Bruja blanca, magia negra

—?Te encuentras bien? —preguntó, y ella cerró por un instante sus ojos levemente almendrados.

 

—No —respondió ella a punto de echarse a llorar—. Aunque la se?ora Tilson estuviera enga?ando a su marido, el sospechoso sabía dónde golpear exactamente a Glenn para dejarlo maltrecho pero sin matarlo. La casa está limpia hasta rozar la obsesión, pero se han gastado demasiado dinero en la ni?a y en la mujer como para que él sea un maltratador. ?Por el amor de Dios! Ese tipo ni siquiera tiene un mando para la televisión —dijo apuntando hacia el salón—, pero usan sábanas de seda y han comprado un ordenador para bebés.

 

—?Crees que la culpable pudo ser la mujer? —la interrumpí, e Ivy frunció el ce?o.

 

A Edden, sin embargo, pareció interesarle esa posibilidad.

 

—Si es una inframundana, tal vez una vampiresa viva, podría haberlo hecho. Sabría cómo causar dolor sin provocar lesiones graves.

 

Ivy emitió un gru?ido de desacuerdo.

 

—Yo sería capaz de olfatear la visita de un vampiro, imagínate si viviera aquí —dijo.

 

No obstante, seguía teniendo mis dudas. El a?o pasado no habría creído en la posibilidad de que existiera un hechizo capaz de ocultarle el aroma de un inframundano a otro, pero mi madre había conseguido que mi padre oliera a brujo durante todo su matrimonio.

 

Me quedé allí de pie intentando averiguar lo que había pasado, y tanto Jenks como yo nos sobresaltamos cuando Edden dio una sonora palmada.

 

—Fuera de aquí —dijo de pronto, y yo protesté cuando empezó a empujarme hacia el pasillo—. Ivy, Jenks y tú podéis quedaros, pero, Rachel, necesito que salgas de aquí.

 

—?Espera un momento! —protesté, pero él siguió empujándome mientras gritaba a alguien que trajera la aspiradora. Ivy se limitó a encogerse de hombros, y me sonrió a modo de disculpa—. Lo siento, Rachel —dijo Edden cuando llegamos al salón, mirándome con ojos divertidos—. Si quieres, puedes husmear en el garaje.

 

—?Cómo? —exclamé. Sabía que odiaba el frío, y me lo estaba ofreciendo porque estaba seguro de que no me interesaría—. ?Por qué dejas que Ivy se quede a colaborar?

 

—Porque sabe cómo manejarse.

 

Aquello había sido una grosería.

 

—?Serás imbécil! ?He sido yo la que ha encontrado la lágrima! —exclamé deteniéndome bajo el arco del salón y observando que todos se ponían a murmurar sobre el nuevo curso de los acontecimientos. Algunos incluso volvieron la cabeza, pero no me importó. Se estaban librando de mí.

 

El rostro de Edden se oscureció por la emoción contenida, pero se calló lo que estaba a punto de decir cuando Alex, el agente que había enviado a vigilar mi coche, entró echando vaho por la boca y con las botas cubiertas de nieve.

 

—La unidad canina no va a poder examinar tu coche hasta dentro de un par de horas —dijo nerviosamente, al percibir la rabia con que me miraba Edden—. Acaban de descubrir un alijo de azufre en el aeropuerto de los Hollows.

 

Me sobresalté al descubrir a Ivy a mi lado.

 

—?Qué le pasa a tu coche? —preguntó.

 

Me aparté el pelo de la cara con un bufido.

 

—He pillado a Tom Bansen justo delante —expliqué—, y me ha entrado la paranoia.

 

Ivy sonrió.

 

—No te preocupes por él —dijo—. Estás bajo la protección de Rynn Cormel. No se atrevería.

 

A menos que los vampiros también me quieran muerta, pensé. Entonces me volví hacia el capitán de la AFI.

 

—Edden… —me quejé, pero él me puso una mano en el hombro y me condujo hacia la cocina.

 

—Alex, acompa?a a casa a la se?orita Morgan —dijo—. Rachel, te llamaré si te necesitamos. Si no quieres marcharte, puedes quedarte en la cocina, pero esto va a llevar varias horas. Probablemente, hasta ma?ana por la ma?ana. En mi opinión, es mejor que te vayas a casa.

 

No le estaba diciendo a Ivy que se fuera a casa. Inspiré profundamente para lamentarme de nuevo, pero alguien lo llamó por su nombre y, antes de que pudiera darme cuenta, había desaparecido dejando tras de sí un leve olor a café.

 

Un familiar aleteo hizo que dirigiera mi atención hacia Jenks, que volaba hacia mí desde lo alto del marco de un cuadro.

 

—Lo siento de veras, Rachel —dijo.

 

Me apoyé en la pared, disgustada.

 

—Voy a quedarme —dije alzando la voz lo suficiente para que todos me oyeran, y Alex suspiró aliviado y se acercó a la rejilla de la calefacción más cercana.

 

—?Por qué no le ha dicho a Ivy que se marche? —pregunté a Jenks a pesar de que conocía de sobra la respuesta. Tenía envidia de que ella, una vampiresa que en una ocasión había dado una paliza a todos los agentes de la AFI que llenaban un piso, encajara mejor que yo, una bruja que les había ayudado a capturar al vampiro maestro de la ciudad. Yo no tenía la culpa de que Skimmer se lo hubiera cargado.