—Todavía no está terminado. Tengo que a?adir mi sangre para invocarlo, y no puedo hacerlo hasta ma?ana por la noche —le expliqué poniéndole un tapón de vidrio esmerilado y dejándolo a un lado. Por suerte, se trataba de un hechizo terrenal y podía hacerlo sin necesidad de interceptar una línea. Tenía el ce?o fruncido y, cansada de su mal humor, le pregunté—: ?Qué problema tienes, Jenks?
Su rostro se tensó y voló para aterrizar sobre el libro. Situándose a mi lado, se cruzó de brazos y resopló furioso, encorvando las alas. Esperé en silencio.
—No funcionará —dijo finalmente.
Suspiré y lo miré con enfado.
—?Por el amor de Dios, Jenks! ?Gracias por la confianza!
—Me refiero a lo tuyo con Pierce.
Entendiendo por fin de qué iba todo aquello, me erguí después de verter un poco más de vino en la probeta.
—?Crees que me estoy cocinando un novio? ?Por favor! ?Crece un poquito!
—?La que tiene que crecer eres tú! —dijo Jenks—. Incluso aunque se tratara de un amable fantasma que necesita un poco de ayuda y que no espía para transmitir la información a algún demonio. Te conozco, Rachel. Es un fantasma, y tú una bruja. Necesita ayuda y apuesto lo que quieras a que, cuando os conocisteis, hizo algo impresionante. Y ahora necesita ayuda, lo que lo convierte en un maldito caramelo para Rachel.
No pude evitar que las mejillas se me encendieran. De acuerdo. Es posible que en el pasado fuera así, pero me había vuelto más sensata. Sin embargo, al ver mi rubor, Jenks se alzó un par de centímetros.
—Es un caramelo para Rachel, y no quiero verte sufrir cuando te des cuenta de que no puedes tenerlo.
—?Crees que estoy haciendo esto porque me gusta? —dije, retrocediendo mentalmente—. No todo en esta vida tiene que ver con el sexo.
—Entonces, es una buena cosa que no te acostaras con Marshal, ?verdad?
Sin abrir la boca, me sonrojé de nuevo, con la mirada fija en el nivel del vino. ?Maldita sea!
—?Por las tetas de Campanilla, Rachel! —exclamó—. ?Te has acostado con él? ?Cuándo?
—No me acosté con él —protesté, incapaz de mirarlo a la cara mientras me bebía un trago de vino hasta alcanzar la cantidad adecuada—. Fue solo un beso especialmente apasionado. En el más amplio sentido de la palabra.
?Mierda! Ford había dicho que Pierce pasaba mucho tiempo en el campanario. Esperaba de todo corazón que no se encontrara allí cuando Marshal y yo habíamos… No. Para entonces Al ya lo había secuestrado.
Jenks aterrizó sobre la botella que acababa de tapar y, con los brazos en jarras, me miró con desaprobación.
—?Tenía entendido que queríais ser solo amigos! —dijo, dejándose caer bruscamente—. ?Mierda, Rachel! ?Eres incapaz de mantener una relación de amistad con un hombre?
—?Eso no es cierto! —le espeté sacudiendo la cabellera mientras echaba en el mortero las raíces de hiedra y la hoja de acebo y empezaba a machacarlas—. ?En esta ocasión tenía un amigo! Me pasé dos meses haciendo cosas de amigos porque pensaba que mi vida era demasiado peligrosa y descubrí que sí, que podía seguir siendo solo su amiga, pero también que era una persona maravillosa; alguien con quien podría pasar el resto de mi vida. O tal vez no. No tenía ni idea de que me excluirían. ?Perdóname por pensar que, finalmente, iba a poner un poco de orden en mi vida y que podría compartirla con alguien que no fuerais Ivy o tú!
Las alas de Jenks dejaron de zumbar, y me miró con expresión de culpabilidad. Sintiéndome mal por haberle gritado, abandoné el mortero y me incliné para ponerme a su mismo nivel.
—Creí que la vida empezaba a sonreírme —susurré—. Me gustaba de veras.
—A mí también —dijo aterrizando junto a mi mano con un suave zumbido—. Y no hables de él en pasado.
Me quedé mirándolo fijamente y me erguí.
—Es que forma parte de mi pasado —susurré—. Desde el preciso instante en que me excluyeron.
Desanimada, me enderecé y miré el polvo sagrado. Cenizas y polvo. En cierto modo, resultaban de lo más apropiado.
Jenks observó cómo sacudía el sobre encima del platillo de la balanza y se elevó sobre una columna de chispas de color ámbar.
—El teléfono está a punto de sonar. ?Quieres que lo coja antes de que despierte a mis hijos?
Alcé la vista, sin saber muy bien si creerle. Justo en ese mismo instante el timbre del teléfono rompió el silencio y alargué la mano para levantar el auricular al mismo tiempo que sentía una descarga de adrenalina. ?Cormel?
—?Dios! No sabes cuánto odio que hagas eso —dije presionando el botón para descolgar.
—Sí, dígame —barboté mientras Jenks atravesaba la cocina a toda velocidad para echarle un vistazo a los pixies. Entonces, recordando que teníamos un negocio, me aclaré la garganta—. Encantamientos Vampíricos —dije educadamente—. Al habla Rachel. Estamos a su disposición para ayudarle, ya esté vivo o muerto.
—Vivo, a poder ser —respondió la voz de Edden, y la decepción de que no fuera Cormel hizo que dejara caer los hombros. Sujetando el teléfono entre el hombro y la oreja, regresé a la balanza.