Bruja blanca, magia negra

La respiración de Ivy produjo un sonido sibilante y, con las manos en el estómago, dio un traspié, luchando por respirar.

 

—?Serás puta! —gritó Skimmer, demasiado sorprendida para moverse mientras le arrebataba la esperada acometida de un mordisco. Si la hubiera golpeado a ella, habría reaccionado de forma instintiva y, probablemente, estaría muerta. Incluso mientras moría, Kisten me había ense?ado una última lección. Había salido corriendo detrás de su asesino, y aquello le había costado su existencia no muerta. Había muerto por mí. Murió por mí.

 

Ivy emitió una estremecedora boqueada. Le dediqué un rápido vistazo y luego me situé entre ellas con actitud defensiva.

 

—Deja en paz a Ivy.

 

Skimmer emitió un grito de frustración, con los ojos negros y las manos contraídas en forma de garras, pero ya la había noqueado antes y sabía que podía derrotarla.

 

—?Ivy? —la llamé, arriesgándome a mirar hacia atrás para ver si todavía estaba perdida en sus ansias de sangre incluso aunque luchara por conseguir un poco de aire. Mierda. No se me había ocurrido la posibilidad de tener que lidiar con las dos al mismo tiempo—. ?Ivy! —grité dándome la vuelta para sacarla de detrás de mí pero sin quitarle ojo a Skimmer—. Mírame. ?Mírame! ?Quién quieres ser ma?ana?

 

Con sus manos todavía en el estómago, Ivy me miró a través de la cortina que formaba su pelo. Entonces inspiró limpiamente y luego una segunda vez. A mi derecha, Skimmer empezó a temblar de frustración. Ivy la miró, con expresión horrorizada.

 

—?Quién quieres ser ma?ana? —le pregunté de nuevo, al ver que recuperaba la conciencia—. No has perdido nada de tu control, Ivy. Todo está bien. No lo has perdido. Sigues siendo la misma.

 

Ella parpadeó, y una aureola marrón asomó alrededor de sus pupilas.

 

—?Oh, Dios mío! —susurró Ivy, antes de erguirse—. ?Maldita vampiresa estúpida! —gritó—. ?Cómo has podido hacerme algo así?

 

Ivy dio tres pasos y yo me puse entre ellas. Detrás de mí, Skimmer se encontraba contra la pared, muerta de miedo.

 

—?Ivy, no! —le pedí.

 

Sus ojos seguían negros, pues todavía pesaba el miedo de haber estado a punto de perder el control, de dejarse llevar por sus instintos, y me estremecí.

 

—Déjalo —le dije, y su mandíbula se relajó. Respiré aliviada y luego inhalé. Olía de maravilla cuando estaba cabreada.

 

Skimmer vio a Ivy recuperar su voluntad y, al darse cuenta de que yo se la había devuelto, algo en ella se rompió.

 

—?Es mía! —gritó la vampiresa dando un salto con los colmillos al descubierto y gru?endo.

 

Me agaché y escuché un suave ?uff?. Skimmer cayó al suelo junto a mí como un fardo. Yo me encontraba en cuclillas y alcé la vista para mirar a Ivy. El dolor y la traición habían reemplazado su hambre y, más profundamente, la gratitud.

 

—?No puedes tenerla! —gritó Skimmer, contrayéndose en un ovillo de desdicha—. ?Es mía! ?Es mía! Te mataré. Te mataré al igual que hice con Piscary.

 

Ivy extendió una mano temblorosa para ayudarme a levantarme.

 

—?Te encuentras bien?

 

La miré, de pie entre una celosa muerte y yo. Sus ojos eran marrones en su mayor parte, y en ellos se reflejaba el dolor por lo que estaba sucediendo, un dolor que me resultaba muy familiar. Me volví hacia Skimmer, que lloriqueaba asustada. Respirando de forma superficial, puse mi mano sobre la de Ivy y dejé que me ayudara a ponerme en pie.

 

—Sí —susurré tambaleándome hasta que conseguí recobrar el equilibrio. En realidad, no me encontraba demasiado bien.

 

Ivy se negó a mirar a Skimmer.

 

—Creo que deberíamos irnos.

 

Ella se movió hacia la puerta y yo miré a Skimmer.

 

—No hemos conseguido lo que habíamos venido a buscar.

 

—Me da igual.

 

Ivy dio unos golpecitos en la puerta y, cuando estos provocaron la aparición de Miltast, algo que no habían conseguido los gritos, Skimmer se recuperó.

 

—?Puta! —gritó, abalanzándose de nuevo sobre mí. Ivy estaba preparada y Skimmer fue a parar directamente contra la palma de su mano. Mi pulso se aceleró por la velocidad a la que se había desarrollado todo.

 

Jadeando, Skimmer cayó de espaldas. Tenía la cara cubierta por sus manos, pero le sangraba la nariz. Llorando, esta vez en serio, la peque?a vampiresa se desplomó sobre el sofá. Se encontraba de espaldas a nosotros y, mientras yo cruzaba la puerta todo lo rápido que podía, Ivy vaciló. Observé desde el pasillo cómo apoyaba la mano cari?osamente en el hombro de Skimmer.

 

—Lo siento —la oí susurrar—. Estuve enamorada de ti, pero no puedo seguir con esto.

 

Skimmer se encorvó aún más.

 

—La mataré —gimoteó—. Si sigues con ella, la mataré.

 

Un escalofrío me recorrió de arriba abajo. No por sus palabras, sino por el amor que emanaba de los brazos de Ivy cuando se curvaron, rodeando el cuerpo de Skimmer.