Bruja blanca, magia negra

Metiendo mi hombro bajo el brazo de Ivy, echamos a andar hacia el coche. Sus pies se arrastraban por el charco de anticongelante y empezaba a respirar fuertemente. La apoyé contra el capó y abrí el coche. Ivy murmuró algo sobre su cartera y, después de ayudarla a entrar, regresé a por ella. Levanté la vista al escuchar el sonido de un seguro levantándose, pero no podían dispararme si solo estaba alejándome a pie.

 

—?Se?orita! —volvió a intentar el hombre, y mi presión sanguínea se disparó. No obstante, una voz nueva intervino.

 

—Deja que se marche. La han excluido.

 

Una amarga sensación me invadió, pero nadie me detuvo.

 

—Aguanta, Ivy —le susurré tomando asiento y alargando el brazo por encima de ella para cerrar su puerta—. El hospital está aquí al lado.

 

—Rynn Cormel —dijo con los ojos cerrados mientras las lágrimas descendían por su rostro—. Llévame con Rynn. él no me importa lo más mínimo. Es solo un vampiro.

 

?Solo un vampiro? Sin saber muy bien qué hacer, busqué a tientas la ranura hasta en dos ocasiones hasta que, finalmente, conseguí introducir la llave en el contacto y ponerlo en marcha. A nuestro alrededor, los guardias de seguridad parecían a punto de padecer un síncope. Tom había conseguido huir y carecían de la autoridad para detenerme.

 

—Rynn —repitió Ivy, mirándome con la cabeza apoyada en la ventana. Tenía los ojos vidriosos, y sus ansias de sangre me provocaron un escalofrío. Estaba empezando a recuperar el control. Si no hubiera sido por su delicado estado de salud, lo habría estado pasando mucho peor.

 

—De acuerdo —dije sorbiéndome las lágrimas. Sabía cómo se sentía. No quería ser ese tipo de persona, pero si quería sobrevivir, no tenía más remedio—. Pero no le permitiré hacerte da?o.

 

—Date prisa, por favor —me apremió, cerrando sus ojos, que se volvían de un intenso y ávido negro vampírico. Su larga mano de pianista estaba aferrada a la manilla de la puerta, y se alejó de mí todo lo que pudo.

 

Con los faros encendidos, puse el coche en marcha y me dirigí hacia la salida. La aguja del velocímetro se disparó y esperé una sensación de mareo que nunca llegó. Aparentemente, Mia no me había arrebatado una cantidad de aura suficiente como para alterar mi equilibrio, pero al interceptar por un breve instante una línea luminosa comprobé que todavía estaba comprometida, y la solté antes de ponerme a vomitar por el dolor.

 

—Llámalo. —La voz de Ivy hizo que me estremeciera. Era grave y seductora, en claro contraste con su estado de debilidad—. Usa mi teléfono.

 

Estaba empezando a ver algo de tráfico y, al llegar a un semáforo en rojo, cogí su bolso, encontré su delgado móvil y lo abrí. Cinco rayas. ?Cómo es posible que la batería de mi teléfono nunca tenga cinco rayas? A continuación, mirando tanto la brillante pantalla como el semáforo, me desplacé por los números y presioné ?RC?.

 

El corazón empezó a latirme con fuerza y, mientras el teléfono sonaba, el disco se puso verde y entré en una carretera bordeada de nieve. Apenas hubimos recorrido cinco metros, una cultivada e interesada voz respondió:

 

—Sí, ?Ivy?

 

Mierda. Me acerqué el teléfono al oído y aceleré para conseguir pasar el siguiente semáforo, que estaba en ámbar.

 

—Ivy está herida —dije secamente—. Necesita sangre.

 

Rynn Cormel hizo un extra?o sonido.

 

—Pues dásela, Rachel.

 

Hijo de puta.

 

—?No quiere mi sangre! —dije mirándola y viendo el dolor que sentía—. Te quiere a ti. Voy hacia tu casa, pero no estoy segura de llegar a tiempo. —Cuando la luz de las farolas se volvió borrosa, me enjugué las lágrimas—. Esa maldita banshee la atacó. O haces lo que esté en tu mano para mantenerla con vida o te juro que te mataré, Rynn Mathew Cormel. No juegues con esto. Lo digo muy en serio. Todavía no puedo salvar su alma. Necesito más tiempo.

 

No me importaba sonar como un demonio al utilizar su nombre completo de aquella manera. Manejando el coche por las carreteras heladas, escuché al vampiro no muerto inspirar lentamente, aunque no lo necesitaba.

 

—Ve por el puente I-75. Iremos a tu encuentro.

 

La comunicación se cortó, y arrojé el teléfono en dirección al bolso de Ivy. Parpadeando furiosamente, agarré el volante con fuerza y pisé el acelerador. Mientras atravesaba la ciudad, los otros coches tocaban el claxon, pero los tipos de la AFI no me pararían y a la SI ya no le importaba.

 

—Aguanta —dije con los dientes apretados; tomé una curva demasiado deprisa y la sujeté por el hombro para que no se cayera encima de mí.

 

Los ojos de Ivy se abrieron cuando mi mano la tocó, y sentí una punzada de miedo.

 

—Date prisa —dijo entre jadeos—. Rachel, preferiría morir que morderte ahora. Te lo ruego, ve todo lo deprisa que puedas. No sé cuánto tiempo conseguiré contenerme. Me duele mucho. ?Oh Dios!… Me la ha quitado toda.

 

—Todo se va a arreglar —dije al divisar una se?al que indicaba que nos acercábamos a un puente—. Viene para acá. Casi hemos llegado.

 

Ella se quedó en silencio y, tras unos instantes, preguntó:

 

—?Tú cómo estás?

 

La miré atónita. ?Estaba preocupada por mí?

 

—Bien —dije, tocando el claxon para evitar que un tipo se me colocara delante. él se detuvo y, después de esquivarlo, la miré con el ce?o fruncido.