Bruja blanca, magia negra

Trent se quedó sin habla y bajó la cabeza como si estuviera irritado. Seguidamente la alzó, con una nueva tensión en sus ojos. Luego miró a Quen, que se encogió de hombros.

 

—?Se trata de Ceri? —le pregunté, en un tono casi burlón.

 

él frunció el ce?o y miró por la ventana.

 

—Quieres saber lo que piensa realmente de ti. —él siguió sin decir nada, y yo sentí que mis labios dibujaban una torpe sonrisa. Ocultándola, bebí un trago de agua y dejé el vaso sobre la peque?a barra. Lentamente empezó a alejarse cuando el restaurante giró—. No te gustaría la respuesta.

 

—Hay muchas cosas que no me gustan.

 

Suspiré. No podía hacerle aquello. Realmente no podía. Por mucho que deseara hacerle da?o a Trent, nunca traicionaría la confianza de Ceri. De todos modos, no creía que tuviera un hechizo de Pandora.

 

—Pregúntale a Ceri. Ella te contará una bonita historia que mantendrá intacto tu orgullo.

 

De acuerdo. Yo también sabía lanzar ataques encubiertos.

 

—Rachel.

 

Estaba estirando el brazo, y di un paso atrás.

 

—No me toques —le espeté con frialdad.

 

Jenks echó a volar y el destello de su polvo se reflejó en el oscuro cristal. A continuación se detuvo en el aire y se dio unos golpecitos en la mu?eca, como le había visto hacer a Ivy cuando íbamos mal de tiempo. Tenía la espada desenvainada y, aunque parecía un palillo para coger aceitunas, podía resultar letal. El pulso se me aceleró. Era casi la hora.

 

—Si me disculpas… —dije secamente—. Tengo que ir al tocador. Feliz A?o Nuevo, Trent.

 

Sin mirar atrás, me alejé con la cabeza bien alta, sujetando el bolso con fuerza. Jenks aterrizó en mi hombro casi inmediatamente.

 

—Sube al ascensor —dijo, y la curiosidad se apoderó de mí. La gente se apartaba de mi camino entre susurros y miradas reprobatorias, pero no me importó.

 

—?Al ascensor? —repetí—. ?Por qué? ?Qué ha pasado?

 

él alzó el vuelo hacia atrás para que pudiera verlo sonreír.

 

—Nada. Hay una planta justo debajo en la que almacenan las mesas. No me habría enterado de no ser porque han escondido la llave sobre el marco del cartel que anuncia la próxima revisión —dijo con una sonrisa de oreja a oreja—. Me he sentado encima cuando he acompa?ado a Ivy hasta la calle.

 

Balanceando los brazos, sonreí al botones al entrar en el ascensor y, sin el más mínimo remordimiento, lo eché fuera de un empujón apoyando el pie en un lugar estratégico. El pobre tipo cayó de boca sobre la moqueta y su sonoro quejido se cortó de golpe cuando las puertas se cerraron. Entusiasmada, extendí la mano y la llave cayó justo encima.

 

—Gracias, Jenks —dije introduciendo la llave en el panel y apretando el botón que indicaba—. No sé qué haría sin ti.

 

—Probablemente, morir —respondió sonriente.

 

Al final, todo apuntaba a que iba a poder hacerlo.

 

 

 

 

 

27.

 

 

El ascensor apenas se movió y, tras recorrer la breve distancia que nos separaba del piso inferior, las puertas plateadas se deslizaron dejando al descubierto un oscuro vestíbulo con el techo bajo.

 

—?Jenks? —dije adentrándome en el espacio abierto iluminado por la luz del ascensor—. ?Estás seguro de que quieres hacerlo?

 

El zumbido de sus alas se elevó por encima del débil sonido de la maquinaria cuando despegó de mi hombro y me respondió:

 

—Voy a encender las luces. Dale al botón del vestíbulo antes de salir para que parezca que te has marchado, ?vale?

 

Hice lo que me pedía mientras su débil destello salía disparado y desaparecía. No me cabía ninguna duda de que habría una cámara en el ascensor, pero Jenks ya se habría ocupado de ella. Seguí la estela de polvo de pixie apretando el bolso contra mi cuerpo. Hacía frío allí abajo. No como en el exterior, pero lo suficiente como para preocuparse.

 

—?Jenks? —lo llamé, y, escuchando el eco de mi voz rebotando sobre las paredes y el resto de las superficies, a?adí—: ?Estás seguro de que no te afectará la temperatura?

 

Había sillas apiladas por todas partes, con un amplio pasillo que conducía al exterior. El suelo estaba cubierto de una tupida moqueta. No me pareció que se moviera, pero si era como en el piso de arriba, habría solo un anillo móvil, desplazándose al ritmo constante de las manecillas de un reloj.

 

En ese momento escuché la débil voz de Jenks.

 

—?Por las bragas de Campanilla, Rachel! ?Eres peor que mi madre!

 

—?Solo digo que hace frío!

 

Las sillas daban paso a un montón de mesas apiladas tablero con tablero y me dirigí hacia una zona despejada delante de los oscuros y desnudos ventanales. Tenía las mismas vistas que el restaurante del piso superior y, si apoyaba la cabeza contra el cristal, podía ver Fountain Square. No nos estábamos moviendo, pero el ruido de la maquinaria era bastante fuerte. Tal vez resultaba demasiado fuerte para usar aquel nivel.

 

—?He encontrado las luces! —gritó Jenks y, justo después del anuncio, la sala se iluminó gracias a las numerosas bombillas instaladas en el techo.

 

Di un respingo y me agaché hasta quedar por debajo de las ventanas.