Bruja blanca, magia negra

—El chico que les cortó el césped me dijo que Mia le contó a su madre que quería tener muchos hijos, pero que tenía que esperar cinco a?os entre uno y otro —dije—. Eso concordaría con que Holly sea una banshee. Es imposible andar por ahí con dos hijos así. ?Por el amor de Dios! Las banshees normalmente dan a luz una vez cada cien a?os, de manera que, si Mia pretende tener otro hijo en menos de cinco a?os, debe de disponer de un buen método para evitar matar gente para sustentar el crecimiento de su hija…

 

 

De pronto, me quedé callada. Esa era una posibilidad, la otra es que tuviera a su lado a alguien que supiera cómo deshacerse de sus víctimas de manera que nadie denunciara su desaparición. Algún maníaco homicida capaz de cometer numerosos asesinatos en serie. Alguien como Remus, una persona que disfrutara cazando gente y llevándosela a su mujer y a su amada hija para que les chuparan las energías. Esa podía ser la razón por la que Remus gozaba de salud suficiente para darle una paliza a un agente de la AFI, alimentando a sus dos tigresas con tanto esmero como para que Mia planeara aumentar la familia. Aquello no pintaba nada bien.

 

Entonces me di cuenta de que Edden había esperado en silencio a que yo llegara precisamente a aquella conclusión, y cerré el informe. Aturdida y con ganas de vomitar, eché un vistazo a Jenks, que estaba frito, y luego miré a Edden.

 

—No cuentes conmigo para esto —dije dejando caer la carpeta sobre su mesa. El aire que levanté agitó el pelo de Jenks, y el pixie, desde el sopor de la borrachera, hizo un gesto de desagrado—. Las banshees son muy peligrosas. Como depredadoras, se encuentran en el nivel más alto de la cadena alimentaria. Además, tenía entendido que no necesitabas mi… mejor dicho, nuestra ayuda.

 

Ante mi evidente recriminación, Edden se sonrojó.

 

—?Y quién la va a detener entonces? ?La SI? He hablado con ellos esta ma?ana. En lo que respecta a este caso, les da igual. —A continuación, mirando en todas direcciones excepto hacia donde me encontraba, a?adió en voz baja—: Si no la encarcelamos nosotros, nadie lo hará.

 

Y él quería que se hiciera justicia, teniendo en cuenta que aquella mujer estaba relacionada con que su hijo se encontrara en el hospital. Con el ce?o fruncido, tomé de nuevo el informe que estaba sobre la mesa de Edden, y lo coloqué en mi regazo, aunque sin abrirlo.

 

—Una pregunta más —dije intentando dejar bien claro que no iba a aceptar el encargo. Todavía—. ?Qué te hace pensar que la SI no está intentando encubrirla? —No estaba dispuesta a enfrentarme a la SI a cambio de un cheque. Lo había hecho anteriormente, pero ahora era más sensata. Tenía que reconocer que me encantaba ponerles en evidencia, pero entonces Denon me retiró el permiso de conducir y me vi obligada a moverme de nuevo en autobús.

 

La expresión de Edden se volvió tensa.

 

—?Y si así fuera?

 

Con el gesto contraído, me puse a manosear el informe. Sí, a mí también me dejaba un mal sabor de boca.

 

—Según la empleada de la SI con la que he hablado —explicó Edden— llevan casi dieciocho meses siguiéndole el rastro. Todo empezó con varias muertes simultáneas que, por lo visto, coinciden con el nacimiento de Holly. Probablemente, fue entonces cuando mataron a los Tilson. Además de retorcida, la se?ora Harbor es muy inteligente y conoce la ciudad como la palma de su mano. Prácticamente, lo único que tenemos a nuestro favor es que no dejará la ciudad. Las banshees tienen un gran sentido de la territorialidad, y suelen depender de las personas que han estado exprimiendo durante generaciones.

 

Yo empecé a agitar la pierna nerviosamente y me quedé mirando el informe que yo había redactado.

 

—?Por qué me pediste que escribiera esto si ya lo sabías todo? —le pregunté ofendida.

 

—Ayer todavía no lo sabía. Y tú estabas durmiendo, Rachel —respondió secamente. Acto seguido, tras esconder su ligero sentimiento de culpa tras un trago de café, continuó—: Esta ma?ana he hablado con una tal Audrey nosequé que trabaja en los archivos. Estaba dispuesta a hacerme rellenar un montón de impresos, hasta que dejé caer tu nombre.

 

Su expresión de preocupación fue reemplazada por una tenue sonrisa, y me relajé.

 

—La conozco —dije—. Puedes fiarte de lo que te haya dicho.

 

Edden soltó una carcajada que hizo que Jenks se pusiera a rezongar en sue?os.

 

—Especialmente después de que le prometiera que le harías de canguro —dijo pasándose la mano por el bigote para esconder una sonrisa—. Estaba algo malhumorada. Vosotras, las brujas, no lleváis muy bien lo de trabajar antes de mediodía.

 

—No —respondí perdiendo la sonrisa. La última vez que la vi, Audrey tenía tres hijos. Mierda. Jenks iba a tener que ayudarme, de lo contrario me encerrarían en un armario o conseguirían enga?arme para que les dejara comer chucherías.