Bruja blanca, magia negra

—Lo dices porque… —lo alenté, y Matt inclinó la cabeza.

 

—El a?o pasado, alguien les metió un petardo en la cisterna del inodoro del servicio de atrás y lo llenó todo de porquería. Tilson se puso a gritar que iba a matar a alguien. Yo tenía que ir a cortarles el césped al día siguiente y, aunque estaba muerto de miedo, mi padre me obligó. Ese tío está pirado. Estaba convencido de que yo sabía quién le voló la taza del váter y me arrinconó contra la valla. ?Dios! Creí que me iba a matar. Pero, entonces, salió su mujer y se puso más suave que un guante. Incluso se disculpó. Es más baja que tú, pero le bastó llamarlo por su nombre para que se comportara como un perrito faldero.

 

Gui?é los ojos, mientras las ideas se agolpaban en mi mente. El se?or Tilson era un maníaco homicida que vivía resentido, mientras que su se?ora llevaba las riendas de la relación. Y la ni?a tenía algo raro. Tal vez se trataba de vampiros vivos.

 

—?Cuántos a?os tiene la ni?a? —pregunté para que siguiera hablando. Aquel chico era una mina de oro.

 

Matt se quedó pensativo.

 

—No sé. Uno, quizás. Mi madre dice que se acabará convirtiendo en una mocosa malcriada, y que la se?ora Tilson no debería esperar cinco a?os a tener otro, como parece que es su intención. Por lo visto, lo hace por razones médicas. Según le contó a mi madre, le gustaría tener cinco o seis.

 

—?Cinco o seis? —exclamé, sinceramente sorprendida. Es posible que los Tilson fueran hombres lobo y que la mujer perteneciera a una manada dominante. Pero ?qué motivos podían tener para espaciarlos más de cinco a?os?—. Eso es mucho tiempo.

 

—Y tanto —convino el chaval en tono de burla—. Yo no pienso tener hijos, pero si alguna vez los tuviera, preferiría que fueran seguidos. Lo mejor es zanjarlo cuanto antes. No quiero encontrarme con sesenta a?os y seguir cambiando pa?ales.

 

Me encogí de hombros. Robbie y yo nos llevábamos ocho a?os, y no me parecía que tuviera nada malo. Había participado en mi educación tanto como mis padres, y no tenía ninguna queja al respecto. Pero mi madre era una bruja, de manera que cambiar pa?ales a la edad de sesenta a?os era lo más normal del mundo. Aquello apuntaba cada vez más a que la agresión a Glenn tenía que ver con inframundanos.

 

—Gracias —dije. De repente, sentí la necesidad de entrar en la casa. Jenks debía de estar congelándose—. Ahora tengo que irme, pero te estoy muy agradecida. Tus palabras han sido de gran utilidad.

 

Al ver la expresión de decepción de su rostro, a?adí con una sonrisa:

 

—?Oye! Cuando llegue la primavera, podría necesitar a alguien que me corte el césped. —Entonces vacilé unos segundos—. Si no te parece demasiado extra?o, claro está. Mi número está en la tarjeta.

 

A él se le iluminó la cara.

 

—?Oh, sí! Sería genial —respondió. Entonces miró a la casa y concluyó—: No creo que mi padre me deje volver a cortar el de ellos.

 

—Pues llámame. ?Qué te parece en abril? —sugerí. él asintió—. Gracias de corazón, Matt. Me has ayudado mucho.

 

—De nada.

 

Tras dedicarle una última sonrisa, me marché y, cuando miré por encima de mi hombro, vi que estaba susurrándole algo a su amigo y que ambos observaban mi número de teléfono con los ojos muy abiertos.

 

—?Te encuentras bien, Jenks? —pregunté, mientras me alejaba de las luces y regresaba al garaje. ?Joder! Ivy iba a flipar cuando supiera lo que acababa de averiguar.

 

—Sí —respondió agarrándose con más fuerza a mi pelo—, pero preferiría que fueras más despacio. A menos que quieras que vomite en tu pelo.

 

Inmediatamente, aminoré la marcha y di un traspié al subir el bordillo sin mirar para no tener que inclinar la cabeza. Jenks soltó un taco, pero el pulso se me aceleró cuando alcé la vista. Mi inquietud no se debía al hecho de haber estado a punto de caer, sino a la persona que estaba de pie junto a mi coche, observándolo detenidamente.

 

Se trataba de Tom Bansen. No podía ser otro. El mismo que había hecho todo lo que estaba en su mano para que Al me matara.

 

—?Joder! ?Es Tom! —dije. Y, echando a correr hacia él, le grité—: ?Aléjate de mi coche!

 

—?El muy hijo de puta! —exclamó Jenks— ?Qué co?o está haciendo aquí?

 

—No tengo ni idea —respondí aminorando el paso conforme me aproximaba—, pero será mejor que te estés calladito. Si te descubre, solo tiene que quitarme el gorro de un tirón para dejar viuda a Matalina.