—Esto es lo que he aprendido de Holly —explicó, ufana—. Dado que su padre no podía sufrir ningún da?o de una banshee, desde el momento en que nació ella no solo sabía cómo extraer la energía de una persona, sino también cómo introducirla en su interior. Yo solo tuve que fijarme en cómo lo hacía.
—?Y bien? —pregunté, sin entender muy bien lo que pretendía decirme. ?Dios! Me sentía genial, y de pronto me di cuenta de que podía interceptar una línea. Al hacerlo, respiré aliviada, tomando una enorme cantidad de energía de líneas luminosas y almacenándola en forma de huso en el interior de mi mente. En el fondo del aparcamiento, un coche se detuvo con las luces eclipsadas por la nieve, que no paraba de caer. Moviéndose lentamente, deambuló en busca de un sitio para aparcar.
—?Mia? —la llamó Remus, claramente nervioso.
—Tranquilízate —le ordenó la mujer—. Intento que la bruja entienda por qué debe convencer a la AFI de que desista. —Cuando se giró hacia mí, su rostro lucía una sonrisa producida por la convicción de que tenía el control sobre mí, y mi estado de ánimo se endureció—. Me he alimentado increíblemente bien durante los últimos meses —explicó Mia con una satisfacción carente de remordimientos—. Los humanos son unos animales estúpidos y confiados. Basta que les des un poco para que crean que los amas. Después, solo tienes que tomar lo que te dan. Causas naturales —dijo con coqueta timidez—. Infarto, aneurisma cerebral, una simple fatiga. Llevamos cuarenta a?os, desde la Revelación, pasando hambre, pero Holly nos devolverá nuestra fuerza, la astucia para apropiarnos con impunidad de lo que queramos en lugar de seguir la delgada línea que la ley ha trazado para nosotras. Los que protesten serán silenciados. La SI lo sabe y te estoy recargando de energía para que convenzas a la AFI del error que comenten.
Desde detrás de ella, Ivy se agitó rabiosa, mientras Remus la sujetaba con fuerza.
—?Eres un monstruo! —le reprochó, enfurecida—. ?Les haces creer que los quieres y luego los matas? ?No te di el deseo para que hicieras algo así!
—?Cierra la boca! —le ordenó Remus, e Ivy bramó de dolor. Mi rostro palideció y el frío de la noche pareció volverse más oscuro. Era así como habían estado alimentándose, tanto ella como su hija. ?Maldición! ?Cómo se suponía que íbamos a distinguir las muertes inducidas por una banshee de las que se debían a causas naturales?
—?De veras crees que voy a ayudarte? —le pregunté, consternada—. ?Tú estás loca!
El coche pasó lentamente, siguiendo el sendero que había trazado el que acababa de irse, marcando aún más los surcos, y empecé a sentir un hormigueo en la piel. Iba muy lento. Y me parecía… no, me sonaba familiar. Se trataba de un modelo antiguo, y bastante deteriorado. Giró al final del aparcamiento y los faros iluminaron a Ivy y a Remus. En el monovolumen, Holly gritó, extendiendo los brazos para que la cogieran.
—?Mia! —gritó Remus—. ?Tenemos que irnos!
—Ayudarme es exactamente lo que vas a hacer —dijo Mia, acercándose a mí mientras me inundaba una segunda ola de calor—. Le dirás a la AFI que he desaparecido. Puedes contarles que vinieron los extraterrestres y me abdujeron, no me importa. El caso es que si no me dejan en paz, te mataré, aquí mismo si hace falta, y luego me cargaré al resto, empezando por el hijo de ese hombre.
—?Como toques a Glenn, yo misma me encargaré de que mueras! —le espetó Ivy.
Mia la miró con desprecio.
—No sé cómo te atreves a amenazarme —dijo con tono condescendiente—. Os vi a Piscary y a ti pisar por primera vez mi ciudad y también presencié su entierro. No lo olvides.
Sacudí la cabeza.
—No pienso ayudarte, Mia. Si no me acompa?as, tu hija y tú tendréis que vivir para siempre al margen de la sociedad, como dos proscritas.
Las pálidas cejas de Mia se alzaron.
—Escúchame bien, bruja, yo construí esta sociedad. Si me tocan, no viviré al margen de ella, la destruiré.
Sentir la fuerza de la línea en mi interior me dio el valor para enfrentarme a ella.
—Pues vete al infierno.
Mia soltó un suspiro y se volvió hacia Remus, que agitaba los dedos con nerviosismo, ansioso por marcharse.
—Puedes llevar un caballo hasta el río, pero no puedes obligarlo a beber —sentenció, volviéndose de nuevo hacia mí—. Visto lo visto, tendrá que ser la vampiresa la que transmita mis palabras.
Al darme cuenta de que iba a matarme se me cortó la respiración.
—?Espera!
Presa del pánico, empecé a retroceder a gatas por entre los coches. Sin llegar a tocarme todavía, extendió la mano y, con la mirada extasiada, tiró fuertemente de mi aura y me arrebató todo lo que me había dado.