Holly alargó sus rellenitos brazos y le dio unas palmaditas en la cara. Ford soltó un grito ahogado y Mia entrecerró los ojos con expresión de satisfacción. La ira se apoderó de mí y aferré la empu?adura con fuerza. ?Maldita sea! No sabía a quién disparar. ?A la ni?a, quizás? Y, con un nudo en la garganta, dirigí la pistola hacia ella.
—?No! —acertó a decir Ford. De pronto, el dedo con el que estaba a punto de apretar el gatillo se relajó. ?Se encuentra bien?
Todos nos quedamos mirando al psiquiatra encorvándose alrededor de Holly, sacudiéndose en un espasmo antes de inspirar profundamente.
—Se ha ido —gimió, casi en un sollozo. Ignorando nuestra presencia, las lágrimas recorrieron su cansado rostro cubierto de arrugas—. No, ese no, Holly —susurró. Parecía exhausto—. Ese es mío. Coge el resto. Eres un ángel. Un hermoso e inocente ángel.
El corazón empezó a latirme con fuerza. Mia estaba mirando a Ford estupefacta. La ni?a le estaba tocando la cara, sintiendo su barba incipiente y balbuceando. No lo estaba matando. Estaba… No sabía lo que estaba haciendo, pero las lágrimas de Ford eran de alivio, no de dolor.
—?Qué demonios está pasando? —preguntó Tom, y sentí que interceptaba una línea.
?Maldición! Yo no podía interceptar una línea. ?Estaba jugando a las palmitas con un experto en magia negra y lo único que tenía era un hechizo narcótico?
—No lo sé. —En ese momento desvié la mirada hacia Mia—. Quizás ha adquirido control sobre sí misma.
Mia observaba la escena con la boca abierta. Era evidente que estaba sorprendida de que hubiera otro hombre capaz de tener a su hija en brazos.
—Es demasiado pronto —dijo en un susurro. Sus pies ara?aron el suelo al moverse hacia ellos—. ?Holly?
Holly parloteaba en los brazos de Ford, y la pureza de su voz retumbó en los fríos y curvos techos que se alzaban sobre nuestras cabezas.
—Entonces, supongo que ya no os necesito, ?verdad? —dijo Tom de repente.
Sentí que soltaba la línea luminosa y, dejándome llevar por mi instinto, alcé la pistola y apreté el gatillo. Una peque?a bola azul golpeó a Tom en el centro del pecho, pero era demasiado tarde. Una horrible bola verde estaba ya en el aire.
—?Abajo! —grité, y luego me tiré al duro cemento justo en el momento en que una explosión de chispas verdes me echaba el pelo hacia atrás. Me dolían los oídos, y cuando alcé la vista, descubrí a Mia levantándose del suelo. Ford estaba inconsciente, con una brillante neblina verde rodeando su aura. Aparentemente, se debía al hechizo de Tom. El brujo tampoco se movía. ?Toma! Esta vez te he pillado.
Esforzándome por ponerme en pie, fui a por Mia, asestándole una patada lateral en plena barriga. El impacto me hizo caer al suelo, y la mujer se estampó contra la pared. Su cabeza golpeó el cemento y se desplomó. ?Ups! No debería haberlo hecho. Pero ?maldita sea! ?Qué a gusto me había quedado!
Miré a Ford y descubrí que la neblina verde había desaparecido y que Holly lloraba junto a él, en la curva que formaba su cuerpo. Ford apartó su cara del cemento y una gran sensación de alivio me invadió. Estaba vivo. Gracias, Dios mío. Me puse en pie, me arreglé el abrigo frotando mi dolorida mano contra el lugar en el que me había ara?ado y donde probablemente me encontraría una nueva magulladura al día siguiente. Pero estaba hecho. Solo faltaba dejarlo todo reluciente.
?Pensaba raptar a la ni?a?, me pregunté con un estremecimiento y dando la vuelta a Mia con un pie. Echando un vistazo a la pistola que tenía en la mano, consideré la posibilidad de dispararle una de las pocas pociones adormecedoras que me habían quedado, ya que no podía alzar un círculo para retenerla. Pero si le había provocado una conmoción cerebral, el hechizo hubiera podido provocar que entrara en coma. Tendría que limitarme a verla como la depredadora que era hasta que la AFI diera conmigo. Porque Mia era una depredadora. Una maldita tigresa. Un cocodrilo derramando lágrimas de cocodrilo.
—Quédate aquí, cari?o —susurré a Holly cuando se acercó a gatas y le di suaves palmaditas en la cara, pero ella rompió a llorar. No podía ayudarla. ?Oh, Se?or! ?Por qué me sentía como el malo de la película?
De pronto se escuchó un suave chirrido de la madera al ara?ar el cemento, y empu?é la pistola en aquella dirección. Se trataba de Tom, que no solo se había despertado, sino que se estaba moviendo. Lo observé boquiabierta mientras recuperaba la varita del suelo con la mano vendada y me miraba a través de sus cabellos enredados, transmitiendo odio en cada uno de sus movimientos. Le había dado. ?Estaba segura de haberle dado! ?Aquello no era justo!
—Ropa antihechizos —explicó, frotándose la nariz y enjugándose la sangre—. ?De veras creías que iba a enfrentarme a ti sin nada que neutralizara tus infames hechizos narcóticos? Tienes que diversificar, Rachel.
Entrecerré los ojos y moví la pistola.
—Si te doy en un ojo, estoy segura de que te dolerá —lo amenacé.