Bruja blanca, magia negra

—Confía en mí. Es mejor así —dije pensando que los agentes de la AFI ya tenían bastante con lo suyo como para tener que ocuparse de un pixie borracho. Además, no había ninguna necesidad de terminar de estropear mi ya maltrecha reputación.

 

—?Y bien? —dije intentando que Edden desviara la atención de Jenks, que canturreaba alegremente y que empezaba a inclinarse hacia un lado, porque una de las alas no se movía tan rápido como la otra—. Me parece un poco exagerado emitir una orden de búsqueda y captura por no comunicar el cambio de residencia.

 

Edden echó un rápido vistazo a Jenks y luego volvió a mirarme.

 

—No es por eso. Se trata de una sospechosa.

 

—?Esta miel está sensacional, Edden! —interrumpió Jenks, y yo dejé mi taza sobre la mesa con la suficiente energía como para hacer vacilar sus alas.

 

—?La banshee es sospechosa? —pregunté—. ?Por qué? Lo único que hizo fue dejar una lágrima.

 

Edden se recostó en el respaldo de la silla y bebió un trago de café.

 

—Alex ense?ó su foto a los vecinos por si la habían visto recientemente en el lugar del crimen. Existía la posibilidad de que se hubiera hecho pasar por canguro, vendedora de cosméticos, o vete tú a saber qué. El caso es que todas y cada una de las personas interrogadas la identificaron como la se?ora Tilson.

 

—?Cómo? —grité irguiéndome en mi asiento.

 

?No me jodas! —dijo Jenks, a punto de estrellarse con el montón de informes de la mesa de Edden cuando alzó el vuelo cargado con la bolsita de miel—. ?La banshee se hizo pasar por una humana? ?Y por qué demonios iba a hacer algo así?

 

Mi primera reacción fue de sorpresa, pero rápidamente dio paso a un sentimiento de inquietud. Entonces me quedé mirando el semblante grave de Edden y supe que había tenido la misma idea. Mia los había matado y estaba intentando encubrir el crimen. ?Santo Dios! ?Tom está intentando echarle el guante a una banshee? ?él solito? Pues adelante. Esta vez sí que va a salir con los pies por delante.

 

—Eso explicaría por qué Tom Bansen se introdujo ayer bajo el suelo de mi cocina —dije.

 

Edden dio un respingo.

 

—Bajo el…

 

—Suelo de mi cocina —concluí—. Iba vestido de militar, en plan tropa de asalto. Bis y uno de mis amigos lo pillaron colocando un amuleto para espiar conversaciones.

 

—?Por qué no me llamaste? —preguntó Edden.

 

En ese momento Jenks hizo un comentario de mal gusto sobre las gárgolas que me hizo torcer el gesto.

 

—Porque Tom… ha sido excluido —expliqué sonrojándome—. Ningún inframundano lo contrataría, incluida la SI. No tiene más remedio que trabajar por su cuenta. Si lograra capturar a una banshee, probablemente conseguiría suficiente pasta para instalarse en algún lugar en el que poder vivir lejos de todo. Me aconsejó que dejara el caso. De hecho, ahora que lo pienso, me dijo que me mantuviera alejada de Mia. Probablemente debe saber, al menos, tanto como nosotros.

 

—Entonces, ?para qué necesita espiarte? —preguntó.

 

Me encogí de hombros.

 

—Porque si lo han excluido, no dispone de los mismos recursos que la AFI o que la SI. Supongo que imaginó que podría enterarse de lo que hemos averiguado y actuar antes que nosotros. Es probable que sepa exactamente dónde se encuentra. Tal vez debería ser yo la que intentara espiarlo.

 

Cuando volví a mirarlo, Edden se estaba frotando el bigote con expresión adusta.

 

—?Quieres que ponga un coche patrulla a la puerta de tu casa?

 

Negué con la cabeza.

 

—No, pero te agradecería que mandaras uno a casa de mi madre.

 

—En menos de una hora lo tendrás allí —prometió, a punto de que se le escapara el bolígrafo con el que tomaba nota.

 

Jenks había empezado a trepar por los informes de Edden como si fuera un escalador borracho, y yo me sonrojé cuando descubrí lo que había pasado el décimo día de Navidad. Intentando deshacerme de la imagen que se había formado en mi mente, me volví hacia el capitán.

 

—Si Mia es la se?ora Tilson, tenemos que encontrarla cuanto antes. El hombre que está con ella corre un serio peligro.

 

Edden soltó un bufido e, inmediatamente después, metió el bolígrafo en el bote de lápices.

 

—No me importa.

 

—Es muy probable que se lo cargue —protesté. A continuación bebí un sorbo de café aprovechando que Jenks ya no estaba escondido detrás. Entonces cerré los ojos y disfruté del momento. Había una cosa que los de la AFI hacían mejor que nadie: el café.

 

—Los compa?eros sentimentales de las banshees no sobreviven mucho tiempo —dije—. Y si Mia tiene una ni?a peque?a, sus necesidades emotivas se triplican.

 

En aquel instante hice una breve pausa para beber otro trago. Probablemente ese era el motivo por el que quería dejar cinco a?os entre un hijo y otro.