Vivía como un no muerto, pero si su alma estaba en el purgatorio y yo conseguía devolverla a su cuerpo, ?volvería a estar completo? ?Era esa la solución para Ivy?

 

Me pasé la lengua por los labios y observé cómo Ford llegaba al final del alfabeto y comenzaba de nuevo.

 

—I —dijo. Tras unos instantes de vacilación, confirmó—: Eso es; i.

 

Yo solté una larga exhalación. Aquello excluía a Peter, pero ?Piscary? Ford había dicho que se trataba de un fantasma benévolo, y el vampiro no lo había sido. A menos que se tratara de un truco. O, quizás, Piscary había sido un buen hombre antes de convertirse en vampiro. ?Era posible que, una vez muertos, sus almas se renovaran en vez de desintegrarse? ?Que regresaran a su estado anterior a que todo saliera mal?