Bruja blanca, magia negra

—Fue ahí —dijo mirando por encima de mi hombro en dirección al salón—. Todo el resto parece intacto.

 

Agité el brazo para que me soltara y me apoyé en la pared. Jenks batió las alas y vino a acurrucarse en mi bufanda, e Ivy sacudió la cabeza con incredulidad.

 

—No hay suficiente carga emotiva como para que alguien haya sufrido una agresión semejante —sentenció—. ?Y dices que sucedió esta ma?ana? Imposible.

 

Edden torció el gesto y yo miré a Ivy. Los vampiros podían percibir las feromonas que flotaban en el aire y hacer una valoración cualitativa de las emociones a las que habían dado rienda suelta las personas, aunque no resultara muy exacta en cuanto a la cantidad. Por la expresión de Edden, imaginé que conocía aquella habilidad, pero que no confiaba en ella. Tampoco los tribunales, pues desestimaban los testimonios de los vampiros, a menos que hubieran recibido la preparación necesaria, estuvieran registrados y asistieran a un seminario trimestral sobre evaluación. Ivy no cumplía los requisitos, pero si ella hubiera dicho que en aquel lugar no se había producido ninguna pelea, yo la habría creído aunque nos hubiéramos topado con toda una pared ensangrentada.

 

—No hemos encontrado nada anormal en el resto de la casa —nos informó Edden, e Ivy frunció el ce?o—. Si os parece, puedo contaros lo que sí hemos descubierto mientras recorremos las demás habitaciones en busca de… emociones —concluyó.

 

Esbocé una sonrisa burlona. Ya veríamos cómo iban a reaccionar cuando supieran lo que había descubierto. Sin embargo, Ivy me indicó con la mirada que tuviera la boca cerrada y dejé escapar un suspiro. De acuerdo… Esperaré.

 

—Soy todo oídos —dijo a Edden, recorriendo los escasos metros de pasillo. Caminaba dando largos pasos con aire decidido, y el agente que se encargaba de recoger pruebas con la aspiradora se apoyó contra la pared para dejarle pasar. En primer lugar, entró en un pulcro y opulento dormitorio, decorado con almohadones, ricos drapeados, alfombrillas y hermosos objetos que rodeaban lo que parecía una antigua alcoba de madera tallada. Los cajones estaban abiertos y era evidente que en el armario faltaban algunas perchas. El indiscutible toque femenino no cuadraba mucho con el resto de la casa. Más bien, no pegaba ni con cola, salvo por la bola de cristal, los calcetines y el adorno navide?o.

 

—La hipoteca está a nombre del se?or y la se?ora Tilson —explicó Edden balanceándose sobre los talones con las manos en los bolsillos, dejando claro que no le interesaba la incongruencia de los estilos decorativos—. Son humanos —a?adió.

 

Yo estuve a punto de llevarle la contraria, pero me mordí la lengua.

 

—él y su mujer compraron la casa hace, aproximadamente, un a?o y medio —continuó, y Jenks soltó un bufido que solo yo escuché—. Ella no trabaja fuera de casa para poder cuidar de la ni?a, pero hemos descubierto que Holly está inscrita en tres guarderías diferentes. El marido trabaja de conserje, tras retirarse después de ejercer de profesor de ciencias en Kentucky. Imagino que solicitó la jubilación anticipada y que quería tener algo que lo mantuviera entretenido y le sirviera para complementar la pensión.

 

?Como limpiar la mierda de las paredes del ba?o de los chicos? ?Oh, sí! Aquello tenía mucho sentido.

 

—Hemos pinchado el teléfono y estamos comprobando los movimientos de las tarjetas de crédito —explicó Edden mientras Ivy se movía a hurtadillas por la habitación—. De momento no hemos podido localizar a ningún familiar, ni de ella ni de él, pero en estas fechas mucha gente está fuera por vacaciones y nos está llevando mucho tiempo conseguir información.

 

De pronto dejó de hablar y se quedó mirándome fijamente.

 

—?Por qué estás sonriendo?

 

Me puse seria de inmediato y forcé un gesto de inocencia.

 

—Por nada. ?Qué más habéis descubierto?

 

—Poca cosa —respondió sin quitarme un ojo de encima—. Pero los encontraremos.

 

Ivy se alejó del mobiliario como si fuera una sombra y, tras apartar las cortinas con un bolígrafo, asintió con la cabeza al ver el distintivo de una empresa de seguridad pegado en la ventana.

 

Ella no quiso saber nada. Su brillante ropa de cuero le daba el aspecto de una asesina a sueldo muy bien pagada frente a la elegante decoración oculta en las profundidades de la casa. Alguien tenía un gusto exquisito, y no creía que fuera el conserje Tilson. Tal vez Tilson el matón.

 

—Aquí tenéis una fotografía reciente —dijo Edden entregándome una copia del carné de la escuela de Tilson. Jenks me pegó un buen susto cuando saltó desde los suaves pliegues de hilo y se quedó suspendido sobre el trozo de papel de tama?o folio. La imagen estaba borrosa, pero según la tarjeta de identificación, tenía el pelo rubio y los ojos azules. Mostraba una expresión seria, con algunas arrugas, y tenía unas pocas entradas.