Bruja blanca, magia negra

—?Oye! Probablemente tendrás un pa?al que cambiar, ?no? —dije, poniéndome en pie. Mareada, apoyé la mano en la pared para no caerme. Entonces sentí un fuerte pinchazo en el estómago y volví a sentarme rápidamente. ?Maldición! Mia había vuelto a arrebatarme el aura.

 

—?Quieres una camilla? —me preguntó Ford. Muy a mi pesar, asentí con la cabeza, fue a hablar con uno de los agentes de la AFI que se marchaban. No podía subir las escaleras en aquel estado, ?al diablo con mi maldito orgullo!

 

Lentamente, el mareo disminuyó, y me concentré en respirar mientras echaba un vistazo a la sala. No estaba segura de cómo iba a explicar lo de la ropa de Pierce. Y lo del rapto de Tom resultaría mucho más difícil. Aunque hubiera querido, no podía fingir que no habían estado allí. Tanto Ford como Mia lo habían presenciado. No me iba a dejar en muy buen lugar que Al se los hubiera llevado a los dos. ?Maldita sea! No pienso cargar con las culpas de esto.

 

Ford regresó en el mismo momento en que el último de los agentes se dirigía hacia las escaleras y, colocando la linterna de Mia junto a mí, se sentó de nuevo a esperar, sin separarse de Holly.

 

—Esto es increíble —dijo—. No sabría decir con seguridad cómo te sientes. Lo veo en tu cara, pero no lo siento. Es muy extra?o. —Acto seguido bajó la mirada y me di cuenta de que se estaba emocionando—. Ya no está muerto, ?sabes?

 

Las sombras se movieron mientras inclinaba la linterna para enfocar con la luz en dirección a las escaleras.

 

—?Quién? ?Tom? —dije, alegrándome de que no pudiera percibir mis emociones mientras tenía a la ni?a en brazos. Tenía que estar hablando de Tom. Kisten se había ido, había desaparecido para siempre, y yo acababa de revivir su muerte—. Lo sé. Al se lo llevó. —En ese momento sentí una punzada de miedo; miedo de que la SI lo utilizara en mi contra si se enteraba.

 

—No. No me refiero a Tom —dijo Ford, alzando la cabeza de golpe—. Tom está muerto. Sentí cómo fallecía. Estoy hablando de Pierce.

 

Estupefacta, me giré hacia él.

 

—Al lo raptó —dije—. Rompió el hechizo y se lo llevó a rastras. Su ropa estaba ahí mismo.

 

La sonrisa de Ford se hizo más abierta y acomodó en sus brazos a la ni?a dormida.

 

—La persona que Al se llevó a siempre jamás no era Tom, sino Pierce.

 

Aquello no tenía ningún sentido, y me limité a mirarlo fijamente, arrebujándome en la manta azul de la AFI.

 

—Tu poción tenía como objetivo a Pierce —explicó Ford—. Una vez muerto Tom, Al utilizó tu hechizo de invocación para obligar a Pierce a entrar en su cuerpo. Sentí morir las emociones de Tom. Las de Pierce ocuparon su lugar, emanando del cuerpo del brujo. Reconocería el compás de sus pensamientos en cualquier lugar. Se trata de un individuo excepcional.

 

Miré hacia el lugar en el que había estado la ropa de Pierce y sentí una oleada de frío que me recorrió de arriba abajo provocándome un escalofrío.

 

—Pero ?eso es magia negra! —dije en un susurro, escuchando cómo retumbaba en los túneles detrás de mí, como si fueran el mismísimo pecado—. ?Era mi hechizo! No sabía que fuera negro. ?Lo saqué de un manual universitario!

 

Ford apoyó la espalda contra la pared. Era evidente que no le preocupaba lo más mínimo.

 

—El hechizo era tuyo, y era blanco, pero el demonio lo distorsionó, pervirtiéndolo. Está enamorado de ti, ?sabes?

 

—??Al?! —pregunté, emitiendo un ga?ido. Ford se echó a reír. Holly sonrió en sue?os, y el rostro del psiquiatra se calmó.

 

—No, Pierce.

 

El repentino arrebato hizo que me mareara, y miré hacia las escaleras, deseando que se dieran prisa. Kisten sí que había estado enamorado de mí. Lo de Pierce fue solo un capricho de adolescente.

 

—Ni siquiera me conoce —dije quedamente, con el corazón partido—. Tan solo pasamos juntos una noche. ?Dios! ?Pero si tenía dieciocho a?os!

 

Ford se encogió de hombros.

 

—Eso explicaría tu tormentosa historia con los hombres. Descubriste lo que querías a los dieciocho a?os y no has encontrado a nadie que estuviera a la altura.

 

Yo suspiré. Tenía el culo sobre el frío y polvoriento cemento, esperando a que me trajeran una camilla, y él me estaba psicoanalizando.

 

—Ford, yo no estoy enamorada de Pierce. Fue solo el encaprichamiento de una ni?a. Me cautivó su carismática personalidad. Yo amaba… a Kisten.

 

—Lo sé. —Su mano tocó mi hombro, sorprendiéndome—. Lo siento.

 

Me di la vuelta, obligándome a quitarme a Kisten de la cabeza para no echarme a llorar de nuevo.

 

—Pierce había hecho un pacto con Al. Probablemente consistía en que le proporcionara un cuerpo a cambio de sus servicios. —En ese momento mi rostro se contrajo en un gesto de desesperanza—. Y yo contribuí a ello. ?Qué te parece el detalle? Ni siquiera sé por qué lo hizo. Estoy segura de que se encontraba mucho mejor cuando era un fantasma.