Bruja blanca, magia negra

Exhalé, pero el olor a vampiro que inhalé justo después solo consiguió empeorar aún más las cosas. Mis ojos se cerraron y me contuve, casi meciéndome con el dolor de no querer estar allí. Demasiado tarde, descubrí el plan de Skimmer. Iba a convencer a Ivy para que la mordiera, segura de que si la veía rasgar su garganta para hacer brotar su sangre, yo la abandonaría, o que, si se transformaba en sexo, el resultado sería el mismo. Aquello era ruin. No era amor, era manipulación, utilizando los instintos de Ivy en contra de su voluntad. E Ivy no podía detenerlo.

 

Los suaves gemidos de Skimmer intentando manipular a Ivy hicieron que se me contrajera el estómago mientras exponía delante de mí momentos privados que formaban parte de su pasado común. La vista se me nubló cuando intenté divorciarme de ello, pero la combinación de mi miedo y de las feromonas vampíricas consiguió echar abajo las barreras que había creado mi mente y, con la brusquedad de una bofetada, me asaltó un recuerdo que tenía que ver con Kisten.

 

Solté un grito ahogado y contuve la respiración mientras sentía cómo mi rostro se tornaba pálido. Lentamente deslicé la espalda por la pared hasta que encontré un rincón. No era un recuerdo de Kisten, sino de su asesino, uno tan cercano a lo que Skimmer le estaba haciendo a Ivy que había desencadenado un recuerdo de mi propia lucha.

 

?Oh, Dios!, pensé cerrando los ojos con fuerza, intentando evitar que el recuerdo creciera poco a poco, pero no podía… detenerlo y, allí sentada, con la barbilla apoyada en las rodillas, recordé.

 

El asesino de Kisten intentó morderme en contra de mi voluntad, exactamente igual a lo que Skimmer intenta hacer con Ivy. Conteniendo la respiración, me llevé la mano al cuello mientras el recuerdo de él jugando con mi cicatriz se deslizaba hasta mi consciencia. Lo recordé sujetándome contra la pared, cautivándome con su olor. Recordé las oleadas de pasión que enviaba a través de mí con solo tocarme levemente, la pasión mezclada con el rechazo, el asco y el deseo. Sus dedos habían sido ásperos y agresivos, y yo me había sentido confundida. El sonido de la respiración jadeante de Ivy mientras luchaba por resistirse me recordó que yo había hecho lo mismo. Me resultaban tan familiares, tan horrorosamente familiares.

 

—No —susurró Ivy, y yo sentí cómo mis propios labios formaban la palabra. Yo también había dicho que no, y luego le había suplicado que me mordiera, odiándome a mí misma mientras me retorcía de deseo. Casi podía sentir el balanceo del barco mientras recordaba estar de pie con la espalda contra la pared, las manos agarrándolo con fuerza del mismo modo que, en aquel momento, estaban agarradas a mis rodillas. Las lágrimas empezaron a brotar. Se lo había suplicado, de la misma manera que lo iba a hacer Ivy.

 

Y Kisten, recordé, no me dejó. En mis pensamientos, tuve una visión de Kisten, confundido y no siendo él mismo, apartándome de mi captor para que pudiera recuperar mi voluntad. Lo había hecho a sabiendas de que el otro vampiro acabaría con su vida una segunda vez, pero su amor por mí era tan profundo que solo el recuerdo de ello había superado su primera muerte y había hecho el sacrificio.

 

La rabia se abrió paso a través de mi sufrimiento, llevando hasta lo más profundo el ardiente éxtasis que había provocado lo que estaba sucediendo entre Ivy y Skimmer, hasta un lugar que me permitiera ver más allá. Con la cabeza alta, me enjugué las lágrimas, deseando poder hacer lo mismo por mi memoria fragmentada, pero ahora estaba allí y jamás lo olvidaría. Me concentré en Skimmer e Ivy, con el corazón roto por lo que Ivy tenía que pasar solo por ser quien era y porque sus debilidades estuvieran estrechamente vinculadas a sus puntos fuertes. Kisten me había salvado y yo no podía hacer menos por Ivy.

 

Ivy estaba temblando, con la boca entreabierta y los ojos cerrados, olvidándose de cómo decir no, saboreando una dulzura que era incapaz de rechazar. La victoria se leía en el rostro de Skimmer, mientras acariciaba con la nariz el cuello de Ivy y sus ojos se volvían negros por el poder que tenía sobre ella, creciéndose a base de someter a Ivy hasta convertirla en algo insignificante.

 

Apreté los dientes y el recuerdo del olor a cemento húmedo se abrió paso a través de mi mente. Me puse en pie tambaleándome y fue como si pudiera sentir el sabor del hierro frío y seco en mi lengua. Avancé dando grandes pasos, apretando los pu?os mientras recordaba haber deslizado mis manos a través del corto pelo del asesino de Kisten.

 

Skimmer soltó un grito ahogado y se encorvó sobre Ivy sin ver que me acercaba a ella.

 

Era casi demasiado tarde. Los colmillos de Ivy estaban húmedos, brillando intensamente, y un recuerdo repentino de calor se encendió en mí al recordar cómo se deslizaban limpiamente dentro de mí, mezclando el placer y el dolor en una irreal oleada de adrenalina y endorfinas. Temblando, inspiré hondo.

 

—Lo siento, Ivy —susurré y, a continuación, le asesté un pu?etazo en la garganta.