Bruja blanca, magia negra

—?Pagaste a unos mocosos para que me destrozaran el rótulo? —pregunté—. ?Tienes idea de cuánto tiempo tardé en limpiarlo la primera vez?

 

Los labios de Tom estaban empezando a recuperar su color rosado, y los apretó con fuerza, negándose a responder. Por detrás de él, vi que Bis abandonaba la cocina subrepticiamente. La peque?a gárgola se había vuelto completamente blanca para camuflarse en el techo, y solo los bordes de sus orejas, sus largas garras y una ancha franja que bajaba por su cola con forma de látigo conservaban su color gris. Se desplazaba a rastras por el techo como si fuera un murciélago, con las alas replegadas formando ángulos afilados y las zarpas extendidas. Era una de las cosas más espeluznantes que había visto jamás.

 

—Rachel —dijo Marshal delicadamente—, lo hizo para librarse de Bis. —A continuación se quitó el gorro y se bajó la cremallera del abrigo, inundando la cocina con su aroma a secuoya, que se había vuelto embriagador gracias a la magia que había utilizado para atrapar a Tom—. Lo que realmente nos interesa es averiguar lo que estaba haciendo bajo tu iglesia.

 

En aquel momento todas las miradas recayeron sobre Tom.

 

—Buena pregunta —dije—. ?Tienes una respuesta, brujo?

 

Tom se mantuvo en silencio e Ivy empezó a hacer crujir los nudillos uno a uno. Ni siquiera sabía que fuera capaz, pero era precisamente lo que estaba haciendo.

 

—Ivy —dije, cuando quedó claro que Tom no pensaba responder—, ?por qué no llamas a la SI? Tal vez estén interesados en esto.

 

Tom soltó una carcajada socarrona, poniendo de manifiesto su habitual arrogancia.

 

—Claro que sí, hazlo —dijo—. Estoy convencido de que a la SI les encantará descubrir la presencia de un brujo excluido en tu cocina. ?A quién te parece que creerán cuando les cuente que he estado comprándote hechizos?

 

?Oh, mierda! En aquel momento sentí un nudo en el estómago, y fruncí el ce?o al ver que Marshal abría mucho los ojos al oír la palabra ?excluido?. Sin decir una palabra, Ivy colgó el auricular y, con los ojos de un peligroso color negro, se acercó a Tom. Una amenazante neblina pareció deslizarse por detrás de ella cuando le colocó un dedo bajo la barbilla y le preguntó quedamente:

 

—?Han puesto precio a la cabeza de Rachel?

 

El miedo empezó a bullirme en todo el cráneo, y lo reprimí antes de que provocara una reacción aún peor en Ivy. Había vivido amenazada de muerte anteriormente, y era realmente duro. Si no hubiera sido por Jenks e Ivy, habrían acabado conmigo.

 

Tom dio un paso atrás y se frotó la mu?eca.

 

—Si así fuera, ya estaría muerta.

 

A Jenks se le pusieron los pelos de punta y, agitando las alas enérgicamente, se acercó a mí y se posó en mi hombro.

 

—?Oooooh, qué miedo! —dije para ocultar mi alivio—. Y entonces, ?qué estás haciendo aquí?

 

El enojado brujo sonrió.

 

—He venido para desearte un feliz A?o Nuevo.

 

Yo entrecerré los ojos y, con un pu?o en la cadera, me quedé mirando los charcos de barro que estaban formando sus botas. Alzando la vista lentamente, me fijé en sus pantalones blancos de nailon y su abrigo gris. Su rostro parecía calmo, pero el odio estaba ahí y, cuando Ivy desplazó ligeramente los pies, él dio un respingo, tenso.

 

—Yo, en tu lugar, empezaría a largar —lo amenazó la vampiresa—. Si has sido excluido, a nadie le importará no verte en misa la próxima semana.

 

La tensión fue en aumento, y aparté la vista de Tom cuando Bis irrumpió volando en la cocina.

 

—?Por el diafragma de Campanilla! —exclamó Jenks—. ?Cuándo ha salido? Rachel, ?tú lo habías visto salir?

 

—?Tome, se?orita Morgan! —dijo la gárgola dejando caer un amuleto. Extendí la mano para cogerlo al vuelo y el peque?o círculo metálico, que despedía un olor a secuoya y a tierra helada, aterrizó en mi palma dejándome una sensación de frío—. Estaba metido entre los tablones de madera. Es el único.

 

La mandíbula de Tom se puso rígida cuando apretó los dientes con fuerza. La rabia que sentía se acrecentó cuando recordé haber visto aquel objeto en la época en que me sentaba a observar cómo mi padre se preparaba antes de una noche de trabajo.

 

—Se trata de un amuleto para espiar conversaciones —dije entregándoselo a Marshal para que le echara un vistazo.

 

El rostro de Ivy adquirió una expresión aún más hura?a y, tras separar las piernas, se retiró de los ojos un mechón de su oscuro y corto pelo, con las puntas doradas.

 

—?Para qué quieres saber lo que se habla en nuestra cocina?