Bruja blanca, magia negra

Con los ojos muy abiertos y las manos temblorosas, cogí la roca roja y blanca con una peque?a depresión en el centro que me ofrecía. ?Quería que rescatara a Pierce?

 

—?Por qué? —acerté a preguntar, y mi madre me dio unos golpecitos en la rodilla.

 

—Pierce te hizo mucho bien —dijo en lugar de explicármelo—. Aquella noche encontraste más fuerza y resolución que en los dieciocho a?os anteriores. O tal vez siempre estuvo ahí y él se limitó a sacarla a la luz. Estoy orgullosa de ti, cari?o. Quiero que hagas cosas maravillosas, pero a menos que tengas a alguien con quien compartirlo, no valdrán ni una caca de perro. Confía en lo que te estoy diciendo.

 

Incapaz de articular palabra, me quedé mirando el libro y el crisol. ?Cree que Pierce sería un buen novio para mí?

 

—Mamá, la única razón por la que quiero esto es para demostrarle a Al que no puede raptar a la gente así como así y llevársela a siempre jamás —dije.

 

Ella sonrió.

 

—Es un buen comienzo —dijo poniéndose en pie, con intención de que la siguiera—. Tú sálvalo, y si funciona, mejor que mejor. Si no, no habrás perdido nada. Lo que de verdad importa es que lo intentes.

 

Entonces se agachó y me dio un abrazo, tranquilizándome con su penetrante olor a secuoya.

 

Estaba bastante segura de que me estaba hablando de Pierce como un posible novio, y no de que lo invocara; con la mente perdida en mis pensamientos, le devolví el abrazo.

 

—Necesitas a alguien un poco canalla, cielo, pero con un corazón de oro —me susurró al oído dándome unas palmaditas en la espalda—. No creo que vayas a encontrarlo en este siglo. Ya no hay hombres honestos con unas convicciones tan firmes. Tengo la impresión de que la sociedad… los echa a perder.

 

Acto seguido, me soltó y dio un paso atrás.

 

—Mamá… —Intenté a?adir algo, pero ella lo desechó con un gesto de la mano.

 

—Venga, vete. Todavía tienes el reloj, ?verdad?

 

Asentí con la cabeza, sin sorprenderme de que supiera que formaba parte del hechizo. Era el reloj de mi padre, pero había pertenecido a Pierce.

 

—Hazlo exactamente igual que la vez anterior. Exactamente. Si a?adiste algo por error, hazlo de nuevo. Si lo removiste con el dedo, vuelve a hacerlo. Si se te cayó algún pelo dentro, a?ade un mechón. Tiene que ser idéntico.

 

Una vez más, asentí. Ambas teníamos los ojos llenos de lágrimas y me condujo hacia el vestíbulo con el brazo por encima del hombro.

 

—No te preocupes por el resto de las cosas. Ma?ana te lo llevaré todo en el Buick. Con tu coche necesitarías tres viajes.

 

Parpadeando, sonreí a mi madre y me acerqué al cuerpo el libro y el crisol.

 

—Gracias, mamá —susurré.

 

Y con la tranquilidad de que mi madre creía en mí aunque el resto del mundo no lo hiciera, me encaminé hacia la puerta.

 

 

 

 

 

24.

 

 

Me estremecí ante el tintineo que produjeron las tres botellas para almacenar pociones negras contra el fregadero. Levantando la vista hacia la ventana, oscurecida por la noche, agucé el oído por si escuchaba el quejido de las alas adolescentes de algún pixie. Era poco después de medianoche, los hijos de Jenks estaban dormidos y quería que siguieran haciéndolo. Cuando comprobé que no se oía nada, me remangué y sumergí las manos en la cálida espuma. No podría invocar el hechizo de Pierce hasta la noche siguiente, pero tenía que hacer algo para distraerme de la preocupación por Ivy, y preparar los hechizos podría ser de utilidad. Cormel aún no se había puesto en contacto conmigo, y si no me llamaba alguien pronto, lo haría yo.

 

Sobre los papeles de Ivy había una caja con una pizza fría a la que le faltaba un trozo y una botella de dos litros de gaseosa, prácticamente sin tocar. El frigorífico no estaba, su espacio había quedado vacío, y la comida se hallaba sobre una mesa plegable. Detrás de mí, en la isla central, se encontraban los diferentes elementos del hechizo parcialmente preparados, formando un amplio semicírculo alrededor del manual universitario, que estaba abierto. Había suficiente material para realizar tres sólidos hechizos, e iba a utilizarlo todo.

 

La noche de fin de a?o sería el momento ideal para encontrar toda la energía ambiental con la que llevar a cabo el hechizo, y no podía arriesgarme a apostarlo todo a un solo número. No después de que no consiguiera que funcionara el hechizo localizador. En efecto, lo más probable era que el problema residiera en mi sangre, dado que el de Marshal había funcionado y el mío no, pero la sola idea de poder realizar un hechizo erróneamente era suficiente para hacerme practicar hasta sentirme algo más segura.