Bruja blanca, magia negra

Con expresión desconcertada, me giré para mirar a la pared de la casa como si pudiera atraer a Ivy solo con el pensamiento. ?Había tenido a su primera hija con más de cuarenta a?os y quería cinco más? ?Esperando cinco a?os entre uno y otro?

 

Tenía que ser una inframundana. Las brujas vivían ciento sesenta a?os, y podían tener hijos prácticamente en cualquier momento de su vida, a excepción de los primeros y los últimos veinte a?os. Tal vez aquel era el motivo de los conflictos familiares. ?Habría descubierto el se?or Tilson que su mujer era una bruja? Pero allí no olía a bruja, ni tampoco a vampiro o a hombre lobo.

 

Con un suspiro, dejé el libro a un lado y me puse a revolver en la caja hasta que encontré otro en el que se leía ?Joshua Tilson?. Su colegio había decidido tirar la casa por la ventana y hacer las tapas de polipiel. ?Qué bonito!

 

Joshua se había graduado en el Estado de Kentucky el mismo a?o que Clair. Inmediatamente hojeé las páginas en busca de una imagen. De pronto abrí la boca y un escalofrío hizo que se me tensaran todos los músculos. Lentamente acerqué la página a mi nariz deseando que hubiera algo más de luz. Joshua no se parecía en nada a la foto que me había ense?ado Edden.

 

Paseando la vista por los objetos que me rodeaban, recordé el comentario de Edden sobre la jubilación de Tilson. A continuación pensé en la queja de Matt que consideraba que aquel hombre podía perfectamente cortar el césped de su jardín, su arrebato de rabia, lo joven que era su familia, y que pensaran tener muchos hijos. Aquella gente había puesto en el garaje un montón de cosas que no querían tener en casa, pero que tampoco podían tirar, porque alguien podría haberlas encontrado.

 

No creía que las personas que vivían allí fueran el se?or y la se?ora Tilson. Eran unos impostores, y no habían podido llamar a una ambulancia por miedo a que los descubrieran, de manera que habían huido.

 

Un escalofrío me recorrió de arriba abajo, haciendo que me temblaran hasta las puntas de los dedos.

 

—?Ivyyy! —grité—. ?Ivy! ?Tienes que ver esto!

 

Durante unos segundos agucé el oído, y descubrí que no venía. Enfadada, agarré el libro y me puse en pie. Las rodillas se me habían agarrotado por el frío, y estuve a punto de caerme, aunque conseguí recuperar el equilibrio justo en el momento en que Ivy asomaba la cabeza.

 

—?Has encontrado algo? —preguntó con expresión divertida.

 

Su comentario no había sido ??todavía estás aquí?? o ?creí que te habías ido?, sino ??has encontrado algo??. Y no se estaba riendo de mí, sino de Edden, que estaba detrás de ella.

 

Esbocé una sonrisa para indicarle que sí que había averiguado algo.

 

—El que agredió a Glenn no fue el se?or Tilson —sentencié con aire de suficiencia.

 

—Rachel… —comenzó Edden, y alcé triunfante el anuario y me acerqué a ellos.

 

—?Tenéis ya los resultados de la toma de huellas? —pregunté.

 

—No. Se necesita casi una semana…

 

—Asegúrate de que las cotejan con las de los criminales inframundanos conocidos —dije, tendiéndole el libro, aunque fue Ivy la que lo cogió—. No las encontrarás si las comparas con la ficha del se?or Tilson. Suponiendo que tenga una. Creo que los Tilson están muertos, y quienesquiera que vivieran aquí se apropiaron no solo de sus nombres, sino también de sus vidas.

 

 

 

 

 

5.

 

 

—?Gracias, Alex! —grité, despidiéndome con la mano del agente de la AFI, mientras se adentraba con su coche en la sombría y silenciosa calle cubierta de nieve tras dejarme en la acera de delante de mi iglesia. Ivy se encontraba ya a mitad del camino de entrada, impaciente por regresar a su guarida, donde tenía sus acorazados recursos para hacer frente a la situación. Había permanecido en silencio durante todo el trayecto de vuelta a casa, y no creía que se debiera al hecho de que tuvieran que traernos porque yo era demasiado gallina para abrir mi coche y comprobar si saltaba por los aires.