Bruja blanca, magia negra

—Tenemos que irnos, Mia. La gente se está marchando.

 

Al moverse, el enfurecido humano despidió un tenue olor a húmedo, apenas perceptible, que estimuló mi memoria. El miedo se apoderó de mí y me quedé paralizada. Era similar al cemento. Frío y áspero. Mia percibió mi pavor y adoptó una actitud casi relajada mientras las emociones fluían de mi interior. Ford también lo sintió, pero la expresión de su rostro no era de satisfacción, sino de confusión. Sabía que el origen de mi miedo no era la banshee, sino otra cosa, e intenté desembarazarme de la emoción. Kisten. Proviene de Kisten. No tengo tiempo para esto.

 

Mia movió a Holly para adoptar una posición más cómoda e ignoró a Remus. La ni?a abrió los ojos. En silencio, se quedó mirándome fijamente y, mientras la observaba, sus pálidos ojos adquirieron el color negro del hambre.

 

—?Le dijiste a la AFI que abandonaran la investigación? —me preguntó Mia.

 

Aparté la vista de la ni?a, sorprendida.

 

—?Ah, sí!, pero alguien tiene que ingresar en prisión por lo de los Tilson. Estabais viviendo en su casa. Y apaleasteis a un agente de la AFI. E intentaste matarme en dos ocasiones. ?Mierda! ?Qué estoy haciendo aquí?

 

Junto a mí, Ford tragó saliva, percibiendo las emociones de todos nosotros y teniendo serias dificultades para separar unas de otras. Era mejor que un amuleto de la verdad, pero algo estaba cambiando, y agarré la pistola con una mano mientras rodeaba con la otra el vaso de café.

 

—Mia, deja que les diga que estás dispuesta a cooperar —intenté de nuevo. No quería dispararle a menos que fuera absolutamente necesario—. El capitán de la AFI sabe que estás arrepentida. Mentirosa, mentirosa. Y es consciente de lo que la Walker está dispuesta a hacer para quedarse con la custodia de Holly. Te está empezando a crecer la nariz. Solo está enfadado por lo que le sucedió a su hijo, pero si te entregas, como gesto de buena voluntad, hará la vista gorda. Podemos hacer que no te separen de tu hija.

 

Remus se inclinó sobre su mujer y le susurró algo al oído.

 

—Mienten para conseguir lo que quieren, y luego te llaman mentirosa cuando intentas obtener lo que es tuyo. No voy a permitir que mi hija vaya dando tumbos de una casa de acogida a otra, durmiendo sobre mugrientos colchones y recibiendo palizas de los compa?eros por no tener unos verdaderos padres.

 

Dudaba mucho que a Holly le sucediera algo así, y Mia estiró el brazo para cogerle la mano.

 

—Remus, amor mío —dijo, con los ojos puestos en mí—. No voy a entregarme. Quiero comprobar si la AFI me toma en serio. Ella les advirtió, de manera que, si se presentan, tendré la respuesta.

 

?Oh, mierda! Con el corazón a punto de salírseme del pecho, deslicé los dedos bajo la mesa y agarré la pistola con ambas manos. Tanto si hay muestras de fuerza letal como si no, si te mueves un milímetro, os derribo a los dos.

 

—Piénsalo, Mia… Has infringido la ley. Tienes que elegir entre vivir de acuerdo con las normas de la sociedad o hacerlo al margen de ella, alimentándote de sus desechos. Me dijiste que tú habías construido esta ciudad. ?De veras vas a abandonarla? Matarme no te servirá de nada. Solo conseguirá cabrearlos aún más.

 

Ford se levantó, y Remus, al que Mia mantenía a raya gracias a una mano sobre su hombro, se puso tenso.

 

—Me dijiste que no harías da?o a nadie —dijo el psiquiatra—. Y yo te creí.

 

Holly empezó a quejarse y Mia la zarandeó con fuerza.

 

—En ese momento creía que la AFI se comportaría de una manera mucho más sensata, pero está claro que no me escucharán hasta que no haya muerto una veintena de los suyos. Pero me escucharán. La bruja ha sido excluida, y puedo matar desechos con total impunidad.

 

Está pirada. Está como una puta cabra. Detrás de mí, sentí que Pierce se daba la vuelta. Era la cosa más aterradora que me había sucedido jamás, pero juro que sentí cómo se giraba. En apenas un instante, Jenks se situó delante de mí, despidiendo chispas calientes.

 

—Yo no diría con impunidad —afirmó, apuntándole con su espada.

 

—Estoy de acuerdo con el pixie —dijo Pierce detrás de mí.

 

Observé cómo Remus los evaluaba, pero fue Mia la que intervino:

 

—?Qué demonios eres? ?Ni siquiera tienes un aura!

 

—Eso me han dicho, y si fueras lo suficientemente inteligente, pondrías pies en polvorosa y te marcharías sin mirar atrás.

 

Holly empezó a lloriquear, y Mia la zarandeó de nuevo, alzando la vista hacia Remus. Detrás de mí, escuché el taconeo de unas botas y la campanilla de la puerta, que acusaba la salida de otro cliente. La gente había empezado a abandonar el lugar voluntariamente, y el local ya estaba casi vacío. Dirigí la vista hacia el mostrador. Junior estaba allí, mirándonos fijamente, muerto de miedo.

 

—Llama a la SI —le dije sin emitir sonido alguno, intentando que me leyera los labios. Aquello era demasiado para la AFI. No tenían nada que hacer.