—Hola, Rachel —se burló la peque?a vampiresa mientras se acercaba pavoneándose. Ivy levantó el brazo de golpe y me caí hacia atrás, estupefacta, al ver borrosamente cómo bloqueaba el brazo de Skimmer, que arremetía contra mí. Sus delgados dedos de largas u?as pasaron a escasos centímetros de donde había estado mi cara y apoyé la espalda contra la pared. Mierda. No quería salir de allí con un ara?azo o un mordisco. Iba a cenar con mi madre y con Robbie y él me lo echaría en cara durante el resto de mi vida.
—Ni se te ocurra —dijo Ivy, y me aparté de la pared. Aquello no pintaba nada bien. Los ojos de Skimmer habían retrocedido, y una se?al de alarma me recorrió de arriba abajo; los músculos se me tensaron cuando comprobé que las pupilas de Ivy se habían dilatado hasta ponerse como las de ella. ?Maldición!
Ivy soltó el brazo de Skimmer y la vampiresa vestida de blanco retrocedió, olfateando el olor de Ivy en su mu?eca y sonriendo. ?Doble maldición!
—Vaya, vaya, querida Ivy —dijo Skimmer, contoneando de forma insinuante su cuerpo embutido en aquel ajustado chándal—. Veo que sigue manejándote como si fueras una marioneta.
Ivy dio un respingo cuando avancé un paso hacia delante.
—?Podrías comportarte decentemente por una vez en tu vida? —le reprochó mi compa?era de piso—. Necesito saber quién visitó a Piscary sin que su nombre apareciera en la lista oficial. Consiguió sangre de alguien.
—?Además de ti? —se burló Skimmer, y el pulso se me aceleró de nuevo—. Duele, ?verdad? —dijo acomodándose en la silla como si fuera un trono desde el que ejercer su poder—. Tener delante de las narices lo que tanto deseas y saber que no le importas una mierda.
Inspiré profundamente, incapaz de dejar las cosas de aquel modo.
—Sí que me importa.
—No discutas con ella —dijo Ivy—. Es lo que está buscando.
Skimmer sonrió mostrando sus colmillos; lo que, junto con sus oscuros ojos, me provocó un profundo escalofrío. Todavía no estaba muerta, de manera que no podía proyectar un aura vampírica completa, pero le faltaba poco.
—El caso es que estás aquí —dijo en una especie de ronroneo—, pidiéndome que te cuente lo que sé. ?Hasta qué punto lo deseas, peque?a Ivy?
—No me llames así.
Ivy se había puesto pálida. Así era como solía llamarla Piscary y lo odiaba. Empecé a sentir un hormigueo en la cicatriz, y apreté la mandíbula, negándome a que los vestigios de aquel sentimiento penetraran todavía más en mi interior. Skimmer debió de notar mi expresión de pánico.
—Da mucho gusto, ?verdad? —dijo con coquetería—. Es como cuando te toca un amante que ha estado mucho tiempo ausente. Si supieras cómo fue golpear a Ivy en esta peque?a habitación cerrada a cal y canto, te cagarías de miedo.
En un arrebato de despecho, la vampiresa se puso en pie. Di un paso atrás de forma involuntaria antes de conseguir detenerme. Aquello no me gustaba ni un pelo. Estaba convencida de que se habían saltado las normas para dejarme entrar con la esperanza de que me matara y resolver así el problema de qué hacer con Rachel Morgan.
Ivy se puso rígida.
—Dijiste que me contarías quién visitó a Piscary.
—Pero no te prometí nada…
La expresión de Ivy se volvió hermética.
—?Vámonos! —ordenó en un tono crispado, y se volvió hacia la puerta.
—Espera —dijo Skimmer con un gesto petulante, e Ivy se detuvo. Se había notado un atisbo de pánico en la voz de Skimmer, pero en vez de hacerme sentir bien, mi tensión aumentó aún más. Aquello no era nada seguro.
Skimmer se adelantó situándose en el centro de la sala, e Ivy se colocó casi delante de mí con los brazos en jarras.
—No puedo darte nada, Skimmer —dijo mi compa?era de piso—. Mataste a Piscary. Aquello fue un error.
—?Te trataba como a una mierda! —exclamó Skimmer.
Ivy se mostraba serena y contenida.
—Aun así, seguía siendo importante para mí. Lo amaba.
—?Lo odiabas!
—Pero también lo amaba. —Ivy sacudió la cabeza, balanceando las puntas de su pelo—. Si no vas a contarme quién lo visitó fuera de las listas, hemos acabado.
Una vez más, Ivy dio la espalda a Skimmer. Me tomó del brazo y tiró de mí hacia la puerta. ?Nos vamos?
—Ivy está encantada con su nuevo juguetito —dijo Skimmer con amargura—, y ya no quiere jugar con sus viejas mu?ecas.
No creía que fuéramos a sacarle ninguna información a Skimmer, pero Ivy se detuvo. Tenía la cabeza gacha mientras ordenaba sus pensamientos y lentamente se giró hacia la furiosa y frustrada vampiresa.
—Tú nunca fuiste un juguete —susurró, suplicándole comprensión.
—No, pero tú sí. —Skimmer recobró la confianza en sí misma y se situó delante de nosotras con gesto de orgullo—. En una ocasión. Cuando nos conocimos. Yo te convertí de nuevo en una persona.
Sus ojos se habían vuelto negros de nuevo, y mis cicatrices, tanto la visible como la que estaba oculta bajo mi piel inmaculada, empezaron a cosquillearme. Retrocediendo, me topé con la pared. Me sentía más segura, pero era una seguridad ficticia.
Al echarme atrás, Skimmer se movió hacia delante y se detuvo justo delante de Ivy.
—Quiero que sufras, Ivy —dijo en un susurro—. Quiero un resarcimiento por lo que me hiciste.
—No te hice nada.