Bruja blanca, magia negra

Iluminado por la luz de la linterna que se reflejaba en las paredes, el rostro de Mia se mostraba orgulloso y decidido mientras intentaba, en vano, calmar a la ni?a, hasta que ella misma acabó de mal humor. No tenía la linterna cuando estábamos en la cafetería. Debía de haber estado en la peque?a habitación de arriba, y de pronto caí en la cuenta de que así era como Remus y Mia habían ido de acá para allá, moviéndose bajo la ciudad para escapar de la AFI y la SI. Ni siquiera conocía la existencia de los túneles, pero lo más probable era que Mia hubiera sido testigo de su construcción.

 

La banshee dirigió la mirada hacia mí y, descubierta por mis emociones, di un paso adelante.

 

—Remus está bien, Mia. Tienes que entregarte.

 

—No —dijo, con un tono orgulloso y desafiante que me dio a entender que no pensaba rendirse—. Nunca. Esta es mi ciudad.

 

Yo sacudí la cabeza.

 

—Las cosas han cambiado —dije avanzando lentamente hacia ellos. Hacía un frío glacial allí abajo, y sentí un escalofrío, acercándome aún más. Ya casi me encontraba a distancia suficiente para dispararle con mi pistola de pintura—. Si no te entregas, la AFI al completo se te echará encima. Sé que parecen estúpidos, pero no lo son. Sin una muestra de buena voluntad, la se?ora Walker se quedará con Holly. —Al ver que Mia levantaba la barbilla, hice una pausa—. Mia, te juro que haré todo lo que esté en mi mano para evitar que la Walker se la lleve, pero tienes que ayudarme.

 

Mia negó con la cabeza y retrocedió. La luz que tenía en la mano chocó violentamente contra los fríos muros y Holly rompió a llorar.

 

—Remus tenía razón. Voy a volver a mis antiguos métodos. Me han mantenido con vida durante cientos de a?os. Entregadme a Remus y déjanos en paz a mí y a mi hija o habrá más muertes. Estáis advertidos.

 

Dándonos la espalda, Mia echó a andar hacia la entrada del negro túnel. Yo alcé la pistola y Ford se colocó delante de mí.

 

—?Mia! —exclamó mientras yo intentaba rodearlo, buscando un lugar desde el que poder disparar con precisión—. ?Piensa en tu futuro!

 

—?En mi futuro? —Sus palabras sonaron como un ladrido frío y autoritario, y se detuvo al borde del desnivel de casi un metro de altura—. ?Sois vosotros los que sois todavía unos ni?os! ?Todos vosotros! Yo presencié el nacimiento de esta ciudad, cuando era solo un lodazal lleno de cerdos que vagaban inocentemente. La ayudé a crecer, deshaciéndome de aquellos que la hubieran mantenido ignorante y peque?a. Esta es mi ciudad. Yo la construí. ?Cómo te atreves a sugerir que debo obedecer vuestras leyes y vuestras normas y aleccionarme sobre el futuro? ?No pienso huir! Dile al capitán Edden que, si la AFI me sigue, su hijo no acabará en un hospital, sino en un ataúd. —Y, sujetando a la ni?a sobre su cadera, a?adió—: Vosotros no sois nada. Solo un montón de animales a los que sacrificar y succionar hasta la extenuación. Sigo viviendo entre cerdos.

 

Le estaba apuntando con la pistola, pero teniendo en cuenta su pesado abrigo, habría tenido que darle en la cara para conseguir mi objetivo.

 

—Mia —dijo Ford poniendo su mejor voz de psicólogo—. No soy tan anciano como tú, pero he vivido mucho más dolor y felicidad de los que tú puedas asimilar. No hagas esto. Merece la pena enfrentarse a un juicio por amor. Es lo que te define. Nada puede manchar tu amor por Holly. Porque tú la amas. Está claro como el agua. ?No merece esa pureza un poco de dolor? ?No te arriesgues a perderlo por una cuestión de orgullo!

 

Detrás de mí, en la escalera, se escuchó el débil sonido de unas pisadas. Sentí una descarga de adrenalina, pero no podía apartar la vista de Mia. Habría dado cualquier cosa por tener conmigo a Edden o a Glenn. Mia desvió la mirada y su rostro se volvió aún más decidido cuando escuché la presencia de una sola persona, y no las diez que esperaba.

 

—?Maldita sea, Morgan! ?Eres peor que mi madre! —se burló una voz masculina—. Apareces siempre en el momento menos oportuno y el lugar equivocado fastidiándomelo todo.

 

Me volví en redondo. No pude evitarlo.

 

—?Tom! —exclamé, retrocediendo, sin saber a quién apuntar con la pistola—. ?Lárgate de aquí! ?Mia me pertenece!

 

La banshee frunció el ce?o. Dejando caer mis medias al suelo, Tom se puso a la altura de Ford, alzando la mano vendada hacia mí a modo de advertencia, y apuntando a Mia con la varita, con el aspecto de un actor mediocre en una película fantástica. Su expresión era demasiado condescendiente para conseguir salir de allí con vida.

 

—Puedes quedártela —dijo—. Solo me interesa la ni?a.

 

El rostro de Mia se puso blanco, y mi boca se entreabrió de golpe cuando comprendí lo que había estado pasando. No estaba intentando capturar a Mia para entregársela a las autoridades. Trabajaba para la Walker. Era un jodido secuestrador de ni?os. Cuando me lo había encontrado en la escena de un crimen, no se debía a que me estuviera espiando; era yo la que se entrometía en sus asuntos.

 

Con las mejillas encendidas, giré la pistola para apuntar hacia él. Maldito baboso. Y ahora, ?cómo va a encontrarme la AFI?