Bruja blanca, magia negra

—?Dónde está Pierce? —preguntó, y sus ojos se demoraron sobre los ara?azos de mi mejilla.

 

Pensé en Tom, colgando de las garras del demonio, y vacilé. ?Se trataba realmente de Pierce? En cualquier caso, Tom había desaparecido y Mia lo había presenciado todo. Interpretando equivocadamente mi repentina preocupación, Ivy dijo:

 

—Al se lo llevó, ?verdad?

 

Negué con la cabeza.

 

—Sí. Bueno… no. No fue culpa mía —dije, y Edden me miró de soslayo.

 

—Rachel… —me advirtió mientras cogía el farolillo y apuntaba hacia la escalera—. Será mejor que me lo digas ahora o te haré rellenar un montón de formularios.

 

Tragué saliva y moví los pies por culpa del frío. Las escaleras se encontraban solo a unos treinta pasos de distancia, pero parecía más de un kilómetro. Sentía un dolor punzante en el dedo, donde Al me había realizado el corte, y cerré los pu?os.

 

—Tom Bansen ha estado aquí. Había hecho un trato con la Walker para hacerse con Holly. Al ver que Ford tocaba a la ni?a, creyó que no había peligro. Holly lo mató.

 

Edden emitió un gru?ido.

 

—?Dónde está? Los cadáveres no se ponen de pie y salen caminando.

 

—Sí que lo hacen —dijo Ivy, y yo me agarré a uno de sus brazos y dejé caer sobre él todo el peso de mi cuerpo mientras miraba hacia las escaleras.

 

Obligándome a mí misma a seguir respirando con regularidad, decidí que una peque?a mentira no haría da?o a nadie. No hacía falta que supiera que era yo la que había realizado el hechizo que situó a Pierce en el interior del brujo excluido.

 

—Al le devolvió el aliento y se lo llevó a rastras —dije quedamente.

 

Edden se me quedó mirando boquiabierto, pero soltó una risotada.

 

—No fue culpa mía —protesté. Mierda. Estaba cansada y, mientras Edden se estremecía, eché a andar hacia las escaleras mascullando—: Me voy a casa.

 

Me hubiera gustado avanzar con rapidez pero, mientras me alejaba junto a Ivy, mis pies apenas conseguían arrastrarme.

 

La luz se balanceó en la mano de Edden mientras esperaba a que finalmente llegáramos a las escaleras.

 

—Antes de que te marches, me gustaría tomarte declaración —dijo, y yo hice un ruidito de asco.

 

Horas. Si me iban a tomar declaración, me tiraría allí varias horas. Junto a nosotras, aunque ligeramente retrasado, Edden iluminó el túnel con su linterna.

 

—De manera que fue así como Mia y Remus lo hicieron —dijo, echando un último vistazo a los techos abovedados, que se iban quedando en penumbra a nuestras espaldas.

 

Esperaba encontrar a alguien con una bata de médico al subir las escaleras. Si me quejaba lo suficiente, me sacarían de allí en una camilla y conseguiría escabullirme sin que me tomaran declaración.

 

—?Hicieron qué? —pregunté, estremeciéndome cuando uno de mis pies se topó con un peque?o cúmulo de cemento.

 

Edden me cogió el otro brazo y me se?aló con la barbilla el túnel que se adentraba en la oscuridad.

 

—Lograron burlar todos nuestros controles —explicó.

 

Asentí, con la cabeza gacha, mientras caminaba entre ellos.

 

—?Qué son exactamente estos túneles? ?Un escondite subterráneo para vampiros?

 

—Pertenecen a un antiguo plan de transporte público que comenzó en los a?os veinte —dijo, adoptando el tono de un instructor, mientras las paredes de la escalera se cerraban a nuestro alrededor—. Muy poco dinero y muchas luchas internas políticas. Inesperados da?os estructurales cuando drenaron el canal. Una guerra y una depresión. Nunca se concluyó. Algunos de los túneles se rellenaron, pero quedaron tramos aquí y allá. Resulta más barato inspeccionarlos una vez al a?o que destruirlos. Por algunos transcurren las tuberías del agua hoy en día.

 

—Y Mia conocía su existencia porque estaba aquí cuando se construyeron —dije con amargura.

 

Edden se rió entre dientes.

 

—Apostaría lo que fuera a que incluso perteneció al comité para embellecerlo o algo parecido. —Emitiendo un peque?o gru?ido como si recordara algo, presionó con el pulgar el botón de la radio que llevaba en el cinturón y dijo alzando la voz—: ?Eh! Que alguien llame a los de mantenimiento y les diga que traigan un candado nuevo. —A continuación, a?adió dirigiéndose a mí—: Rachel, yo no soy de los que dicen ?ya te lo advertí?.

 

Un arrebato de rabia se apoderó de mí.

 

—Entonces, lo diré yo en tu lugar —le espeté mientras se me resbalaba el pie y casi me caía por las escaleras—. Te lo advertí. Es una mala hierba, una ni?a mimada con complejo de diosa. Quiere vivir por encima de la ley y debería haberla tratado como a un animal y cargármela apenas la tuve a tiro.

 

Con el corazón a mil, cerré la boca en el siguiente paso.

 

—Aun así, conseguiste detenerla solo con tu magia terrestre —dijo Edden, con una asombrosa serenidad mientras me cogía el otro brazo—. Te estás convirtiendo en una superheroína, bruja.

 

Me estremecí al recordar los llantos lastimeros de Holly por su mamá cuando se llevaron a Mia atada como una tigresa.