Bruja blanca, magia negra

—No intentes hacerme sentir culpable, Edden —le reproché escuchando los chasquidos de las alas de Jenks—. Existe una razón por la que la SI la ignora. Es una maldita depredadora que se encuentra en lo más alto de la cadena alimentaria y, para ella, somos como cebras en un abrevadero. Intentar incitarme enarbolando la bandera de la venganza es una bajeza. Por mí, puedes coger tus sentimientos de culpa y tu manipulación y metértelos por donde te quepan.

 

Al ver la expresión apenada de Jenks, bajé la voz para no despertar a sus hijos. Desde el otro lado del teléfono escuché la voz conciliadora de Edden diciendo:

 

—De acuerdo, de acuerdo. No he debido decir algo así. Lo siento. ?Qué te parece si me acerco a tu casa y lo discutimos? Te llevaré flores. O caramelos. ?El soborno funciona contigo?

 

—No. Y tampoco puedes pasarte. Estoy en pijama —mentí. ?Dios! No podía creerme que hubiera utilizado la venganza para conseguir llevarme a su terreno. El caso era que, el a?o anterior, habría funcionado.

 

—Eso no es cierto. Es solo medianoche.

 

—Me he dado un ba?o —mentí de nuevo. Cansada, me miré en el reflejo de la oscura ventana—. Remus es un asesino psicópata, pero Mia es una asesina psicópata hambrienta de energía que, para colmo, es inframundana. No solo se cree la due?a de la ciudad, sino que incluso sostiene que la construyó ella misma y lleva más tiempo viva que la mayoría de los vampiros no muertos. Edden, me dijo que si no cejabais en vuestro empe?o, empezaría a seleccionar objetivos de la vida política en lugar de reducir a la gente común. Necesitas disminuir el ritmo y pararte a pensar. Sé que está muriendo gente, pero encerrarla requerirá mucha astucia y una buena dosis de suerte, y a mí se me han agotado ambas.

 

A excepción de un largo suspiro, no se oyó nada al otro lado de la línea.

 

—No me sorprende lo más mínimo que amenace a la AFI. Concuerda con el informe de los perfiladores.

 

Puse los ojos en blanco. ?El maldito informe de los perfiladores! Disgustada, me situé de espaldas a la ventana y me apoyé en el fregadero. No pienso hacerlo. Es demasiado arriesgado.

 

—Mia no se corresponde con el tipo de asesino psicópata al que estás acostumbrado. No necesita ir a una fiesta —dije, cansada—. En caso de que decida salir, asistirá a una fiesta privada en la que ya conocerá a la víctima, y el pobre tipo morirá de un infarto o atragantado con una oliva.

 

Edden no respondió y yo le espeté:

 

—Mira, estoy de acuerdo en que tenemos que capturarla, pero debes conseguir que se entregue voluntariamente. Tener bajo vigilancia una fiesta no es la manera. No puedes apresarla así como así, ni tampoco la SI. Se te escapa de las manos una y otra vez porque conoce la ciudad mejor que tú y porque es como una serpiente venenosa a la que no puedes acercarte a menos de tres metros de distancia. —Frustrada, me quedé mirando mis libros demoníacos, junto a los mapas y gráficos de Ivy—. He estado investigando, y no hay nada que pueda hacer para proteger vuestras auras de ella, así que, a menos que la acribilléis a balazos, no tenéis nada que hacer.

 

—Entonces le dispararemos uno de esos dardos tranquilizantes para capturar animales —declaró con acritud—. ?No es eso lo que hacéis con los hombres lobo?

 

—No —respondí secamente, pensando que solo sugerirlo me parecía una salvajada—. Escúchame. No puedes arriesgarte a enajenar a esa mujer. Incluso aunque consiguieras derribarla con una poción somnífera de larga duración, dentro de dieciocho a?os te encontrarías con otra de estas mujeres en la calle, y no podrás distinguir sus crímenes de las muertes por causas naturales. Ya viste a Remus. Está vivo gracias a un estúpido deseo y, a fuerza de observar a Holly interactuar con él, Mia aprendió a introducir energía en la gente, y no solo a extraerla.

 

—?Y? —preguntó el agente de la AFI—. A mí me parece una buena cosa.

 

—Pues que, como todas las cosas buenas que podamos inventar para hacer nuestra vida mejor, se puede convertir en un arma. Mia hace su aparición, convence a un pobre imbécil de que se ha enamorado de él y, dado que lo está alimentando de emociones, él se lo traga. Entonces baja la guardia y muere sin el más mínimo quejido o tacha emocional. Por causas naturales.

 

—Como hizo con el amigo de Glenn —dijo, y yo levanté la botella de vino y me quedé mirándola. No, Rachel. Ma?ana por la ma?ana te dolerá la cabeza.

 

—Exactamente —dije llenando la probeta hasta el borde. Acto seguido, sin mirar a Jenks, me bebí la mitad y lo rellené de nuevo para llegar hasta la marca exacta. ?Quién iba a imaginar que un mísero deseo iba a causar tantos problemas? No me extra?aba que Ivy se sintiera culpable.

 

Edden se quedó callado y dejé que asimilara lo que acababa de decirle mientras introducía en el mortero otra hoja de acebo y algunas raíces de hiedra y empezaba a triturarlas.

 

—Tengo que capturar a esa mujer —dijo finalmente—. ?Vendrás conmigo a la fiesta?