—No será para siempre —dijo—. Mataste gente para hacer tu vida más sencilla, cumpliendo tu labor de encontrar suficientes emociones para criar a tu hija de la manera más sencilla en lugar del duro trabajo que debería ser. Si vives en sociedad, tienes que atenerte a sus reglas. Esas mismas reglas te pondrán en libertad si estás dispuesta a respetarlas. En este preciso momento, Holly está a salvo. No conseguirás arrebatármela sin matarme a mí o a aquellos que te observan. Si me matas, la próxima vez que te cojan, Holly acabará con la Walker, y te aseguro que te cogerán. Somos muchos, y sabemos cómo y dónde buscar.
Mia asintió con la cabeza y miró atrás solo una vez mientras se dirigía hacia las escaleras, rodeada por los cuatro agentes de la SI. Tenía los ojos negros con lágrimas que se volvieron plateadas cuando empezó a llorar por sí misma.
La tensión de la sala descendió de golpe y yo me moví para sentarme con la espalda apoyada contra la pared. Con un movimiento cargado de rabia, flexioné las piernas y, sin importarme lo que pensaran los demás, apoyé la cabeza sobre las rodillas y rompí a llorar, sintiendo el tacto áspero de la lana de mi abrigo sobre mi mejilla llena de ara?azos. Kisten. Había muerto para salvarme. Se había sacrificado para que yo pudiera seguir con vida.
—Rachel.
En ese momento escuché el ruido de unos zapatos. Con la cabeza gacha y el pelo tapándome la visión, aparté de un empujón a quienquiera que fuese, pero regresó de inmediato. Unos delgados dedos masculinos aterrizaron en mi hombro, agarrándolo brevemente, y retirándose de nuevo. Alguien que olía a galletas y a loción de afeitado se agachó y tomó asiento junto a mí con la espalda apoyada en la pared. Entonces percibí el suave lloriqueo de Holly y supuse que se trataba de Ford. Limpiándome la nariz con la manta azul, miré de reojo. Ford no dijo nada y siguió mirando a la gente de la AFI, que había empezado a recoger sus cosas y a marcharse. La función había terminado, aparentemente, y yo me había despertado justo a tiempo para presenciar el último acto.
Ford suspiró cuando se dio cuenta de que lo estaba mirando y, asegurándose de que Holly no me tocara, metió la mano en uno de los bolsillos de su abrigo y sacó un paquete de toallitas húmedas. Yo me sorbí la nariz ruidosamente mientras él sacaba una y me la entregaba.
Se la acepté y eché la cabeza hacia atrás, conteniendo la respiración y apoyando la cabeza en la pared para limpiarme el polvo y las lágrimas de la cara, sintiendo el escozor del jabón en los ara?azos de mi rostro y en el corte del dedo. Entonces inspiré y el olor a limpio me llegó hasta el fondo de mi ser, arrastrando con él parte de mi dolor. O eso, o simplemente estaba construyendo un muro a su alrededor. La apretada venda que parecía rodearme el pecho se aflojó y pude respirar de nuevo.
—?Te encuentras bien? —me preguntó Ford. Me encogí de hombros, sintiéndome tan desgraciada como parecía Holly. Estoy viva, pensé apretando la mano con fuerza y convirtiendo la toallita en una peque?a bola.
—Sí, estoy bien —dije con un suspiro, exhalando como si hubiera sido mi último aliento. Sin embargo, conseguí inspirar otra vez, y otra más, hasta que de pronto rememoré la presencia de Ford junto a mí mientras recordaba, y la promesa de que no tendría que pasar por todo aquello yo sola.
—?Ivy está aquí? —pregunté casi en un susurro. Tenía que contárselo. Se lo diría también a Edden, pero primero tenía que darle la oportunidad a Ivy de afrontarlo a su manera.
—Está arriba, hablando con la SI.
Mi mirada errante se posó sobre un agente de la AFI que etiquetaba y embolsaba la ropa de Pierce y mis medias. Por lo que a mí respectaba, podían quedárselas. Además, el rapto de Tom no era culpa mía.
—?Cómo me han encontrado? —pregunté, cansada.
Ford sonrió, y Holly se apoyó en él exhausta y en silencio.
—Por lo visto, gracias a tus amuletos localizadores y a las huellas en la nieve. Debes tener los pies congelados.
Asentí con la cabeza, contenta de tener la manta para apoyarlos. Levanté la mirada de los peque?os montículos que formaban mis pies y me topé con la suya; recordé la primera vez que había cogido a Holly, con los ojos llenos de lágrimas de alivio mientras ella devoraba todas y cada una de las emociones de su interior excepto las suyas propias.
—Puedes abrazarla —observé, sintiendo un intenso dolor en el corazón por el hecho de que hubiera salido algo bueno de todo aquello—. Me refiero a Holly. Incluso cuando está enfadada.
Ford miró con los ojos rebosantes de ternura a la peque?a ni?a que dormía en sus brazos.
—Lo absorbe todo antes de que llegue a mí —dijo, con cierto miedo en su voz—. Ni siquiera tengo que tenerla en brazos, me basta con que esté cerca. Pero no voy a dejarla en el suelo.
Sonreí, tirando un poco de la manta para cubrirme mejor los hombros. Allí abajo hacía un frío horroroso. Me alegraba por Ford, pero estaba helada, amargamente desilusionada, y dolida por un recuerdo que, hasta aquel momento, no pensé que tuviera que afrontar. El último de los chicos de la AFI se estaba marchando e intenté recobrar la compostura.