Entonces miré hacia la escalera. Estaba empezando a considerar la posibilidad de que se hubieran olvidado de nosotros.
—Ya te he dicho por qué lo hizo —dijo Ford, torciendo el gesto mientras cambiaba a Holly de posición—. Está enamorado de ti. Imagino que llegó a la conclusión de que ser un familiar de tu demonio y tener un cuerpo era mejor que seguir siendo un fantasma en tu cementerio. Dale un respiro, Rachel. Lleva casi un a?o merodeando por tu iglesia.
Una sonrisa amenazó con asomarse a mis labios, pero antes de que quisiera darme cuenta, desapareció. Tenía frío, y estaba mareada y aturdida por los recuerdos de Kisten. Además, aquel lugar apestaba a polvo y a rancio. Como el asesino de Kisten. Solo quería volver a casa y darme un ba?o.
—Creo que se han olvidado de nosotros —dije—. ?Me ayudas a levantarme?
Ford gru?ó, poniéndose en pie. Holly ronroneó en sue?os mientras él me tendía la mano que le quedaba libre y me ayudaba a recobrar lentamente el equilibrio, apoyándome contra la pared hasta que estuve segura de que no me iba a caer. Sentía el frío cemento en mis pies descalzos, y me desplacé para colocarlos sobre una esquina de la manta.
—Tendremos que tomárnoslo con calma —dijo. Era evidente que no estaba acostumbrado a cargar con una ni?a.
—Sí —susurré, concentrándome de nuevo en él y en el alivio que le proporcionaba Holly. Era realmente hermoso y me pregunté si Ford era de verdad un humano o si pertenecería a alguna extra?a especie de inframundano que todavía no había sido descubierta. Una que sirviera de contrapunto a las banshees. Los vampiros contrarrestaban a los hombres lobo; los pixies a las hadas; las brujas… De acuerdo, tal vez tampoco existía nada que contrarrestara a las banshees. A menos que… las brujas contrarrestaran a los demonios.
—?Ford? —dije mientras nos dirigíamos a las escaleras, balanceando la linterna de Mia—. Me alegro por ti.
él esbozó de nuevo aquella sonrisa dichosa mientras miraba por encima de su hombro.
—Yo también. Esta ni?a es un regalo. Tendré que devolverla algún día, pero incluso este poco es una bendición. Intentaré corresponder a Mia ense?ándole a Holly lo que es el amor. Creo estar en condiciones de mostrárselo, aunque estoy convencido de que Mia y Remus ya lo estaban haciendo admirablemente. A su manera, claro está.
De pronto, escuché las voces de Ivy y Edden filtrándose a través de las escaleras y estuve a punto de caerme. Kisten había muerto para salvarnos a las dos, para evitar que un vampiro mal nacido nos jodiera la vida más de lo que ya la teníamos. Y nos había amado lo suficiente para entregar su vida a cambio de la nuestra. ?Cómo iba a contárselo a Ivy?
En aquel momento me quedé sin fuerzas y, parpadeando rápidamente, me detuve, dándome de bruces con una columna. Ford parecía preocupado.
—Rachel, tú eres una buena persona —dijo sin venir a cuento, sorprendiéndome—. Recuérdalo. Y… no te preocupes por lo que pueda pasar en las próximas horas.
Me quedé mirándolo, asustada. ?Qué era lo que él sabía y yo no?
—Llámame ma?ana si necesitas hablar —dijo antes de que pudiera preguntarle—. No hay nada que pueda hacerme pensar jamás que no eres una buena persona. Y eso es lo que realmente importa, Rachel. A quién amamos y lo que hacemos por esas personas.
El psiquiatra esbozó una última sonrisa y empezó a subir las escaleras con Holly. Segundos después lo escuché hablar con Ivy y Edden, y seguidamente las familiares pisadas de la vampiresa continuaron su descenso hasta asomar al final de los escalones; esbocé una tímida sonrisa cuando aceleró el paso.
—?Estás bien?
Kisten, pensé, y mis ojos se llenaron de lágrimas.
—Sí —respondí quedamente, y ella se quedó allí de pie, con aspecto indefenso. Entonces, con un nudo en la garganta, le di un abrazo.
En esta ocasión, Ivy me lo devolvió, agarrándome con tal fuerza que casi me corta la respiración.
Mi primera reacción de sorpresa dio paso a una profunda congoja y le devolví el abrazo con los ojos cerrados, sintiendo que el corazón se me partía en dos. Su olor a incienso vampírico me invadió, calmándome y excitándome al mismo tiempo.
—Me has dado un susto de muerte —dijo cuando me soltó y dio un paso atrás. En ese momento descubrí que Edden se encontraba justo detrás de ella, jugando con su linterna sobre el techo—. No me gusta que persigas a nadie sin ayuda. Jenks dice que saliste de allí como alma que lleva el diablo.
—?Se encuentra bien? —pregunté, y ella asintió con la cabeza mientras se enjugaba las lágrimas. Mis ojos también amenazaron con echarse a llorar cuando intenté dar con las palabras adecuadas para contarle que había recordado la muerte de Kisten; sus imágenes me saturaban la cabeza, provocando que me mareara.
Consciente de que algo no iba bien, Ivy me cogió del brazo y no lo soltó.