Remus lo vio y, gritando como un endemoniado, echó a correr hacia el propietario.
Me puse en pie de golpe, apuntando a Remus con la pistola, pero había demasiados obstáculos. Ford se tiró al suelo para quitarse de en medio. Una mujer soltó un grito ahogado y se escondió bajo la mesa.
Al ver a Remus, Junior abrió mucho los ojos y, gritando una palabra en latín que sonó especialmente fuerte debido al miedo que sentía, alzó un círculo. Remus se dio de lleno con él cuando intentó saltar por encima del mostrador. Mientras caía hacia atrás, la nariz le sangraba y, cuando chocó contra el suelo, soltó un bramido. Pierce lo agarró por el brazo y Remus le asestó un pu?etazo que lo dejó tambaleándose. Tras recuperar el equilibrio, el peque?o fantasma se chupó el pulgar y adoptó la postura de un boxeador. Iba a conseguir que lo mataran. Otra vez.
—Límpiate la sangre de los ojos y ponte en pie, porque pienso zurrarte hasta quedarme sin manos —dijo Pierce, y después me hizo un gesto para que siguiera con ello. Jenks también me gritaba para que le disparara, pero era demasiado tarde. No podía disparar a uno sin alcanzar al otro.
—No lo mates, Remus —dijo Mia con calma—. Tengo la sensación de conocerlo de algo.
—?Aléjate de ella, Rachel! —exclamó Jenks, recorriendo el local de un extremo a otro como una exhalación—. ?Antes de que empiece a succionarte el aura!
Al estaba muerto de risa, hasta el punto de que casi se atraganta con su latte grande, mientras aplaudía con entusiasmo.
Mia se levantó arrastrando la silla y tanto ella como la ni?a despidieron un fuerte olor a cemento frío y a humedad. Retrocedí. Me había llevado la mano a la garganta, como si sintiera unos dedos fríos sobre ella.
—Matarme no detendrá a la AFI, Mia —dije, pensando que era un momento genial para tener un flashback del asesino de Kisten.
Mia se quedó allí de pie, con la mesa entre nosotras, sujetando a Holly con fuerza mientras la ni?a no paraba de berrear. Detrás de mí, Pierce aulló al recibir un golpe y se escuchó el ruido de algo al romperse.
—Te equivocas —dijo con la mirada puesta en mí en lugar de en la pelea que se desarrollaba detrás—. Matarte acabará con todo. Remus, deja de jugar con el tipo muerto y sujétame a la bruja. Holly tiene hambre.
?Oh, Dios mío! Por eso no me había tocado todavía.
En ese momento se oyó un nuevo porrazo y descubrí a Pierce estampado contra el muro entre los restos de lo que había sido una mesa. Con una sonrisa de oreja a oreja, se dirigió a mí con los brazos extendidos, dispuesto a agarrarme por el cuello. Aparté una silla de un empujón para hacer espacio y, liberándome de cualquier tipo de inhibición, me dispuse a pasar un buen rato. Cabreada como una mona, giré el tambor y, conteniendo la respiración, apreté el gatillo.
—?No! —gritó Mia, pero la peque?a bola de plástico le golpeó de lleno en el pecho. La poción le empapó la camisa salpicándole hasta el cuello y el hombre se desplomó. Me aparté tambaleándome, dejando que cayera sobre la mesa y de ahí al suelo, cubriéndolo todo de café. Gracias, Dios mío. Y ahora es el turno de do?a Zorra.
Justo en ese momento se oyó la campanilla de la puerta y me giré.
—?Maldita sea! —grité al ver pasar la silueta de Mia por delante de la ventana. Ford la seguía de cerca. ?Qué demonios estaba haciendo?
—?Pierce? ?Jenks?
Pierce se estaba poniendo en pie, sacudiendo la cabeza por efecto del golpe de Remus. Jenks estaba suspendido encima de él, soltando una gran cantidad de polvo para detener la hemorragia.
—?Jenks! ?Quédate aquí y diles que traigan agua salada! ?Tengo que detenerla!
—?Rachel! ?Espera!
No podía venir conmigo. Derribé la puerta con el brazo y corrí tras ellos, descalza excepto por las medias, y con la pistola de pintura en la mano. A mi izquierda, un rápido ruido de pisadas captó mi atención y, tras coger aire, atravesé el aparcamiento cubierto de nieve. En un abrir y cerrar de ojos, había dejado atrás los coches y me encontraba sobre la acera.
El frío cemento estaba haciendo que se me adormecieran los pies, y eché a correr más deprisa. Resoplando, mi cuerpo entró en un ritmo que podría haber mantenido durante una hora. Sujetándome el vestido, que tenía una generosa abertura, me alegré de que mi estupidez al decantarme por la moda en lugar de por la funcionalidad se hubiera limitado a los zapatos. Más adelante, al percibir el escaso movimiento bajo la farola que había una manzana más adelante, entendí que habían desaparecido. ?Dios! ?Cómo era posible que se hubiera alejado a tanta velocidad?