Bruja blanca, magia negra

Emití un grito ahogado y la sensación de que tiraban de mí desapareció. El calor regresó lentamente a mi cuerpo, pero era menor, y se sedimentaba en mi alma como una ba?era que se está desbordando.

 

Con el rostro desencajado, alcé la vista y me topé con los ojos expectantes de Mia. Eran fríos e impasibles. Como los de un reptil. Justo detrás de ella, Ivy nos observaba. Tenía la mejilla contra el enorme vehículo, y la mandíbula apretada, dándole un aspecto indefenso, frustrado y realmente furioso. Nos encontrábamos delante de una jodida cárcel. Aquella mujer tenía suficientes agallas para gobernar el mundo. Tal vez pensaba que ya lo hacía.

 

—Alguien me está siguiendo —sentenció con frialdad—. ?Con quién has hablado?

 

Tenía la rodilla mojada y el dolor del brazo se me estaba extendiendo hasta la espalda. Mia dio un paso atrás, arrastrándome hasta el pasillo cubierto de nieve y barro, obligándome a ponerme en pie como a un juguete del que se tira con una cuerda. Su otra mano me rodeó el cuello, haciendo que la luz se reflejara en su alianza.

 

—?Espera! —farfullé presa del pánico, en el momento en que mi aura amenazó de nuevo con desprenderse de mí.

 

Al ver mi gesto de aceptación, Mia sonrió. Estaba muy hermosa bajo la nieve, más peque?a que yo, pero resultaba muy fría; fría e insensible.

 

—Eso que has sentido era yo arrebatándote el aura —dijo, mientras la nieve se derretía sobre su erguido rostro—. Cuanto más te resistes, más fuerte me vuelvo. ?Con quién has hablado? Alguien me está siguiendo. Dímelo o morirás aquí mismo.

 

Un sudor frío me cubrió el rostro. Aquella mujer era como un nudo corredizo. Y yo era un conejo en las garras de mi raptor.

 

—?Rachel! ?Díselo! —gritó Ivy. A continuación soltó un gru?ido cuando Remus la instó a mantener la boca cerrada.

 

—?No le hagas da?o! —le grité sin poder apartar la vista de Ivy, indefensa contra el todoterreno. Mi miedo se intensificó cuando recordé lo que Remus le había hecho a Glenn. Hijo de puta. ?Por qué no debería decírselo a Mia? Entonces me humedecí los labios y Mia me agarró con más fuerza. Un débil dolor me recorrió y dije:

 

—Una mujer llamada Walker. Se trata de otra banshee, del oeste.

 

Mia abrió mucho los ojos y estuvo a punto de soltarme.

 

—?En mi ciudad? ?Esa… cosa está en mi ciudad? —preguntó, alzando una voz cargada de una impactante cantidad de odio. Sus ojos, que brillaban bajo las farolas del aparcamiento, se habían vuelto negros como los de un vampiro y me pregunté si las dos especies estarían emparentadas.

 

—Creo que quiere matarte para quedarse con Holly —dije preguntándome si un rápido golpe en la barbilla con la palma de la mano mientras estaba distraída conseguiría liberarme, pero estaba demasiado asustada para intentarlo. No le hacía falta tocarme para apoderarse de mi aura—. Tanto a ti como a Remus. La única posibilidad que tienes de quedártela es venir conmigo ahora. La AFI la cuidará temporalmente, pero luego te la devolverán. Suéltame. Por favor, suéltame.

 

En ese momento volvió a concentrarse en mí, con la mirada llena de odio de una reina agraviada.

 

—Te has traído a la Walker —me acusó la diminuta mujer, y sentí que me quedaba sin fuerzas mientras empezaba a ver destellos en los extremos de mi campo visual—. ?Estás trabajando con ella!

 

—?No la he traído yo! —grité, escuchando a Ivy gru?ir de dolor—. ?Fuiste tú! —jadeé. ?Maldita sea! ?Por qué me meto siempre en estos líos? ?Y no tienen cámaras de vigilancia en este aparcamiento?—. Se enteró de que había sobrevivido al ataque de una banshee y creyó que se debía a que Holly había aprendido a controlarse. Le expliqué que no fue Holly, sino la oscura lágrima de banshee que llevaba en el bolsillo, pero sigue empe?ada en apoderarse de tu hija. Mia, si me sueltas, puedo ayudarte. Aunque solo Dios sabe por qué estoy haciendo esto. ?Para sobrevivir, quizás?

 

La respiración de Mia se transformaba en vaho mientras sopesaba mis palabras. De pronto, con un movimiento brusco, me soltó el cuello y dio dos pasos atrás. Jadeé y caí contra el maletero. Soportando el peso del cuerpo con un codo, me llevé una mano a la garganta y miré a la peque?a mujer, intentando valorar cuánta aura me había dejado. No parecía mucha, pero fui capaz de levantarme y moverme sin marearme. No necesitaba tocarme para matarme, pero al menos ahora disponía de un poco de espacio.

 

Detrás de ella, Remus apartó la pistola de la cabeza de Ivy y se retiró hasta quedar fuera de su alcance. Aun así, siguió apuntándole con el arma. Observé a Ivy medir visualmente la distancia que los separaba y, consciente de que el disparo la alcanzaría, adoptó una posición tensa. Detrás de Remus, Holly gorjeó, alborozada por las emociones que le llegaban.

 

Mia se quedó de pie bajo la nieve, con una clara expresión de desprecio.

 

—Si hubiera sabido que la Walker se enteraría de lo de Holly, me hubiera quedado para asegurarme de que estabas muerta.