Bruja blanca, magia negra

Me puse en pie y Marshal sonrió y se sirvió otro dónut.

 

—?Se trata de Mia? —pregunté al levantar el auricular. Mis ojos se dirigieron a las inservibles pociones localizadoras alineadas sobre la encimera y parpadeé. Ya no estaban.

 

—?Dónde están mis…? —empecé a decir, y Marshal agitó una mano para llamar mi atención.

 

—Colgadas en tu armario. Las invoqué para ti. —Sus ojos se abrieron ante mi repentino gesto de preocupación—. Lo siento. Debería haberte preguntado, pero dijiste que estaban acabadas. Pensé que podía ser útil…

 

—No te preocupes. No pasa nada —respondí, y oí a Edden a través del teléfono—. Ummm, gracias —a?adí, sonrojándome. Genial. Ahora sabía que los había echado a perder. él hacía sus propios hechizos y, por la ausencia de olor a secuoya, se habría dado cuenta de que eran un fiasco.

 

Muerta de vergüenza, hablé por teléfono.

 

—?Edden? —dije, abochornada—. ?La habéis encontrado?

 

—No, pero me gustaría que me ayudaras esta tarde con una de esas banshees —dijo sin más preámbulos, con un tono entre agradecido y preocupado en su grave voz; sonaba extra?a porque el teléfono de la sala de estar seguía descolgado—. Esta se llama Walker. Es la mujer más fría con la que he hablado, más que mi suegra, y eso que solo hemos conversado por teléfono.

 

Eché un vistazo a Marshal y después le di la espalda. Jenks estaba sentado en su hombro y probablemente había llevado a su hijo al escritorio.

 

—Ha llamado al departamento esta ma?ana —siguió diciendo Edden, consiguiendo que volviera a prestarle atención—, y esta tarde llega en avión desde San Diego para ayudarme a encontrar a la se?ora Harbor. ?Podrías estar presente cuando hable con ella? Las banshees se vigilan unas a otras, al igual que los vampiros, y quiere colaborar con nosotros; visto que la SI no va a hacer nada al respecto.

 

Sus últimas palabras estaban cargadas de amargura, y asentí con la cabeza olvidando que él no podía verme. Aquello tenía sentido, pero no me apetecía encontrarme con aquella mujer después de que una ni?a de su especie estuviera a punto de matarme.

 

—Esto… —contesté con inquietud preguntándome cómo salir de aquella—. Me gustaría mucho ayudarte, pero mi aura sigue demasiado delgada. No creo que hablar con otra banshee sea una buena idea. Además, tengo que idear algo para que Al se comporte como es debido.

 

Jenks agitó las alas en se?al de aprobación, pero Edden no se daba por vencido.

 

—Quiere conocerte —dijo—. Ha preguntado por ti. Te usó como condición indispensable para encontrarse conmigo. Te necesito.

 

Suspiré, preguntándome si Edden estaba modificando la realidad para conseguir lo que buscaba. Llevándome una mano a la cabeza, reflexioné durante unos instantes.

 

—?Jenks? —pregunté, sin estar del todo segura—. ?Tú podrías avisarme si empieza a absorberme el aura?

 

Las alas del pixie se iluminaron.

 

—?Y tanto! —respondió alegrándose de poder ser útil.

 

Me mordí el labio inferior y escuché el eco del teléfono descolgado mientras sopesaba los riesgos. Quería vengarme de Mia por dejar que su hija intentara matarme, y la se?ora Walker podía ayudarnos.

 

—De acuerdo… —dije arrastrando las palabras, y Edden hizo un ruidito de satisfacción—. ?Dónde y cuándo?

 

—Su avión aterriza a las tres, pero teniendo en cuenta que vendrá con el horario de la Costa Oeste, nos veríamos para un almuerzo tardío —propuso Edden con seguridad—. En la AFI.

 

—?Te refieres a tu almuerzo o al mío? —pregunté poniendo los ojos en blanco.

 

—Ummm, digamos a las cuatro en Carew Tower.

 

?Carew Tower? Cómo se notaba que no era una mujer.

 

—Mandaré a alguien a recogerte —continuó diciendo Edden—. ?Ah! Y buen trabajo con lo del alta voluntaria. ?Cómo la conseguiste tan pronto?

 

Miré a Jenks, que seguía sentado en el hombro de Marshal.

 

—Rynn Cormel —dije con la esperanza de que Marshal empezara a entender lo arriesgado que era estar cerca de mí.

 

—?Caramba! —exclamó Edden—. A eso lo llamo yo influencias. Nos vemos esta tarde.

 

—?Oye! ?Cómo está Glenn? —pregunté. Desgraciadamente, ya había colgado. A las cuatro en Carew Tower, pensé repasando mentalmente mi armario en busca de algo que ponerme mientras dejaba el auricular en su sitio. Puedo hacerlo. Lo que no sé es cómo. Estaba agotada y eso que acababa de levantarme.

 

Mi mirada se dirigió a la encimera central, donde antiguamente tenía mis libros de hechizos. Ivy se los había llevado al campanario mientras estuve en el hospital, y suspiré ante la idea de volver a bajarlos. Al había dicho que no existía ningún hechizo para completar el aura de una persona, pero tal vez había algo que me pudiera proteger del ataque de una banshee.