Bruja blanca, magia negra

Dejé caer los hombros.

 

—Yo también lo echo de menos —susurré. Acto seguido me di la vuelta y vi su perfecto rostro paralizado por un profundo pesar. No podía hacer nada por evitarlo y, arriesgándome a provocar un malentendido, crucé la habitación—. Todo se va a arreglar —aseguré, tocándole el hombro brevemente antes de retirarme y dirigirme a la despensa a por las galletas saladas.

 

Cuando salí, Ivy tenía la cabeza gacha y, mientras yo sacaba dos cuencos y los colocaba junto con las galletas saladas sobre la mesa, tras apartar mi bolso y las cartas que había debajo, ella no dijo ni una palabra. Incómoda por el silencio, me situé de pie delante de ella, indecisa.

 

—Ummm…, estoy empezando a recordar algunas cosas —dije. Ella alzó la vista y clavó sus oscuros ojos en los míos—. No quise decírtelo delante de Edden porque Ford piensa que, cuando lo descubra, reabrirá el caso.

 

Sus pupilas parpadeaban levemente por el miedo, y de pronto, se me cortó la respiración. ?Ivy estaba asustada?

 

—?Qué es lo que has recordado? —preguntó, y sentí que se me secaba la boca. Ivy nunca se asustaba. Podía estar cabreada, fría, seductora e incluso, ocasionalmente, fuera de control, pero nunca asustada.

 

Me encogí de hombros, intentando adoptar una actitud despreocupada y, cuando reculé, una astilla de mi propio miedo se deslizó bajo mi piel.

 

—Estoy convencida de que fue un hombre. Lo he recordado hoy. Cuando intenté dispararle, agarró una bola de pintura sin romperla. Y después de que intentara escapar, me arrastró bocabajo por todo el pasillo. —Entonces me miré las yemas de los dedos y me llevé la mano al vientre. Con la vista puesta en el pasillo que había detrás de Ivy, susurré—: Intenté abrirme paso con las u?as a través de la pared.

 

—?Un hombre? —preguntó con una voz apenas audible—. ?Estás segura?

 

?Oh, no! Espero que no siga creyendo que fue ella, pensé mientras asentía con la cabeza, haciendo que todo su cuerpo se relajara de golpe.

 

—Ivy, ya te dije que no habías sido tú —le espeté—. ?Dios! ?Soy perfectamente capaz de reconocer tu olor, y te digo que no estuviste allí! ?Cuántas veces voy a tener que repetírtelo?

 

No me importaba que resultara realmente extra?o que supiera distinguir el olor de Ivy. ?Maldita sea! Llevábamos un a?o compartiendo casa. Ella conocía mi olor.

 

Ivy apoyó los brazos a ambos lados del teclado y apoyó la frente sobre el cuenco que formaba con las manos.

 

—Pensaba que había sido Skimmer —dijo secamente—. Creí que lo había hecho ella. Sigue sin querer verme, y pensé que era ese el motivo.

 

Sorprendida, me quedé mirándola con la boca entreabierta. Las cosas empezaban a cobrar sentido. Ahora entendía por qué Ivy no se había dejado los cuernos en encontrar al asesino de Kisten. Skimmer no solo había sido su mejor amiga del instituto, sino también su novia, y ambas habían compartido su sangre y sus cuerpos durante el periodo en que Ivy había estudiado en un internado de la costa Este. La inteligente y taimada vampiresa se había trasladado al Este para sacar a Piscary de prisión y, con un poco de suerte, convertirse en un miembro de una camarilla foránea para poder estar con Ivy; la eminente abogada no hubiera tenido ningún reparo en matarnos a mí o a Kisten si lo hubiera considerado necesario para conseguir sus propósitos. Estaba en prisión por haber asesinado al maestro de la ciudad delante de testigos y lo más probable es que permaneciera allí hasta que muriera y se convirtiera en una no muerta.

 

—Kisten no podía haber sido asesinado por otro vampiro vivo —dije compadeciéndome de Ivy por haber soportado aquel peso ella sola durante seis jodidos meses.

 

Cuando nuestras miradas se encontraron, sus profundos ojos marrones ya no mostraban ningún miedo.

 

—Hubiera permitido que Skimmer lo matara si Piscary se lo hubiera entregado a ella. —Ivy miró su reflejo en la especie de cuadrado negro en que se había convertido la ventana después de que oscureciera—. Lo odiaba. Y también te odia a ti… —De pronto se interrumpió y desplazó el teclado con nerviosismo—. Me alegro de que no fuera ella.

 

La sopa estaba bullendo y amenazaba con desbordarse, así que me puse en pie dándole un suave apretón en el hombro como muestra de apoyo y me giré para bajar el gas.