Bruja blanca, magia negra

Jenks se quedó en silencio mientras Tom permanecía inmóvil, con las manos en los bolsillos, observando mi coche como considerando algo. El enfado dio paso al nerviosismo, y me detuve prudencialmente a un metro y medio de distancia, soltando vaharadas bajo la luz de la farola y mirándolo como al gusano que era. Había oído decir que lo habían echado de la SI, probablemente por haber sido tan estúpido como para que lo pillaran invocando demonios para cargarse a alguien. Sin embargo, dado que era yo la persona de la que quería deshacerse, la SI no había tomado ninguna otra medida.

 

—?Qué estás haciendo aquí? —pregunté. No estaba precisamente ansiosa por tener que defenderme, pero tampoco me hacía ninguna gracia que estuviera fisgoneando mi coche.

 

él se quedó de pie sobre la acera, de la que habían retirado la nieve, y cuando me miró, me di cuenta de que sus ojos azules se habían vuelto mucho más duros. Llevaba una parka y un sombrero, y se notaba que tenía frío, hasta el punto de que la temperatura casi había anulado el característico olor a secuoya que despedíamos todos los brujos. Tiempo atrás me había parecido atractivo, aunque de un modo inocente, casi como una escolar (y todavía me lo parecía), pero el hecho de que invocara a Al para que me secuestrara o me matara hacía tiempo que había conseguido que la atracción se transformara en repugnancia.

 

—Intentando ganarme la vida —respondió con un leve rubor en sus mejillas—. Me han excluido. Gracias a ti.

 

Me quedé mirándolo boquiabierta y di un paso atrás. No estaba sorprendida, pero tampoco estaba dispuesta a cargar con las culpas.

 

—No fui yo la que se dedicó a raptar chicas para entregárselas a un demonio a cambio de maldiciones —dije—. Tal vez deberías replantearte tu forma de entender las cosas, Sherlock.

 

él esbozó una sonrisa nada agradable. Mientras se daba la vuelta como si fuera a marcharse, a?adió:

 

—Si quieres hablar, estaré por aquí. —Yo estaba echando chispas, sin poder dar crédito a su invitación—. Bonito coche —concluyó mientras se marchaba con las manos metidas en sus enormes bolsillos.

 

—?Eh! —grité, a punto de echar a correr tras él, pero entonces pensé en Jenks y en el hecho de que lo hubieran excluido y desistí. Balanceándome sobre los talones, solté un sonoro suspiro. ?El departamento de la ética y la Moral había decidido excluirlo? ?Maldición! Jamás pensé que llegaran tan lejos. Había estado invocando demonios, pero aquello no era motivo para excluir a alguien. El motivo debía ser el rapto de aquella chica para realizar magia negra. La exclusión era algo tan grave como la propia palabra indicaba. Tom estaba metido en un buen lío, y conseguir que el departamento de la ética y la Moral reconsiderara una decisión era como sobrevivir a la amenaza de muerte de la SI. Estaba completamente solo, y si algún brujo se asociaba con él, correría la misma suerte.

 

Intentar ganarme la vida, pensé sin quitarle ojo. Probablemente había empezado a trabajar por su cuenta, dado que la SI ya no le encargaría ninguna misión, ni siquiera de extranjis. Y, por lo visto, no le va muy bien, me dije a mí misma al ver que se subía a un destartalado Chevy del 64.

 

Una vez se hubo marchado, me dirigí hacia la casa de los Tilson, pero me detuve en seco cuando me asaltó un presentimiento repentino. Tras revolver en mi bolso, saqué el llavero y el amuleto para detectar magia letal que colgaba de él. Aquel objeto me había salvado la vida en un par de ocasiones, y Tom tenía motivos de sobra para querer acabar conmigo.

 

—Rachel… —se quejó Jenks cuando empecé a caminar lentamente alrededor del coche.

 

—?Quieres saltar por los aires reducido a un montón de pedacitos más peque?os que el polvo de hadas? —farfullé.

 

El pixie volvió a tirarme del pelo.

 

—?Pero si Tom no es más que un pardillo! —protestó.

 

Aun así, terminé el recorrido y respiré aliviada cuando comprobé que el amuleto seguía mostrando un agradable y lozano color verde. Tom no había hechizado mi coche, pero a pesar de todo, mientras volvía hacia la casa acordonada y cruzaba la calle, me quedó una sensación de desasosiego. Y no se debía al hecho de tener un nuevo competidor en el mundo de los investigadores independientes. Tiempo atrás, mi deportivo había pertenecido a un agente de la SI al que habían matado colocándole una bomba en el coche. Obviamente, no se trataba del mismo vehículo, pero el caso es que se lo habían cargado.

 

Y yo podría acabar de la misma manera sin apenas darme cuenta. Tom no había dejado un hechizo en mi coche, pero no tenía nada de malo pedirle a Glenn que mandara a uno de sus perros para olfatearlo. Acompa?ada por el sonido de los tacones de mis botas, llegué hasta la puerta del garaje y entré. Jenks soltó un fuerte suspiro, pero aunque quedara como una cobarde paranoica, estaba decidida a pedirle a Glenn que me llevara a casa en su coche.

 

Había dejado de comportarme como una estúpida inconsciente en temas tan escabrosos como aquel.

 

 

 

 

 

4.

 

 

Cerca de las escaleras que conducían al interior de la casa, había varios juguetes de plástico de gran tama?o y colores vivos. A juzgar por su aspecto, habían utilizado el trineo infantil, pero el resto eran objetos para el verano todavía sin estrenar. Por lo visto, habían sido unas Navidades muy fructíferas.