Bruja blanca, magia negra

Al verla dispuesta a marcharse, apilé los libros encima de una mesa. El sonido sordo de una mu?eca de cartón al caer al suelo llamó mi atención y me agaché para recogerla. El espléndido libro con solapas era demasiado extravagante para una casa tan peque?a en un barrio deprimido, pero después de ver el dormitorio, no me sorprendió. Era obvio que no escatimaban en gastos cuando se trataba de la ni?a. Las piezas no encajaban. Nada de aquello tenía sentido.

 

Jenks se dirigió rápidamente al hombro de Ivy, con el claro objetivo de animarla. Sin embargo, ella no quiso saber nada y lo despachó agitando la mano en el aire. Edden me esperó junto a la puerta mientras pasaba las páginas del libro para devolver la mu?eca a su sitio, pero en el peque?o bolsillo había un bulto duro.

 

—Un segundo —dije, usando dos dedos para intentar sacarlo. No sabía muy bien por qué, pero la mu?eca tenía que volver a su camita, y yo era la única que podía hacerlo. Eso era lo que decían las letras de gran tama?o. Me sentía melancólica, de modo que Edden podía esperar.

 

No obstante, cuando mis dedos tocaron el peque?o bulto del bolsillo, los retiré de golpe y me los metí en la boca antes de saber lo que estaba haciendo.

 

—?Au! —grité sin sacarme los dedos, y me quedé mirando el libro, que había caído sobre la silla.

 

La expresión de Edden se volvió recelosa, y Jenks vino volando hasta donde me encontraba. Ivy se paró en seco en el umbral, con los ojos negros por la descarga de adrenalina que yo acababa de sufrir. Avergonzada, me saqué los dedos y apunté hacia el libro.

 

—?Hay algo ahí dentro! —dije temblando por dentro—. Se ha movido. Hay algo dentro de ese libro. ?Y tiene pelo! Y está caliente, y me ha dado un susto de muerte.

 

Ivy volvió a entrar en la habitación, pero fue Edden el que sacó un bolígrafo y se puso a escarbar en el bolsillo. Los tres nos encorvamos sobre el cuento mientras que Jenks aterrizó cerca y se inclinó para echar un vistazo.

 

—Es una piedra —dijo incorporándose y mirándome desconcertado—. Una piedra negra.

 

—?Tenía pelo! —exclamé dando un paso atrás—. ?Y se movía!

 

Edden introdujo de nuevo el bolígrafo y sacó un trozo de cristal negro que brillaba bajo la luz de la lámpara.

 

—Aquí tienes a tu ratón —declaró secamente, y yo sentí que la sangre se me helaba cuando me di cuenta de lo que era.

 

Nos encontrábamos ante una lágrima de banshee. Una jodida lágrima de banshee.

 

—?Es una lágrima de banshee! —exclamamos Ivy y yo al unísono, y Jenks soltó un gritito y se puso a revolotear como un loco entre las dos hasta que, finalmente, aterrizó en mi hombro.

 

Reculé, retorciéndome la mano como si pudiera borrar el haberla tocado. ?Maldición! He tocado una lágrima de banshee. ?Oh, mierda! Y, probablemente, podía servir como prueba.

 

—?Te ha parecido que tenía pelo? —preguntó el pixie. Hice un gesto de asentimiento y me miré las yemas de los dedos. No mostraban nada extra?o, pero la idea de haber tocado una lágrima de banshee me daba pánico.

 

Lentamente, la expresión de desconcierto de Edden se desvaneció.

 

—He oído hablar de ellas —dijo, empujándola con la punta del bolígrafo. Seguidamente se irguió por completo y me miró a los ojos—. Esta es la razón por la que no se percibía ninguna emoción, ?verdad?

 

Asentí, decidiendo que también explicaba por qué la casa tenía el aspecto de un hogar, pero no acababa de convencerme. La lágrima de banshee lo explicaba todo. Había aspirado cualquier rastro de amor.

 

—Las dejan en los lugares donde es probable que exista una fuerte carga emotiva —expliqué preguntándome por qué Ivy estaba tan pálida. Mejor dicho, más pálida de lo habitual—. En ocasiones inclinan la balanza hacia un lado, empeorando las cosas; como si hicieran que la gente se alterara aún más. La lágrima lo absorbe todo, y el banshee regresa para recogerla.

 

Y yo la había tocado. ?Puaj!

 

—?Esto lo ha hecho un banshee? —preguntó Edden dejando escapar su rabia a través de una grieta en la capa de serenidad que lo recubría—. ?Provocó que ese tipo le diera una paliza a mi hijo?

 

—Probablemente no —le respondí pensando en lo que Matt me había contado y dirigiendo la mirada hacia Ivy—. Que la se?ora Tilson enga?ara a su marido es razón más que suficiente para que un banshee dejara una lágrima. Apuesto lo que quieras a que se coló en la casa haciéndose pasar por una canguro o algo parecido.

 

En aquel momento observé la lágrima, oscura y pesada, almacenando las emociones de la agresión a Glenn, y sentí un escalofrío al recordar la calidez que desprendía.

 

—La SI tiene una lista de todos los banshees de Cincinnati —dije—. Se puede analizar la lágrima para descubrir cuál de ellos lo hizo. Es posible que sepa su paradero. Por lo general, escogen cuidadosamente a sus víctimas y si los rendimientos son buenos, las siguen adonde quiera que vayan. Aunque prefieren alimentarse de forma pasiva, pueden dejar exprimida a una persona en cuestión de segundos.

 

—Tenía entendido que era ilegal —dijo Edden guardando el cristal en una bolsa de pruebas y cerrándola herméticamente.

 

—Lo es. —La voz de Ivy sonaba suave, pero daba la impresión de que no se encontraba bien.

 

Jenks también percibió su estado de ánimo.