Bruja blanca, magia negra

Taconeando con paso firme, mi compa?era rodeó el coche, y la seguí hasta la peque?a casa. Habían retirado los doce centímetros de nieve formando peque?os montículos, pero en un rincón del jardín todavía se alzaba un mu?eco de nieve de aspecto triste y de casi un metro de altura con la cara medio derretida y un sombrero que le cubría los ojos. Las cortinas estaban descorridas, y los rectángulos de luz amarillos sobre la nieve empezaban a hacerse evidentes. Las luces rojas y verdes que decoraban la casa de un vecino creaban un extra?o contraste, y en ese momento pude oír la conversación de la pareja de la esquina. Muerta de frío, me recoloqué el asa del bolso sin dejar de caminar.

 

Cada vez había más vecinos que abandonaban sus casas para curiosear, y sentí que me invadía la indignación cuando vi las luces de una furgoneta con una antena avanzando lentamente bajo las farolas.

 

Mierda. ?Ya están aquí? Me hubiera gustado charlar con los vecinos antes de que los reporteros les llenaran la cabeza de ideas sensacionalistas, en lugar de realistas. Estaba segura de que Edden habría interrogado a los más allegados, pero su gente no les habría hecho las preguntas cuyas respuestas me interesaban.

 

—Allí —me indicó Ivy entre dientes, y seguí su mirada en dirección a la oscura sombra que salía de la puerta lateral del garaje en dirección a donde nos encontrábamos.

 

—?Eh! ?Hola! —exclamé, adoptando un tono agudo para dar la impresión de que éramos inofensivas. ?Como si fuera cierto!—. Edden nos pidió que nos pasáramos. Somos de Encantamientos Vampíricos.

 

?Nos pidió? Más bien podría decirse que lo habíamos obligado, pero tampoco hacía falta entrar en detalles.

 

El joven agente de la AFI encendió las luces del exterior y el crujiente camino asfaltado se iluminó con un brillo artificial.

 

—?Me permiten ver sus credenciales? —preguntó. Seguidamente pareció caer en la cuenta de algo—. ?Ah! ?Vosotras sois la bruja y la vampiresa! —exclamó metiéndose una carpeta sujetapapeles bajo el brazo.

 

Desde debajo de mi gorro se oyó una voz de fastidio que a?adía:

 

—Y un pixie congelado. ?Podrías darte prisa, Rachel? Creo que se me han caído las pelotas.

 

Yo reprimí un gesto de desagrado y lo sustituí por una sonrisa fingida. Hubiera preferido que nos conocieran por el nombre de nuestra sociedad, y no como ?la bruja y la vampiresa?, pero al menos Edden les había avisado de que pasaríamos. Quizás no iba a ponernos tantas trabas para que lo auxiliáramos. Observé el lenguaje corporal del agente, pero fui incapaz de dilucidar si su impaciencia se debía a la reciente desconfianza de la AFI o a que tenía frío.

 

—Así es, Encantamientos Vampíricos. Hemos venido para averiguar si existe alguna conexión con el Inframundo —aclaré antes de que Ivy adoptara una actitud vampiresca. No ayudaría que se pusiera a proyectar un aura y le pegase un susto de muerte, por muy entretenido que pudiera resultar.

 

—?Podemos entrar? —preguntó en un tono algo amenazante, y Jenks se rió por lo bajo.

 

—Por supuesto. —El agente tenía la cabeza baja mientras anotaba algo—. Pero antes tendréis que colocaros unos protectores para el calzado.

 

Ivy, que se encontraba ya a medio camino de la puerta del garaje, se puso rígida. No le había hecho ninguna gracia que nos tratara como si no supiéramos cómo comportarnos en la escena de un crimen. Miré hacia la calle, sin saber muy bien qué hacer. El personal de los informativos había comenzado la tarea, y el enorme foco que habían encendido atraía a la gente como si fuera una hoguera.

 

—Ummm…, Ivy… —murmuré.

 

Ella vaciló y, apoyando su larga mano enguantada sobre la puerta, me miró con una sonrisa ladeada.

 

—?Quieres ir a hablar con ellos? —Yo asentí con la cabeza, y entonces a?adió—: ?Crees que estarás bien, Jenks?

 

—?Oh, mierda! —mascullé. Me había olvidado por completo de él.

 

—?No os preocupéis por mí! —gru?ó, y sentí un tirón de pelo cuando se puso cómodo—. Las cosas no van a cambiar ahí dentro, y me gustaría oír lo que tienen que decir los vecinos. Chismorreos, Ivy. Ahí es donde está la verdad. Lo que importa son los chismorreos.

 

Yo no tenía ni idea de chismorreos, pero si decía que no suponía ningún problema para él, prefería escuchar las primeras impresiones antes que un montón de comentarios viciados y repetidos mecánicamente después de que todo el mundo hubiera tenido oportunidad de recapacitar.

 

Ivy frunció el ce?o. Era evidente que opinaba que la mejor manera de resolver un crimen era reunir pruebas y no con un confuso pu?ado de intuiciones y presentimientos, pero se limitó a encogerse de hombros y a entrar en la casa mientras yo me adentraba en la oscuridad de la noche.

 

Caminando a paso ligero, encontré un hueco detrás de la creciente multitud, mientras intentaba mantenerme fuera de las cámaras. Probablemente Jenks oía el doble que yo, y me puse de puntillas para echar un vistazo al hombre del abrigo de pa?o y mejillas sonrosadas que el reportero estaba entrevistando. Teniendo en cuenta que todavía no eran las seis, era bastante improbable que estuvieran retransmitiendo en directo, de manera que me aproximé algo más, tras abrirme paso a empujones.

 

—Gente de bien —explicaba con los ojos brillantes por la emoción—. Una pareja muy agradable. Eran muy reservados y jamás dieron ningún problema.

 

Alcé las cejas y Jenks soltó un bufido. Aquello sonaba a que se trataba de inframundanos.