Bruja blanca, magia negra

—Lo he recuperado —dijo con voz áspera—. No se merece que la amen.

 

El edificio que se alzaba a nuestras espaldas seguía emitiendo aquel ruido infernal y pude oír a un grupo de hombres que venía hacia nosotras. Ivy inspiró profundamente y repitió el gesto una segunda vez.

 

—Necesito… ?Rachel? —susurró. Entonces me di cuenta de que empezaba a verme con mayor claridad—. Mierda —exhaló, y yo la acerqué aún más a mi cuerpo, acunándola, consciente de que seguía viva. No había muerto y yo no estaba abrazando a una no muerta.

 

—Te pondrás bien —dije, sin saber si era cierto. Estaba increíblemente pálida.

 

—No. La necesito —dijo Ivy. Yo la miré, viendo las lágrimas que surcaban sus mejillas y sus colmillos cubiertos de saliva. Era evidente de lo que estaba hablando. Sangre. Necesitaba sangre. Los vampiros eran los parientes más cercanos de las banshees y disponían de una forma de recargar sus auras. La recuperaban cuando se alimentaban. Ivy necesitaba sangre.

 

Impávida, alcé su cuerpo un poco más, y ella rompió a llorar desconsoladamente, consciente de que no podía ser la persona que quería ser y lamentándose por la pérdida de un sue?o.

 

—Quería mantenerme limpia, pero no puedo —dijo mientras la mecía—. Cada vez que intento ser otra, fracaso. La necesito —repitió, con un brillo negro en sus ojos—. Pero no la tuya. No quiero que seas tú —declaró, con voz suplicante, incluso mientras sus ojos comenzaban a dilatarse y el hambre se apoderaba de ella—. Prefiero morir antes de que me des tu sangre. Te quiero, Rachel y no quiero que me des tu sangre. ?Prométeme que no lo harás!

 

—Te pondrás bien —repetí, desesperada—. Aún se percibía el olor a anticongelante del destartalado Chevy, mientras que el débil efluvio del motor caliente empezaba a desvanecerse.

 

—?Prométemelo! —me ordenó intentando tocarme la cara—. No quiero que me des tu sangre. ?Prométemelo, maldita sea!

 

Mierda. En aquel momento levanté la vista y, por primera vez, vi las luces de las linternas y a los hombres detrás de ellas. Mi bolso y mis llaves estaban tirados en el suelo.

 

—Te lo prometo.

 

Entonces se escuchó el ruido de unas botas aplastando la nieve.

 

—?Se?orita! ?Apártese de esa mujer! —me ordenó una voz con tono autoritario—. Túmbese bocabajo y ponga las manos extendidas donde pueda verlas.

 

Con el rostro cubierto de lágrimas, levanté la vista y miré detrás de mí, hacia la claridad de las luces de seguridad, descubriendo una enorme sombra detrás.

 

—?Dispárenme si quieren! —grité—. ?No pienso dejarla!

 

—?Se?orita! —repitió la voz, y la luz enfocó a Ivy y luego a mí.

 

—?Está herida! —exclamé—. ?Acabo de estar en vuestras oficinas, idiotas! Visionad las grabaciones de las cámaras de seguridad. Sabéis perfectamente quién soy. ?Lo habéis visto todo! ?Cree que me he estrellado yo misma contra ese maldito coche de mierda?

 

—?Se?orita…! —insistió.

 

Intenté levantarme, arrastrando a Ivy conmigo.

 

—?No vuelva a llamarme así! —resoplé, haciendo un gran esfuerzo hasta que conseguí ponerla en pie, apoyándome contra el todoterreno.

 

—?Abajo! ?Todos al suelo! —gritó alguien.

 

Se produjo una fuerte explosión y apreté a Ivy contra mí, arreglándomelas para mantenernos a ambas en pie. El hombre de la linterna se giró hacia el lugar del que había llegado el ruido de la detonación. Había hombres y mujeres gritando, y el tipo de la linterna parecía cabreado por no haberse visto implicado. Una neblina verde violácea del aura de Tom cubría un árbol decorado que se encontraba cerca, y el estómago se me revolvió cuando el árbol empezó a evaporarse y se disolvió. Las luces decorativas parpadearon y se apagaron. ?Joder! ?Qué demonios le ha ense?ado Al?

 

Mis llaves se encontraban en mi bolso, tres coches más allá.

 

—Quédate aquí —le dije a Ivy y, tras ver que conseguía mantenerse en pie por sí misma, apoyada sobre el coche, me alejé para cogerlas.

 

—Ese es Tom Bansen —dije pasando entre el policía y la vista del árbol derritiéndose—. él es el responsable de esto. Si queréis respuestas, hablad con él. Estoy en un aparcamiento público. No tenéis jurisdicción y voy a marcharme. —Agarré el bolso y saqué las llaves. El detector de amuletos malignos brillaba con intensidad, mostrando un llamativo color rojo. La cosa no está para bromas—. ?Queréis mi carné de identidad? —pregunté, regresando hasta Ivy—. Está en vuestro informe. ?Que tengáis un buen día y un jodido feliz A?o Nuevo!