—?Dónde? —preguntó Edden, mirando hacia donde yo se?alaba. Al hombre de la gabardina negra le estaban vendando la mano, pero cuando se dio cuenta de que nos habíamos fijado en él, se alejó como alma que lleva el diablo, dejando a la persona que lo atendía pidiéndole a gritos que regresara.
—?Maldita sea mi estampa! —blasfemó Edden. A continuación silbó y ordenó a alguien que saliera tras él, pero era demasiado tarde.
—Era Tom. Tom Bansen —dije, con expresión ofendida, lanzándole a Al una mirada asesina cuando se rió por lo bajo. Aquel tipo lo había invocado en una ocasión para que viniera a matarme—. Es la tercera vez en lo que va de semana que me lo encuentro en la escena de un crimen —rezongué, inquieta.
—Será porque sus fuentes son mejores —comentó Al, dándole un empujón a Pierce para que se quedara detrás de él.
—?Le estás pasando información a Tom? —pregunté a Al, mientras Edden enganchaba a un agente y empezaba a acribillarlo a preguntas.
Al me miró por encima de las gafas fingiéndose agraviado.
—Todo lo que hago, lo hago por ti, querida.
No estaba segura de si aquello era o no una respuesta, y lentamente expulsé el aire de los pulmones, mirando de reojo a Pierce, que contemplaba el restaurante en lo alto de Carew Tower. Justo en ese preciso instante descubrí a tres agentes de la SI que se dirigían a nosotros y, por un momento, me preocupé por Al, hasta que Edden les mostró la placa y los tres hombres se dieron media vuelta.
El oficial que estaba con él se alejó trotando y Edden puso los brazos en jarras para analizar la situación. En aquella postura me recordaba a Jenks, aunque algo achaparrado y sin alas. Y con un rígido bigote. Y la cara redonda. Y un esmoquin demasiado ligero para aquel frío. De acuerdo, no se parecía en nada a Jenks, pero mostraba la misma actitud de ?protector del mundo?.
Al distinguir la espigada figura de Glenn entre un pu?ado de agentes de la AFI, di unas palmaditas a Edden en el brazo y me encaminé hacia donde se encontraban. El pobre parecía aún más helado que yo, con su gorro de lana calado hasta las cejas y los ojos gui?ados. No obstante, todos los presentes lo miraban con atención, dando la sensación de que estuviera al mando.
Ivy estaba a su lado y, al ver cómo irradiaba su necesidad vampírica de proteger a los más débiles, no pude evitar sonreír. Su vestido rojo relucía por debajo del abrigo agitado por el viento. No parecía tener ningún frío. Como si hubiera notado que la estaba mirando, levantó la vista hacia mí, y luego la dirigió hasta Al.
—La SI miente —dijo con firmeza mientras el viento traía su voz hasta nosotros a medida que nos acercábamos—. Están mintiendo como bellacos cuando dicen que no hay pruebas de la implicación de una banshee. Debería haber toneladas de emociones aquí, y no es así. Apenas la equivalente a una peque?a colisión entre vehículos. Parece que fuera cualquier jueves por la noche, y no A?o Nuevo después de que se haya interrumpido el baile por culpa de un incendio. Las emociones deberían retumbar entre los edificios, pero no hay nada. Alguien las ha absorbido.
El círculo de agentes de la AFI se desplazó para dejarnos entrar y nos detuvimos con Al pegado a mí hasta el punto de sentirme incómoda mientras que Pierce se quedó en la fuente. La emoción cuya falta llamaba la atención de Ivy era la fuerza que había utilizado yo para catalizar el hechizo de Pierce, pero, a diferencia de una banshee, no la había consumido, sino que solo la había tomado prestada para poner en marcha el encantamiento. Me pregunté si aquello hacía que en cierto modo los brujos y las banshees estuviéramos emparentados.
De pronto, percibí que las miradas de los presentes se dirigían hacia Edden conforme se acercaba, y Glenn reprimió un suspiro.
—?En qué punto estábamos, Glenn? —preguntó el capitán de la AFI para que la atención volviera a concentrarse en su hijo, y la actitud de este se relajó.
Ivy frunció el ce?o y cruzó los brazos a la altura de la cintura.
—Alguien ha absorbido las emociones del lugar, y no ha sido Rachel —dijo—. Su magia no funciona así.
En cualquier caso, no exactamente.
Glenn se pasó el dorso de una de sus manos, protegidas por mitones, por debajo de la nariz. Era evidente que el frío estaba haciendo mella en él.
—Sé que ha sido una banshee —admitió—. No pretendo llevarte la contraria, Tamwood, pero no tienes licencia para presentar pruebas ante los tribunales, y tengo que atenerme a lo que me cuenta la SI. Lo único que tenemos son las declaraciones contradictorias de los testigos, y todo indica que Mia estuvo aquí.
—Mi amuleto se encendió —dijo uno de los agentes, cuyas palabras encontraron eco en uno de sus compa?eros, que sacó el hechizo y lo mostró a todo el mundo. En aquel momento estaba negro, pero resultaba gratificante tener la confirmación de que lo había realizado correctamente. Aunque mi sangre no fuera capaz de invocarlo.
Ivy resopló.
—De acuerdo, estuvo aquí. Pero eso no significa que iniciara el fuego.