Bruja blanca, magia negra

El demonio me sujetó todavía con más fuerza cuando intenté zafarme.

 

—Todavía no —dijo, haciendo que un dolor lacerante me subiera por todo el brazo mientras me lo retorcía—. Necesito algo.

 

Yo me quedé mirándolo fijamente.

 

—?Que necesitas qué?

 

—Esto.

 

Inesperadamente tiró de mí y la cabeza me cayó hacia atrás. Los oídos me pitaron y me tambaleé. Pierce protestó, pero fue el suave y limpio tacto del terciopelo contra mi cuello el que me cogió y me acunó cuando estuve a punto de caer al suelo.

 

—Lo siento mucho, bruja piruja —se disculpó dejándome cuidadosamente en el suelo.

 

El olor a ámbar quemado y a moho me hizo sentir náuseas e intenté concentrar la vista en un punto. Estaba muy mareada.

 

El frío me subió poco a poco por la espalda, aunque llevar abrigo no fue suficiente para mantenerme caliente. Sentí un momento de pánico al ver el brillante cuchillo de oro en su mano cuando se agachó junto a mí, pero no podía hacer nada. Al me dio unos ligeros golpecitos en la mejilla que dolieron como un pinchazo, y yo intenté, en vano, apartarlo de mí de un empujón.

 

—Eres una fuente de recursos —dijo, de un humor estupendo, mientras me cogía de la mu?eca—. Jamás hubiera podido planear algo así, bruja, pero las cosas buenas parecen seguirte como un cachorrillo.

 

?Buenas?, me pregunté. ?Estaba loco?

 

—?Qué estás haciendo…? —acerté a decir, intentando que me soltara el brazo.

 

Colocándose el cuchillo entre los dientes de manera provisional, Al sacó del bolsillo de su chaqueta la botella negra de poción que me había quitado.

 

—Necesito una minúscula cantidad de tu sangre, cari?o —dijo, cuando se quitó el cuchillo de la boca—. La necesaria para invocar el excelente hechizo que cocinaste para mí.

 

?El hechizo de Pierce? El pánico se apoderó de mí cuando dejó la poción a un lado y agarró el cuchillo. Detrás de él, el fantasma estaba de pie con los pu?os apretados, claramente disgustado porque no iba a hacer nada.

 

—Pa… para —dije, dando un respingo por el dolor helado de la cuchilla—. ?Para, Al! —grité, intentando que me soltara la mu?eca.

 

—Los privilegios del maestro —dijo mientras agitaba la poción con las tres gotas de sangre en su interior—. Puedo reclamar todos y cada uno de los hechizos que prepares. Ya lo hemos discutido anteriormente. —Ladeando la cabeza, me miró por encima de los cristales ahumados de sus gafas. Seguidamente, como si hiciera un brindis, alzó la poción—. Mío.

 

Se puso en pie, y yo, jadeando, me llevé la mano al cuello y me senté. Sentía un dolor punzante en el dedo, y me lo miré, viendo que el corte atravesaba de arriba abajo el bucle más cerrado de mi huella dactilar. No estaba realizando el hechizo correctamente. Debería haber derramado la sangre sobre una piedra ahuecada y permitir que se dispersara. Estaba utilizando mi poción, pero ?para qué?

 

—?Qué estás haciendo? —pregunté, verdaderamente horrorizada, pero él alzó el cuerpo de Tom de un tirón y vertió la poción en la boca del cadáver. ?Estaba intentando resucitarlo?

 

Al dejó caer el cuerpo y se giró con un movimiento desenfadado.

 

—No puedo tener un cadáver como familiar. Sería una torpeza. La gente murmuraría. Y contigo perdiendo el tiempo, necesito un verdadero familiar. Gracias, cari?o. Este me irá de perlas. Que disfrutes de lo que queda de noche. Este es mío. Se trata de un acuerdo previo. No lo estoy raptando, bruja piruja —concluyó, echándose a reír.

 

Me levanté como pude con una mano en el estómago. Al estaba utilizando mi poción, ?para qué?

 

Creo que ha utilizado mi poción para mantenerlo con vida. ?Pero no era culpa mía!

 

—Gracias, cielo —dijo, y con una sonrisa perversa, agarró a Tom y desapareció.

 

Se ha llevado a Tom. ?Por todos los demonios! Se ha llevado a Tom. Y creo que ha utilizado mi poción para evitar que muera.

 

—?Al! —grité, aterrorizada porque hubiera sido mi hechizo el que había permitido aquello. ?No era culpa mía! Cuando juegas con magia negra, tienes que atenerte a las consecuencias.

 

La luz se movió y, tras darme la vuelta, descubrí que estaba sola allí abajo, con un agente de la AFI inconsciente y una banshee muy, pero que muy cabreada. Pierce había desaparecido. Un montón de ropa y el abrigo robado marcaban el lugar en el que había estado. Maldije a Al, pensando que había raptado a los dos brujos y que se había marchado. Por lo visto, Tom era más importante que cumplir su palabra.