Bruja blanca, magia negra

—?Maldita bruja vomitiva! —me espetó—. ?Era mío! ?Tenía que matarlo y tú me has obligado a hacerlo sin ni siquiera haberlo probado!

 

No podía dejar de temblar y, situándome delante de Kisten con las piernas entreabiertas, le apunté con la pistola.

 

—Te voy a…

 

—?A qué? ?A matar? —se burló con una expresión tan llena de odio que resultaba espeluznante—. De acuerdo.

 

En ese momento se movió y mi espalda golpeó la misma madera que había estrellado el cerebro de Kisten contra su cráneo, matándolo al instante. El aire abandonó mis pulmones. Tenía el dorso del brazo del vampiro contra mi cuello, inmovilizándome. Con los ojos desorbitados, luché por respirar. Entonces dejó de apretar y, mientras conseguía aspirar una bocanada de aire, sentí que todo me daba vueltas y encontré que me había puesto contra la pared.

 

En ese momento sentí un dolor insoportable en la mu?eca y abrí la mano. Escuché el ruido amortiguado de mi pistola al caer sobre la moqueta y la presión se desvaneció.

 

—Has echado a perder todos mis planes para esta noche —dijo el vampiro inclinándose sobre mí para que pudiera ver la delgada aureola marrón que rodeaba sus pupilas—. Se me prometió la última sangre de alguien y Kisten está muerto. ?Sabes lo que eso significa?

 

Estaba alimentando mi miedo para excitarse aún más. Me resistí y él presionó todo lo largo que era su cuerpo contra el mío. No podía moverme y mi pavor aumentó hasta rozar el pánico. Entonces clavé las u?as en los paneles de madera y empecé a llorar en silencio.

 

—Significa —aclaró impregnándome de su olor a cemento húmedo— que tendré que chuparte la sangre a ti hasta dejarte sin una gota. —Sacudí la cabeza cuando deshizo lo que quedaba de mi trenza y comenzó a deslizar por mi pelo sus dedos, que olían a polvo—. Hubiera preferido jugar con Kisten —dijo inspirando profundamente para inhalar el perfume de mis rizos—. Piscary lo tuvo a su disposición durante un largo tiempo, y tiene tanta saliva en su interior que probablemente habría podido arrancarle el corazón y me suplicaría que no parara.

 

—?Cabrón! —dije aterrorizada, con el rostro pegado a la pared.

 

él inspiró profundamente mientras deslizaba la parte inferior de su nariz por mi cuello para empaparse de mi olor. Me estremecí cuando sus feromonas penetraron en mí e hizo que la cicatriz se despertara. La tensión se transformó en adrenalina y yo reprimí un gemido de lo que podría haber sido placer. Pero el placer no tenía cabida allí. Aquello era malvado. Yo no estaba excitada. Estaba muerta de miedo.

 

—?Déjame en paz! —dije, pero era una petición fútil, y él lo sabía.

 

—Mmm… —dijo dándome la vuelta y haciendo que pudiera ver la lujuria en sus ojos—. Tengo una idea mejor. Te mantendré con vida para que te conviertas en mi sombra. Así me vengaré de la dulce Ivy lentamente. La putita de Piscary necesita que le ense?en cuál es su lugar.

 

?Conocía a Ivy? El terror me dio fuerzas y forcejeé con él. Entonces me soltó. Tenía que hacerlo. De lo contrario, no habría podido huir. Está jugando conmigo, pensé mientras corría hacia la puerta. Estábamos sobre el agua. No podía interceptar una línea a menos que me bajara del barco. ?Dios! ?Estoy perdida!

 

De pronto vi el estallido de un montón de estrellas y, dando un traspié, caí sobre la cama. Me había golpeado. Ni siquiera lo había visto moverse, pero el muy cabrón me había golpeado, y sentí que la cara empezaba a arderme mientras intentaba averiguar dónde estaba el suelo y dónde las paredes.

 

La cama se hundió cuando aterrizó sobre ella; yo rodé, acabando aún más lejos de la puerta. Estaba yendo en la dirección equivocada. Tenía que hacer algo por invertir nuestras posiciones. Tenía que salir de allí.

 

Con los ojos brillantes extendió la mano y, dejando escapar una suave exhalación, dijo:

 

—Ivy te ha mordido, ?verdad? Tal vez vayamos a divertirnos después de todo.

 

Lo miré de hito en hito y me obligué a no llevarme la mano al cuello para ocultarlo.

 

—?Y qué? ?Les has cogido el gusto a los vampiros? —se burló, y yo cometí el error de inspirar profundamente. El olor a incienso vampírico mezclado con el del cemento se apoderó de mí, encendiendo un camino que iba desde mi cuello hasta la ingle.

 

—?Oh, mierda! —gemí, y mi espalda golpeó contra la pared. Kisten yacía muerto a mis pies y allí estaba yo, incapaz de contener mi excitación sexual, retorciéndome, pervirtiendo mi dolor hasta convertirlo en placer. No me extra?aba que hubieran echado a perder a Ivy—. ?Maldita sea! ?Apártate de mí! —le ordené entre jadeos.

 

El vampiro me había seguido, y me tocó el hombro, haciendo que me flaquearan las piernas.

 

—Muy pronto estarás suplicándome que me acueste contigo —me prometió en un suave susurro.

 

Los ojos se me llenaron de lágrimas y él me las enjugó entre besos, y el olor a cemento mojado de sus dedos se intensificó cuando mi llanto los humedeció. Alcé la mano para clavarle las u?as en los ojos, y solté un grito ahogado cuando me la estrujó.