Bruja blanca, magia negra

—Marshal, todavía no sé si estoy preparada para tener pareja. —Estirando el brazo, le toqué los cortos cabellos de detrás de la oreja, con el corazón latiéndome a toda velocidad. Me había esforzado tanto en convencerme de que no debía hacerlo que aquel peque?o gesto me resultó de lo más erótico. él no se movió, y mi mano descendió hasta que mis dedos rozaron el cuello de la camisa, acariciando suavemente su piel. Una peque?a sensación comenzó a crecer, y volví a mirarle a los ojos—. Pero me gustaría comprobar si lo estoy. Si tú…

 

 

él alzó la mano y sujetó la mía contra su hombro y, aunque no me la estrechó, el gesto prometía que la cosa no quedaría ahí. Entonces dejó caer la mano libre, traspasando de forma insinuante las barreras invisibles de mis defensas y retirándola para darme una respuesta. Habernos pasado dos meses manteniendo las distancias había hecho que aquel simple gesto resultara sorprendentemente intenso.

 

Marshal estiró el brazo para levantar mi cabeza hasta la altura de la suya, y permití que la dirigiera para mirarlo. Notaba la calidez de sus dedos sobre mi mandíbula mientras me buscaba la mirada, sopesando mis palabras y comparándolas con sus propias preocupaciones. Me estremecí por culpa del frío.

 

—?Estás segura? —dijo—. Después, no podremos volver atrás.

 

Ya había visto la mierda que me rodeaba y no había salido huyendo. ?Qué importaba si aquello no duraba eternamente si me daba paz en aquel preciso momento?

 

—No, no estoy segura —susurré—, pero si esperamos hasta que lo estemos, ninguno de los dos encontrará a nadie.

 

Aquello pareció darle cierta seguridad y cerré los ojos mientras giraba mi rostro hacia el suyo y me besaba con indecisión, con sabor a azúcar y a dónut. De pronto, una sensación me recorrió a toda velocidad, el calor de desear algo que había asegurado que nunca perseguiría. Su mano me acercó aún más, y la sensación de su lengua deslizándose en el interior de mi boca envió un dardo de deseo hasta mi vientre. ?Oh, Dios! Era una sensación maravillosa, y la mente se movía a la misma velocidad que mi corazón.

 

No quería que aquello fuera un error. Llevábamos viéndonos durante dos meses y habíamos demostrado que ninguno de los dos estaba allí por pura atracción física, de manera que, ?por qué no ver si funcionaba?

 

Una descarga eléctrica me recorrió de arriba abajo como un sonido metálico, poniendo en alerta todos mis pensamientos, presentando ante mí una posibilidad que casi había olvidado. A pesar de que nuestra relación había sido platónica, o quizás precisamente por eso, no estaba preparada para acostarme con él. Hubiera sido muy extra?o, y Jenks me habría acusado de intentar compensar alguna carencia. Sin embargo, era un brujo de líneas luminosas (y yo tampoco era ninguna principiante), y aunque la ancestral técnica de traspasar energía de un brujo a otro en su origen tenía como finalidad asegurar que los brujos más poderosos procrearan con brujas fuertes para impulsar la mejora de la especie, en la actualidad se habían convertido en unos preliminares muy excitantes. Por desgracia, había un peque?o problema.

 

—Espera —dije cuando nuestro beso se interrumpió y recuperé el raciocinio.

 

Sus manos comenzaron a soltarse hasta interrumpir por completo el contacto con mi piel.

 

—Tienes razón. Debería irme. Ha sido una pésima idea. Ya te llamaré… si quieres. Dentro de un a?o, quizás.

 

Sonaba avergonzado y le puse una mano sobre el brazo.

 

—Marshal. —Alzando la vista, me acerqué a él hasta que nuestros muslos se tocaron—. No te vayas. —Tragué saliva—. Esto… Hace a?os que no estoy con un brujo —le confesé en voz baja, incapaz de mirarle a los ojos—. Me refiero a uno capaz de trazar una línea. Me gustaría… ya sabes, pero no sé si me acuerdo de cómo se hace.

 

Sus ojos se abrieron enormemente cuando entendió lo que intentaba decirle y la desilusión por mi supuesto rechazo fue reemplazada por algo más antiguo y profundo, la pregunta escrita en nuestro ADN que suplicaba ser contestada: ?quién era el brujo más avezado y cuánto podíamos divertirnos intentando averiguarlo?

 

—Pero ?Rachel! —dijo con una tierna risa que provocó que me sonrojara—. ?Eso no se olvida!

 

Mi rubor aumentó, pero su mirada estaba cargada de comprensión, y aquello me dio fuerzas.

 

—Por aquel entonces no practicaba mucho con las líneas luminosas. Ahora… —continué encogiéndome de hombros, azorada—. No conozco mis límites. Y con el aura da?ada… —a?adí, dejando la frase en el aire.

 

Marshal apoyó su frente sobre la mía y las manos sobre mis hombros.

 

—Tendré cuidado —susurró—. ?Prefieres tirar en vez de empujar? —preguntó quedamente, dubitativo.