Bruja blanca, magia negra

—No es ninguna se?orita. Es mi bruja.

 

—Basta ya —susurré. Me puse tensa cuando Trent se nos aproximó, deslizando su mano por mi cintura de manera que sus dedos aparecieran en la fotografía. Era un gesto posesivo, y no me gustó un pelo.

 

—Sonría, se?orita Morgan —dijo la mujer alegremente—. Es posible que salga en primera página.

 

Genial. La mano de Trent me agarraba con delicadeza en comparación con la presión que ejercía Edden sobre mi hombro. Entonces tragué saliva y me ladeé ligeramente para acercar mi espalda a Trent y tratar de zafarme de su mano en mi cintura. Olía como el aire del exterior. El obturador chasqueó en varias ocasiones y me puse rígida cuando divisé a Quen, el guardaespaldas de Trent, observándonos. En ese momento Jenks pasó por encima de todos nosotros para hablar con él, y la mujer tomó otra instantánea justo en el preciso instante en que su polvo descendía sobre nuestras cabezas.

 

Mi tensión disminuyó. Jenks había regresado.

 

—Estupendo —dijo la fotógrafa mirando la parte posterior de la cámara—. Gracias. Disfruten de la fiesta.

 

—Es siempre un placer hablar con la prensa —dijo Trent mientras empezaba a alejarse.

 

La mujer alzó la vista.

 

—Capitán Edden, ?le importa que le haga una foto con el decano de la universidad? Prometo que después le dejaré en paz.

 

Edden me lanzó una mirada severa, como para que me portara bien en su ausencia, y luego sonrió con expresión benevolente mientras hablaba con la periodista sobre la recogida de fondos anual de la AFI y la iba alejando de donde nos encontrábamos.

 

Trent tenía la mirada perdida con la esperanza de que me marchara o de que alguien viniera a rescatarlo, pero la fotógrafa había dado a entender a todo el mundo que estábamos juntos y habían optado por dejarnos en paz. Quería hablar con él sobre un posible hechizo de Pandora que me ayudara a recuperar la memoria, pero no podía acercarme a él y pedírselo sin más. Ladeando la cadera con actitud desafiante, di un golpe con el tacón y me volví hacia él.

 

—?Cómo está Ceri?

 

él vaciló y, sin mirarme todavía, respondió:

 

—Bien.

 

Tenía una voz preciosa y yo asentí con la cabeza, como si esperara algo más. Al comprobar que se quedaba callado, a?adí:

 

—No consigo que la centralita pase mis llamadas.

 

él ni siquiera parpadeó.

 

—Me informaré. —Con una expresión de desdén, sus ojos se toparon con los míos cuando empezó a alejarse.

 

—?Trent! —exclamé dando un salto para ponerme a su altura.

 

—?No me toques, Morgan! —dijo sin mover los labios, saludando amablemente con la mano a alguien que se encontraba al otro lado de la sala.

 

Jenks emitió un sonido de ofendida sorpresa y me coloqué delante de Trent. él se detuvo en seco, claramente molesto.

 

—Trent —insistí con el corazón a punto de salírseme del pecho—. Esto es una estupidez.

 

Una vez más, alzó las cejas.

 

—Eres una diablesa. Si pudiera, haría que te encerraran solo por eso. La exclusión apenas hace justicia.

 

La expresión de mi rostro se tornó rígida, pero no me sorprendió que estuviera al tanto de la exclusión.

 

—Si me hundes, te arrastraré conmigo —dije mientras Jenks aterrizaba sobre mi hombro para mostrarme su apoyo.

 

Trent esbozó una sonrisa melancólica.

 

—Básicamente, eso es todo.

 

—No soy ningún demonio —protesté quedamente, consciente de que estábamos rodeados de gente. El político se sorbió la nariz, como si oliera a rancio.

 

—Pues poco te falta.

 

A continuación intentó empujarme de nuevo hacia un lado y yo mascullé:

 

—Fue culpa de tu padre.

 

Al oír aquello, se paró en seco.

 

—?Oooooh! —se mofó Jenks, cubriéndome la parte delantera de chispas mientras levantaba una suave brisa—. ?No se te ocurra meterte con mi papaíto!

 

—?Te salvó la vida! —dijo Trent, claramente ofendido—. Fue un error que le costó la suya propia. Mi padre no te hizo. Naciste así, y si necesitas más pruebas, solo tienes que mirar a quién has elegido como maestro.

 

Sus palabras me hirieron en lo más profundo, pero me tragué la rabia. Llevaba meses intentando ponerme en contacto con él para limar asperezas, pero no atendía mis llamadas ni me dejaba hablar con Ceri. Podía ser mi última oportunidad de explicarme.

 

—?No quieres entenderlo!, ?verdad? —dije, inclinándome hacia él hasta que mis palabras fueron un mero susurro y Jenks alzó el vuelo—. Hice lo que hice para salvarte la vida. La única manera que tenía de sacarte de allí era reclamarte y, para ello, tuve que cerrar un pacto abusivo.

 

—?Un pacto abusivo? —se burló por lo bajo—. ?Pero si eres su discípula!