Bruja blanca, magia negra

—?No tan deprisa, chicos! Tengo planes para esta noche, y no incluyen a un demonio y un fantasma.

 

—?Así es! —intervino Jenks lanzándose desde mi hombro y quedándose suspendido en el aire para iluminar la zona—. Tenemos una reserva en El Almacén.

 

Seguidamente se acercó a la ventana y miró hacia la calle, sin dejar de volar y despidiendo una gran cantidad de polvo luminoso.

 

—Suena divertido —dijo Al, frotándose sus manos enguantadas—. ?Pierce! ?Llama al ascensor!

 

—?De ninguna manera! —grité—. ?Pierce! ?Te importaría marcharte? Ya hablaré contigo la semana que viene.

 

El brujo apretó la mandíbula mientras se agachaba para esquivar el intento de Al de empujarle hacia la salida e, irguiéndose, declaró:

 

—No me largaré hasta que no se me conceda la posibilidad de resolver esta cuestión. Y eso es todo lo que tengo que decir al respecto.

 

Suspiré, reclinándome sobre los fríos ventanales, apoyada en la estrecha repisa. Solo me faltaba tener que llevarme aquel circo de gira.

 

—De acuerdo —dije con acritud, cruzando los tobillos—. Soy toda oídos.

 

Al empezó a hacer pucheros y supuse que se debía a que no podía marcharse a hacer diabluras a menos que Pierce ?me matase?, aunque lo más probable era que intentara evitar que el brujo me contara algo que no quería que supiera.

 

Al verme dispuesta a escucharle, Pierce inspiró hondo a pesar de que, en realidad, no lo necesitaba. A continuación, espiró y dejó caer los brazos, y su expresivo rostro se suavizó en un gesto persuasivo.

 

—Esto… ?Chicos? —dijo Jenks, suspendido en el aire junto a la ventana—. Fountain Square está ardiendo.

 

—?Qué? —exclamé, dando media vuelta de un salto. Al corrió hasta la ventana y ambos apoyamos la frente contra el cristal, mirando hacia abajo, con Jenks entre nosotros. El ruido de la maquinaria proveniente del techo se hizo más fuerte y evidente, y a través del cemento, o quizás, por medio de las vibraciones del vidrio, se filtraron algunos gritos. Lo más probable es que, al igual que nosotros, todos los invitados del piso superior se estuvieran apoyando en los ventanales.

 

Era difícil de ver, pero Jenks tenía razón. El escenario estaba ardiendo y la gente se agolpaba en las calles. Desde detrás de mí Pierce declaró:

 

—Creí que era ese el aspecto que tenía que tener.

 

Mierda. Ivy estaba allí abajo. Y Glenn.

 

—Tengo que irme —dije, girándome hacia el ascensor. Justo en ese momento me sonó el teléfono haciendo que me detuviera en seco; en el interior no habría cobertura. La diminuta pantalla se iluminó y Al se asomó por encima de mi hombro—. Es Ivy —dije, claramente aliviada—. ?Ivy? —dije una vez abrí el móvil, y el sonido de las sirenas y los gritos se filtró.

 

—Te necesito —dijo gritando, para hacerse oír con el enorme jaleo de fondo—. Tus amuletos localizadores se acaban de encender. Mia está aquí.

 

Me situé junto a la ventana y miré hacia abajo.

 

—Jenks dice que hay un incendio —dije.

 

Ella vaciló y, en un tono calmado, resolvió:

 

—?Oh! Sí. El escenario está ardiendo. Rachel, estoy vigilando a Glenn, pero si se acerca demasiado a una banshee…

 

Mierda.

 

—Entiendo —dije dirigiéndome hacia el ascensor con Jenks revoloteando cerca para escuchar las dos partes de la conversación.

 

—Creo que la Walker está haciendo todo lo que está en su mano para atraer a Mia —a?adió Ivy, mientras yo le daba un pu?etazo al botón de llamada.

 

—Voy para allá.

 

Con la respiración entrecortada y los dedos temblorosos, cerré el teléfono y lo guardé en el bolso. ?Dónde está el estúpido ascensor? No puedo bajar treinta pisos por las escaleras.

 

—?Oh! Esto… Pierce —dije, acalorada—. Lo siento, pero tengo que irme.

 

Al lo agarró del codo y lo sacudió con una sonrisa de oreja a oreja.

 

—Esto promete ser muy entretenido. Nunca he visto trabajar a Rachel. Salvo cuando lo hace para mí, claro está.

 

—?Entretenido? —exclamó Pierce desplazándose para obligarlo a que lo soltara—. Tienes una visión algo distorsionada del entretenimiento, demonio.

 

—Te dije que me llamaras Al —dijo contemplando su borroso reflejo y ajustándose los volantes de encaje de la pechera.

 

Jenks frunció los rasgos con fastidio, y me froté la frente. No podía llevarme a aquellos dos a Fountain Square. Pierce no tenía abrigo y Al… gracias a un par de fotos aparecidas en la prensa, todo Cincinnati conocía su rostro.

 

—Pierce, ?no podemos hacer esto en otro momento? —le sugerí, distraída. ?Dónde está el maldito ascensor?, me pregunté, apretando de nuevo el botón, esta vez con un fuerte codazo.