Bruja blanca, magia negra

Iba a tener que interceptar una maldita línea luminosa, pero el dolor sería algo insignificante si con ello conseguíamos atrapar al asesino de Kisten.

 

Edden se puso la linterna bajo el brazo y la enfocó hacia la línea entre la pared y el suelo. Había una marca de polvo que mostraba el lugar en el que antiguamente estaba la abertura, aunque no era fácil discernir cuánto tiempo había pasado, y podría pasar desapercibida a menos que la estuvieras buscando. Con la mano temblorosa posé la palma contra la suave roca, y la robusta figura del capitán de la AFI se instaló junto a la puerta con actitud agresiva.

 

—Edden —me quejé—, en el caso de que haya un vampiro no muerto ahí dentro, te matará antes de que la puerta haya terminado de abrirse. Terrible pero cierto. Apártate.

 

El capitán de la AFI torció el gesto.

 

—Tú limítate a abrir la puerta, Rachel.

 

—Que conste que te lo he advertido —mascullé. Acto seguido inspiré profundamente. Aquello iba a doler. Tenía los dedos entumecidos por el frío y, cuando los introduje aún más en la roca, sentí un fuerte calambre. Contuve la respiración, apreté los dientes para soportar el dolor que estaba a punto de sobrevenirme, apreté las rodillas e intercepté una línea.

 

Justo en ese momento, la línea me invadió y con un grito ahogado, me puse rígida. Hubiera querido evitarlo, pero no pude.

 

—?Rachel? —preguntó Ivy, acercándose con expresión preocupada.

 

El estómago me daba vueltas y jadeé para no tener que vomitar. Las oleadas de energía de la línea adyacente estaban provocando que me mareara, y cada uno de los nervios de mi cuerpo sentía la fuerza que fluía a través de ellos.

 

—Estoy… bien —acerté a decir, incapaz incluso de pensar en las palabras adecuadas. Por lo general, en estos casos se utilizaban tres hechizos, y mi padre me los había ense?ado todos, incluyendo otro más que se utilizaba solo cuando la situación era desesperada. ?Oh, Dios! Aquello era horrible.

 

De nuevo, inspiré profundamente para coger fuerzas y contuve la respiración, esforzándome por pensar más allá del dolor y el mareo. La fría mano de Ivy se posó sobre mi hombro y mi respiración estalló mientras sentía que su aura se deslizaba para cubrirme, tranquilizándome.

 

—?Lo siento! —gritó Ivy retirando la mano, y estuve a punto de derrumbarme al sentir que el dolor regresaba.

 

—?No! —grité alargando el brazo para agarrarle la mano y que el dolor se desvaneciera de nuevo—. Me estás ayudando —dije observando cómo su miedo a hacerme da?o daba paso a la extra?eza—. Cuando me tocas, el dolor desaparece. No me sueltes, por favor.

 

Y allí, bajo la tenue luz de la linterna, Ivy tragó saliva y me apretó los dedos con fuerza. No era perfecto. Todavía podía percibir cómo me atravesaba la energía de la línea, pero al menos no me sentía tan desprotegida y el dolor agonizante que me recorría los nervios había disminuido. Entonces recordé lo que había sucedido el pasado Halloween, cuando me mordió por última vez. Justo antes de que perdiera el control, nuestras auras se habían transformado en una sola. ?Estaba experimentando los efectos retardados de aquello? ?Acaso mi aura y la de Ivy eran la misma y podían protegerse mutuamente cuando una de las dos se encontraba en peligro? ?Se trataba de amor?

 

Edden se situó junto a nosotras, sin saber qué pensar, e, inspirando lentamente, aumenté la presión de mi otra mano sobre la puerta.

 

—Quod est ante pedes nemo spectat —susurré.

 

Al ver que no sucedía nada, me revolví inquieta.

 

—Quis custodiet ipsos custodes —intenté de nuevo.

 

Edden se sacudió los pies contra el suelo.

 

—Déjalo, Rachel. No pasa nada.

 

Mi mano empezó a temblar.

 

—Nihil tam difficile est quin quaerendo investigari posit.

 

Aquel sí que funcionó, y yo retiré la mano cuando sentí que el escalofrío de respuesta procedente del hechizo enterrado en el cemento provocaba un chasquido en mi alma. ?Nada es tan difícil que buscándolo no pueda encontrarse?. No podía ser otro.

 

Entonces me eché atrás, liberando la línea, e Ivy buscó mi rostro con la mirada. Inmediatamente me soltó la mano y yo la cerré en un pu?o. Edden, por su parte, apoyó los dedos en la curva de la manivela y tiró. La puerta crujió e Ivy retrocedió de golpe con la mano sobre el rostro.