Bruja blanca, magia negra

En aquel momento apreté la mandíbula, pero me obligué a relajarla al mismo tiempo que abría los ojos.

 

—Kisten estaba muerto —dije mientras la nieve hacía su aparición en el hombro cubierto de cuero de Ivy—. Creo que fue un accidente. Su asesino todavía no había tocado su sangre, y estaba furioso por ello… De manera que decidió convertirme en su sombra. él… estaba consiguiendo que se lo suplicara. —Tomé aire, temblando. Si no se lo contaba en aquel momento, era posible que no lo hiciera nunca—. Jugueteaba con mi cicatriz para que le suplicara que me mordiera. Kisten lo detuvo. Sabía que podía acabar muriendo de nuevo, pero lo hizo de todos modos.

 

Ivy bajó la cabeza y se frotó la frente.

 

—Lo siento —dije sin saber muy bien por qué—. Dejó que lo mataran de nuevo porque me quería.

 

Cuando alzó la cabeza, la luz se reflejó en los ojos de Ivy, húmedos por las lágrimas.

 

—Pero no era capaz de recordar por qué te amaba, ?verdad?

 

Sacudí la cabeza cuando brotó en mi interior el recuerdo de un dolor mental.

 

—No, no lo era.

 

Ivy lo asimiló en silencio. En lo más profundo de sus ojos en penumbra pude ver que deseaba que yo pudiera encontrar la manera de salvarla de su destino.

 

—No quiero vivir sin recordar por qué amo —dijo finalmente, con el rostro desvaído, como si pudiera mirar al futuro y ver la muerte de su propia alma.

 

—Lo siento, Ivy —susurré cuando conseguí alcanzarla mientras nos dirigíamos a mi coche.

 

—Es lo que somos —dijo estoicamente.

 

Pero no era lo que quería ser.

 

 

 

 

 

22.

 

 

Ivy tenía la cabeza gacha mientras entrábamos en el aparcamiento y nos dirigíamos a mi descapotable rojo, situado bajo una distante luz de seguridad. La nieve lo había cubierto todo excepto los coches todavía calientes, y el mundo seguía en blanco y negro.

 

—Lo siento ——dijo, sin mirarme—. Podrías haber muerto ahí dentro, y habría sido culpa mía.

 

Inspiré profundamente, llenándome los pulmones de aire frío, intentando aclarar mis pensamientos.

 

—Estoy bien. No te sientas mal.

 

—Pero podría haber pasado —insistió aminorando la velocidad para dejarme pasar primero entre los dos coches, mirándome con una expresión enga?osamente apacible—. Tu aura no estaba en condiciones y no puedes trazar un círculo. Lo siento. Pedirte que lo hicieras cuando no te encontrabas bien fue un error. Esperaban que murieras ahí dentro, o algo peor.

 

Agarrándola del brazo, tiré de ella para que me siguiera, buscando el camino más corto para llegar a mi coche. Podía verlo, con su brillante pintura roja que parecía gris por efecto de la farola y la nieve que se acumulaba solo en la fría capota.

 

—Entonces, supongo que los dejamos boquiabiertos, ?eh?

 

Mientras atravesábamos el estrecho pasadizo, Ivy se puso rígida, pero no le permití soltarse. Si no la tocaba, no creería merecerse el bagaje emocional que había aportado tanto a su vida como a la mía.

 

—Estoy bien —dije poniéndome seria—. Yo también quería saber quién mató a Kisten. Ahora disponemos de más información. Aunque, para ser sinceros, hubiera preferido descubrirlo de otra manera. No le des más vueltas.

 

Como era de esperar, Ivy se soltó en cuanto salimos de entre los dos coches, mirando por encima de su hombro a través de la nieve hacia el silencioso edificio.

 

—No voy a volver a ser esa persona —dijo, y yo abrí mucho los ojos cuando se limpió las lágrimas con el dorso de una de sus manos enguantadas mostrando un atisbo de humedad bajo la luz de seguridad—. No puedo hacer esto —susurró, claramente afectada en lo más profundo—. Rachel, lo siento. Me he dado cuenta de que no puedo volver a morderte. Siento de veras haberlo intentado. No te lo mereces y, con mi comportamiento, te estoy arrastrando conmigo hacia el abismo.

 

—?Si eres la persona más fuerte que conozco! —protesté, pero ella negó con la cabeza, enjugándose de nuevo las lágrimas. Era evidente que se sentía hundida. Skimmer le había sacudido en lo más profundo.

 

—Ninguno de los que una vez consideré mis amigos hubiera hecho lo que acabas de hacer tú —dijo, con la barbilla temblándole—, y, en el caso de que alguno nos hubiera separado, habría sido para ocupar el lugar de Skimmer. No quiero ser ese tipo de persona y no lo seré. He dejado de beber sangre. Completamente.

 

Abrí los ojos y sentí una punzada de miedo. Al percibirla, Ivy apretó la mandíbula y se alejó a grandes zancadas.

 

—Espera, Ivy. Esa no es necesariamente una buena idea —le grité.

 

—Piscary está muerto. Puedo ser lo que yo quiera —dijo por encima de su hombro.

 

—Pero ?tú eres una vampiresa! —protesté, mientras la seguía, preocupada—. ?No puedes renunciar a tu verdadera identidad!