Bruja blanca, magia negra

Sin embargo, el chico que estaba a mi lado emitió un sonido grosero, y Jenks me tiró del pelo cuando comentó a su amigo en tono malicioso:

 

—?Si ni siquiera los conocía! Ese tío es repulsivo y le zurra a su mujer.

 

—Ya lo he pillado —susurré al pixie para que dejara de tirarme del pelo. La investigación lenta y minuciosa estaba bien, pero quería encontrarlos antes de que el sol se convirtiera en una nova.

 

Con una sonrisa, me volví y descubrí a un chaval que tenía un gorro de lana negro con el emblema de los Howlers. Animada por la muestra de solidaridad con el Inframundo, sentí que me invadía una insólita oleada de afinidad. No llevaba abrigo, y tenía las manos metidas en los bolsillos de los vaqueros.

 

—?Le zurra? —pregunté sonriendo a su amigo para animarlo a que entrara en la conversación—. ?Tú crees?

 

—No lo creo, lo sé —respondió sin titubeos. Apenas se dio cuenta de lo que había dicho, empezó a ponerse nervioso. Supuse que debía ir al instituto, así que desplegué todos mis encantos de mujer madura que seduce a jovencitos.

 

—?Ah, sí? —exclamé a punto de echarme encima de él cuando el gentío se agitó al ver que el reportero se ponía a buscar carne fresca—. ?No te parece flipante que la gente cuente una cosa delante de las cámaras y que luego, en el bar, digan lo que de verdad piensan?

 

El joven esbozó una sonrisa de satisfacción. Era evidente que pensaba que le echaba más a?os de los que en realidad tenía.

 

—Así me gusta, Rachel —dijo un impresionado Jenks desde debajo de mi gorro—. Sácale todo lo que puedas.

 

—Entonces, ?los conocías? —pregunté agarrándolo por el brazo y apartándolo de los tipos de los informativos. Aun así, no me alejé demasiado para no abandonar el ambiente que había creado la presencia de la furgoneta, pero me volví de modo que, en caso de que la cámara nos apuntara, solo captara mi espalda. Su amigo se había quedado atrás, y en ese momento estaba dando saltos intentando aparecer en el fondo de la imagen. Tampoco llevaba abrigo, y pensé que era muy injusto que no tuvieran frío cuando a mí se me estaba helando el culo. Los brujos teníamos una tolerancia al frío mucho menor que el resto, a excepción, claro está, de los pixies.

 

—Tú no eres una reportera —dijo, y sonreí, alegrándome de que fuera más listo de lo que me había parecido en un principio.

 

—Pertenezco a Encantamientos Vampíricos —dije revolviendo en mi bolso hasta que encontré una tarjeta de visita medio doblada y se la tendí—. Me llamo Rachel. Rachel Morgan.

 

—?No jodas! —De pronto su rostro adoptó una expresión más animada—. Me llamo Matt y vivo ahí enfrente. He oído hablar de ti —a?adió dando unos golpecitos a la tarjeta que tenía en la mano—. ?No eres tú la que sale en ese vídeo arrastrando…?

 

—Arrastrando el culo por toda la calle —dije terminando la frase por él y ajustándome el gorro para que entrara un poco de aire frío y hacer que Jenks dejara de reírse—. Sí, soy yo. Pero no es cierto que me dedique a invocar demonios. Al menos, no mucho.

 

—?Qué guay! ?Yo alucino! —exclamó. Parecía que había crecido diez centímetros de golpe—. ?Estás intentando localizar a los Tilson?

 

Un subidón de adrenalina me provocó un escalofrío. Edden no me había dicho cómo se llamaban.

 

—Efectivamente. En este momento es nuestro principal objetivo. ?Sabes a dónde han ido?

 

él sacudió la cabeza, intentando parecer mayor de lo que era mientras miraba a su amigo con aires de superioridad.

 

—No, pero son gente muy rara. Toda la familia. En verano les corté el césped. él trabaja de conserje en mi instituto. Dice que es alérgico a la hierba. —Matt esbozó una sonrisa burlona—. Aunque, si quieres que te dé mi opinión, es alérgico al trabajo. Pero si lo cabreas, empiezan a pasarte cosas extra?as.

 

Yo lo miré con los ojos muy abiertos.

 

—?Te refieres a magia? Quizás, tal y como sospecha Ivy, sean inframundanos.

 

Matt negó con la cabeza y pareció indispuesto.

 

—No. Más bien cosas como encontrarte a tu perro muerto. Pero su mujer es aún más rara. No se la ve mucho. Se pasa la mayor parte del día dentro de casa con su hija. Mi madre habló con ella una vez, y no le dejó tocar a la ni?a.

 

—?En serio? —pregunté esperando que me contara más cosas.

 

—Y la peque?a es tan rara como ellos —a?adió echando un vistazo a su amigo—. Tiene unos extra?os ojos azules que te siguen por todas partes. No dice ni una palabra, casi como si fuera sorda. Su madre nunca la deja en el suelo. La se?ora Tilson es la que lleva los pantalones en esa casa. No tengo ninguna duda.