Bruja blanca, magia negra

Volví a concentrarme en él, recordando la noche en que nos habíamos conocido. En esencia, era un cazarrecompensas, independientemente de que perteneciera al departamento de la ética y la Moral. Incluso aunque no pudiera interceptar una línea, podía serme útil. No creí que Mia hubiera organizado aquel encuentro para matarme, de manera que la principal amenaza iba a ser Remus. Aun así, podía ocuparme de él, y si al final resultaba que Mia no estaba dispuesta a sacrificarlo para librarse de la prisión, habría accedido a subastar mis mejores braguitas en internet.

 

—?Crees que puedes hacer lo que yo te diga? —le pregunté. él sonrió abiertamente, apartándose el pelo de la cara de un modo que no se parecía en nada al de Kisten, pero que igualmente me recordó a él.

 

—No estás sola —dijo, dirigiendo la mirada hacia la mesa de Ford—. Te ayudaré a resolver este embrollo y después podremos hablar.

 

En aquel momento extendió la mano para coger las mías y Al se interpuso entre nosotros con un empujón.

 

—Dos de latte grande, doble espresso de mezcla italiana —dijo al dependiente—. Con poca espuma y extra de canela. Y utilice leche entera. Ni desnatada ni semi. Y póngale un chorrito de frambuesa a uno de ellos, para mi bruja piruja, aquí presente.

 

Y en taza de porcelana, pensé, preguntándome si todos los demonios se tomaban el café del mismo modo. Minias había pedido algo similar, salvo por la frambuesa.

 

—El pelagatos se tomará un zumo —a?adió girándose hacia Pierce—. Te ayudará a hacerte grande y fuerte, ?verdad, chavalín?

 

Pierce apretó la mandíbula y entrecerró los ojos, pero se tragó el insulto.

 

—?Alguna otra cosa? —preguntó el dependiente. Yo levanté la vista y descubrí que se trataba del propio Junior.

 

—Un espresso —dije, acordándome de Jenks. Seguidamente me coloqué el bolso sobre el vientre y me puse a escarbar en busca de mi cartera. La luz se reflejó en los brillos de mi vestido y pensé lo ridículo que parecía todo. Al menos ya no tenía los dedos de los pies helados.

 

—?Oye! —exclamó Junior de repente, dando un paso atrás al ver la pistola en mi bolso—. Yo he oído hablar de ti. Estás excluida. Sal inmediatamente de mi local.

 

Sorprendida, levanté la vista, parpadeando. ?No podía haberlo dicho un poco más bajo?

 

No obstante, mi pésimo estado de ánimo se transformó rápidamente en rabia.

 

—Escucha una cosa, Junior —dije con acritud, encontrando una manera de liberar mi bilis—. Te aseguro que me encantaría seguir tu sugerencia. No hay nada que me apetezca más en este momento que volver a casa y darme un ba?o de burbujas. —En aquel momento me incliné hacia delante, de modo que solo él, Pierce, Al y, probablemente Jenks, pudieran oírme—. Por desgracia, aquella pareja de allí, con pinta de buena gente, está en busca y captura por agredir a un agente de la AFI, ocasionar disturbios en el centro comercial, y ser los principales sospechosos de provocar un incendio en Fountain Square esta misma noche. ?Por qué no sacas a todos los demás de aquí para que pueda ocuparme de ellos?

 

Tenía los ojos como platos, y me miraba fijamente.

 

—Hazme un favor y olvida que me han excluido —a?adí, temblando por dentro—. ?Crees que podrías pensar por ti mismo y hacer algo por el bien común? ?Eh? ?Qué me dices?

 

Nuestros cafés estaban listos, y tras dejar un billete de veinte sobre la barra, le pasé a Pierce su zumo y a Al uno de los vasos de papel. Había tres personas detrás del mostrador, y todos ellos nos miraban como si fuéramos… demonios.

 

—Gracias —dije, agarrando temblorosa el vaso con la enorme ?F? de frambuesa y el café de Jenks. Detestaba perder los papeles de aquella manera aunque, por lo visto, a Al le parecía de lo más divertido.

 

El olor a café pareció conseguir que Jenks se separara de la lámpara y se dejara caer con fuerza sobre mi hombro, evitando perder el equilibrio en el último momento gracias a que se agarró a mi pelo.

 

—?Te encuentras bien? —le pregunté en un susurro.

 

él agitó las alas, tiritando.

 

—Es solo que hace frío —respondió, y yo asentí con la cabeza. A pesar de que todavía llevaba puesto el abrigo, yo también estaba helada. El continuo trasiego de la puerta no ayudaba mucho, aunque la mayoría de las veces se abría para dejar entrar aún más gente.

 

A medio camino de la mesa, me di cuenta de que no íbamos a caber todos y, para ser franca, no me atraía la idea de tener a Al y a Pierce cerca de Mia o de Remus.

 

—Jenks, ?podrías ocuparte de sacar a alguna gente de aquí con ayuda de Pierce? —dije, intentando matar dos pájaros de un tiro.

 

—?No pienso hacerle de ni?era al fantasmita! —exclamó Jenks desde mi hombro.

 

—Sospecho que no tienes muy buena opinión de mí, mi adorada bruja —a?adió Pierce rápidamente.

 

Ambos tenían el ce?o fruncido cuando me detuve en seco, todavía en la zona cercana al mostrador, y me di la vuelta, haciendo que el abrigo me golpeara las pantorrillas. Al estaba sonriendo.

 

—Jenks, tienes tanto frío que ni siquiera despides polvo —observé, intentando no parecer preocupada—. Necesito sacar a la gente de aquí sin armar jaleo, y tú sabes cómo hacerlo. Para cuando te necesite, ya habrás entrado en calor. Espero. Hasta entonces, quiero que vigiles si Mia me toca el aura.

 

A continuación entregué a Pierce el café de Jenks y a?adí: