Bruja blanca, magia negra

—Es un psicópata. Dijo que mataría a todas las personas a las que habías amado alguna vez, incluida tu hermana, solo para hacerte da?o. Después de que Kisten le mordiera, salió huyendo y cayó al agua. Kisten no sabía si había logrado introducir en él la suficiente cantidad de saliva como para iniciar un rechazo del virus. No lo sé con seguridad, pero es posible que siga vivo —concluí arrastrando las palabras, exhausta.

 

Durante un breve instante, Ivy permaneció en silencio. Después se volvió hacia la puerta y la abrió de golpe con la suficiente fuerza como para estamparla contra la pared.

 

—?Edden! —gritó, en la nevada oscuridad—. Sé quién mató a Kisten. Está aquí abajo. Tráeme otra linterna.

 

 

 

 

 

33.

 

 

—Fue Art. Tuvo que ser Art —dijo Ivy mientras caminaba junto a mí por el vacío túnel, impacientándose porque yo avanzara tan despacio. Habríamos tardado menos si me hubiera llevado en brazos, pero no estaba dispuesta a aceptar algo así.

 

—?A qué se debe que, de repente, haya salido a relucir su nombre? —preguntó Edden, y yo me quedé blanca cuando ella se giró hacia él con los ojos negros de rabia.

 

—Porque soy una imbécil —respondió cáusticamente—. ?Alguna pregunta más?

 

—No entiendo por qué no reconociste su olor —dije para distraerla, pero al ver que me miraba fijamente, me di cuenta de que no había servido de mucho.

 

Ivy inspiró lentamente. Las sombras del farolillo de Mia se movían con nosotros, haciendo que pareciera que no nos movíamos en absoluto. Edden tenía su propia linterna y yo estaba temblando demasiado como para sostener una. Como era previsible, el capitán de la AFI nos había pedido que esperáramos en el coche; sin embargo, como también era de esperar, Ivy estaba tan segura de conocer el paradero del vampiro que comenzó a descender antes de que pudieran detenerla. Por supuesto, nosotros la seguimos. Al menos llevaba los calcetines de Edden, algo que no era previsible, pero que agradecía enormemente.

 

Poco a poco, Ivy fue liberando la tensión y, una vez se hubo calmado, contestó:

 

—Fue hace cinco a?os, y los olores cambian, sobre todo cuando pasas de vivir en una hermosa casa en el centro de la ciudad a una húmeda guarida bajo tierra. Era mi supervisor en la SI. —Ivy apretó la mandíbula. No estaba viendo la oscuridad que se extendía ante nosotros, sino su pasado, moviéndose nerviosa, pero de una forma tan sutil que solo Jenks o yo podíamos notar—. Ya te lo conté, ?recuerdas? Hice que lo encarcelaran por una de las muertes accidentales de Piscary y así no tener que acostarme con él para escalar puestos en la jerarquía de la SI.

 

Entrecerré los ojos y Edden adoptó una postura agresiva.

 

—?Tú…? —farfulló—. Pero ?eso es ilegal! —a?adió.

 

Ivy parecía desconcertada. Con la mirada cargada de pensamientos no expresados, me miró y dijo:

 

—Los vampiros tenemos una concepción algo diferente de lo que es legal y lo que no.

 

De repente, las cosas empezaron a cobrar sentido y, poco a poco, la rabia empezó a apoderarse de mí mientras me arrebujaba en mi abrigo y avanzaba lentamente situando mis pies fríos uno delante del otro. Cuanto más avanzábamos, más espesos se volvían el peso y la suciedad.

 

—Así que le metiste en la cárcel por los crímenes de Piscary y te degradaron obligándote a trabajar conmigo, ?no?

 

Ivy se detuvo en seco, sorprendida, con la boca abierta por el desconcierto, y dijo:

 

—No fue exactamente así.

 

—Sí que lo fue —dije, escuchando la amargura de mi voz cuando el eco me devolvió mis palabras—. Yo fui tu castigo. Nadie pone a una bruja a trabajar con una vampiresa. Aquellas primeras semanas no era capaz de verlo hasta que tú… te relajaste.

 

Estaba temblando violentamente, pero no pensaba volver a esperar en el interior de un coche.

 

Con el rostro cubierto por la penumbra, Ivy se me quedó mirando.

 

—Podría haberme unido a la división Arcano, pero elegí trabajar a pie de calle. Que te nombraran mi compa?era es una de las mejores cosas que me han pasado en mi vida.

 

Edden se aclaró la garganta, incómodo, y yo sentí que las mejillas se me encendían. ?Qué podía responder a aquello?

 

—Lo siento —mascullé mientras ella miraba hacia delante.

 

—?Ivy? —La voz de Edden sonaba cansada. Llevábamos caminando más de cinco minutos, la radio no le funcionaba y no estaba nada contento—. Aquí abajo no hay nadie. Entiendo tu deseo de buscar, pero los túneles se inspeccionan todos los a?os. Si hubiera un vampiro, vivo o muerto, a estas alturas ya habrían encontrado pruebas.

 

Ivy se le quedó mirando como si fuera a darse media vuelta y marcharse.