Bruja blanca, magia negra

—No. Te. Muevas —dijo, y me quedé petrificada. Aquella varita era mucho más peligrosa que mis hechizos. Al ver que nadie se estaba ocupando de Holly, sus ojos adquirieron un brillo de satisfacción.

 

—Tom —dije, sacudiendo la cabeza a modo de advertencia—, no seas estúpido. Si le entregas la ni?a a la Walker, Mia te matará.

 

—Creo que estará mucho más enfadada contigo que conmigo —dijo, haciendo girar la varita con destreza—. Al menos hasta que haya acabado con ella. Y ahora apártate. Aléjate de la ni?a.

 

No tenía nada. Bueno, tal vez podía seguir hablando con él hasta matarlo de aburrimiento.

 

—Esto es una mala idea —dije, alejándome mientras él se acercaba y me apartaba de Holly con su mera presencia—. Piénsalo. No vas a salir indemne de esta y, en caso de que lo consiguieras, no seguirías con vida por mucho tiempo.

 

—?Como si tú fueras capaz de distinguir una mala idea de una buena! —sentenció, haciéndome se?as con la varita para que siguiera reculando—. Si un humano puede tocar a la ni?a, yo también —a?adió, levantándola.

 

—?Tom! ?No! —exclamé. Holly emitió un espeluznante gemido de placer y satisfacción que me llegó hasta lo más profundo de mi ser. El brujo se puso rígido, con los ojos desorbitados y la boca abierta como si emitiera un aullido silencioso. Cayó al suelo de rodillas y yo tiré de la ni?a con intención de separarla de él, pero lo único que conseguí fue caerme hacia atrás y quedarme en el suelo, muerta de miedo, mientras una luminosa oleada de energía estallaba de su interior. No podía verla (era invisible a mis ojos), pero estaba ahí. Podía sentirla, y un hormigueo recorrió mi piel como si un millar de veranos estuvieran oprimiéndome, en la sofocante oscuridad de aquella sala subterránea.

 

El grito de dolor de Tom retumbó en los techos abovedados escuchándose otras mil veces. Arqueando la espalda, se quedó colgando, balanceándose, mientras Holly apretaba su mano contra la mejilla de él, imbuida por el éxtasis.

 

—?Holly, no!

 

Recordando mi pistola, apunté hacia Holly y apreté el gatillo, pero la bola se desvió cuando alguien me golpeó el brazo.

 

Sorprendida, me quedé rezagada al ver a Al. Pierce se encontraba detrás de él, con una expresión de miedo que me hizo sentir un escalofrío en lo más profundo de mi ser.

 

—?Qué estás haciendo? —pregunté, estupefacta.

 

Sin embargo, el demonio, con su levita de terciopelo verde y su piel rojiza, se limitó a sonreír.

 

—Celero inanio —susurró, y aullé, soltando de golpe la pistola, que estaba repentinamente caliente.

 

—?Maldita sea, Al! —dije sacudiendo la mano con frustración—. ?Qué estás haciendo?

 

—Mantenerte con vida, bruja piruja. —Acto seguido alzó una mano hacia atrás a modo de advertencia y Pierce retrocedió—. Quédate ahí quieto o romperé el pacto y estarás realmente muerto.

 

?Pacto?

 

Tom aulló de dolor. No me importaba que fuera un brujo negro. Nadie debería morir de aquel modo. Desistiendo de la posibilidad de que Al o Pierce me ayudaran, eché a correr para ayudarle, hasta que Al me puso la zancadilla. Jadeando, me caí, y el dolor hizo que el mundo se volviera blanco cuando el cemento raspó mi rostro sin que yo tuviera tiempo de evitarlo. Levanté la vista, pero permanecí callada por la sorpresa.

 

Es la vida de Tom, pensé, desesperada, sacudiéndome el pelo de delante de los ojos. Holly se estaba apoderando de él de la misma manera que había intentado apoderarse de mí. La sala latía con la fuerza del alma de Tom, un latido oculto de ambición que cuantificaba su vida. Podía sentirlo mientras le arrebataban el aura y no le quedaba nada que mantuviera unida su alma a su voluntad. Y estaba desvaneciéndose.

 

Un suave ruido de zapatos arrastrándose detrás de mí fue mi única advertencia, y grité de nuevo cuando Al me obligó a ponerme en pie de un tirón. él sonrió de oreja a oreja, con sus compactos dientes reluciendo a la luz de la linterna de Mia.

 

—Demasiado tarde —dijo sonriendo, mientras observaba con una macabra expresión de embeleso, casi cayéndosele la baba, la muerte del brujo negro, haciendo que me preguntara si estaba allí para cobrarse una deuda.

 

Ford había perdido el conocimiento, derrotado por las emociones de la sala. El aire martilleaba, con luminosos pensamientos de color blanco, toda una vida de conversaciones susurradas en el límite de mi conciencia. Pero se estaban desvaneciendo. Holly emitió un gritito de sorpresa y satisfacción cuando Tom se desplomó por completo. El negro latido que martilleaba mi mente fue absorbido, desapareciendo en el olvido, y yo me tambaleé, retrocediendo, de manera inconsciente, hasta los brazos de Al. La ni?a se puso de pie con torpeza y caminó balanceándose hasta su madre, que se encontraba de rodillas, sonriendo y extendiendo los brazos para cogerla. ?Santo Cielo! Tom estaba muerto. Mia estaba despierta. Y Holly había aprendido a caminar.

 

—Suéltame, tengo que… capturarla —concluí débilmente. Pero ?con qué?

 

Probablemente el calor había hecho estallar los hechizos narcóticos de mi pistola.