Bruja blanca, magia negra

—?Quieres que prepare algo de comer? —pregunté al darme cuenta de que era casi medianoche.

 

Ella se encogió de hombros y miró de reojo las facturas.

 

—Sí, claro.

 

Sabía que le sacaba de quicio, así que dejé el correo donde estaba, debajo de mi bolso, y me puse en pie de nuevo con intención de sacar una sopa de tomate y unas galletas saladas con sabor a queso. En caso de que le apeteciera algo más, lo diría. Al sacar una lata de sopa de los estantes de la despensa, sentí una punzada de preocupación. A Glenn le gustaban los tomates. ?Oh, Dios! Esperaba que se pusiera bien; que se hubiera quedado sin conocimiento me tenía preocupada.

 

Mientras me hacía con un abrelatas, Ivy pinchó con el ratón sobre un par de direcciones web. A continuación me quedé mirando indecisa las cazuelas de cobre donde preparaba los hechizos y opté por utilizar un cazo algo más mundano. Mezclar la magia con la comida no era una buena idea.

 

—?Investigando? —pregunté, consciente de que su silencio se debía a que todavía estaba disgustada por algo.

 

—Estoy buscando banshees —se limitó a responder, y esperé que no fuera consciente de lo mona que estaba con el extremo del bolígrafo entre los dientes. Sus colmillos eran afilados, pero no se volverían largos hasta que estuviera muerta. Y hasta entonces, tampoco adquiriría la sensibilidad a la luz o la necesidad imperiosa de sangre para sobrevivir. Eso sí, le gustaba con locura, y a pesar de que le resultaba increíblemente difícil renunciar a ese placer, podía vivir sin ella.

 

La lata emitió un sonido metálico al abrirse, y yo suspiré.

 

—?Ivy? Lo siento.

 

Ella movió un pie hacia delante y hacia atrás, como si fuera la cola de un gato enfadado.

 

—?Qué es lo que sientes? —preguntó dócilmente y dejando de mover el pie cuando vio que lo había notado.

 

Que mis métodos hayan dado fruto antes que los tuyos, pensé. No obstante, lo que dije fue:

 

—?Por pedirte que te pasaras por el barco de Kisten?

 

Detestaba el tono interrogativo de mi voz, pero no tenía ni idea de lo que le molestaba tanto.

 

Ivy alzó la vista, y estudié la aureola marrón que rodeaba sus pupilas. Era amplia e intensa, lo que me indicaba que tenía las emociones bajo control.

 

—No pasa nada —dijo, y fruncí el ce?o, al percibir que había algo más detrás de sus palabras.

 

Dándole la espalda, sacudí la sopa solidificada, que cayó en el cazo con un golpe seco.

 

—Si quieres, puedo acompa?arte. No me importa. —En realidad sí que me importaba, pero ya tenía pensado ofrecerme.

 

—No hace falta. Lo tengo todo controlado —dijo en un tono más agresivo.

 

Suspiré y me puse a buscar una cuchara de madera. Ivy solía afrontar las situaciones embarazosas ignorándolas, y aunque yo no estaba en contra de evitar ciertos asuntos para hacer la convivencia más agradable, tenía tendencia a clavar estacas a los vampiros mientras dormían si pensaba que podía salir impune.

 

En aquel preciso instante sonó el teléfono y, cuando fui a cogerlo arrasando con todo lo que encontraba a mi paso, alcancé a ver su mirada asesina.

 

—Encantamientos Vampíricos —respondí educadamente—. ?En qué puedo ayudarle?

 

Tiempo atrás solía contestar dando mi nombre, pero había dejado de hacerlo después de la primera pintada.

 

—?Rachel? Soy Edden —dijo el capitán de la AFI con voz cascada—. Me alegro de que estés en casa. Estamos teniendo algunos problemas para sacar las huellas…

 

—?Ah siiií? —lo interrumpí mirando a Ivy con expresión burlona y girando el auricular para que pudiera oírle con la extraordinaria capacidad auditiva característica de los vampiros—. ?Quién lo iba a decir!

 

—Las han enviado varias veces a las oficinas equivocadas —prosiguió, demasiado concentrado como para percibir mi sarcasmo—, pero hemos descubierto que la lágrima de banshee pertenece a una tal Mia Harbor. Anda rondando por ahí desde que Cincinnati no era más que una granja de cerdos, y quería pedirte que te pasaras ma?ana, sobre las nueve, para ayudarnos a interrogarla.

 

Me recliné sobre la encimera con una mano en la frente. Lo que quería es que le llevara un amuleto de la verdad. Los humanos eran expertos en interpretar el lenguaje corporal, pero con una banshee era condenadamente difícil. O, al menos, eso tenía entendido. La SI nunca mandaba a los brujos a perseguir banshees.

 

Ivy me miraba con sus ojos marrones muy abiertos. Parecía sorprendida. Mejor dicho, estupefacta.

 

—Demasiado temprano —respondí preguntándome qué demonios le pasaba—. ?Qué te parece a mediodía?

 

—?A mediodía? —repitió—. Necesitamos actuar rápidamente.

 

Entonces, ?por qué me echaste a patadas precisamente cuando estaba haciendo progresos?

 

—Necesitaré toda la ma?ana para preparar un hechizo de la verdad. Esas cosas son caras. A menos que quieras encontrarte sobre tu mesa una factura por un valor de cinco mil dólares a la que habría que a?adir mis honorarios de asesoría.