Bruja blanca, magia negra

Mi rostro se encendió, pero asentí con la cabeza, aunque sin mirarle a la cara. Tirar era más íntimo, más arrebatador, más tierno y más peligroso en la medida en que podía confundirse con el amor, pero resultaba más seguro cuando las dos personas no conocían los límites de las líneas luminosas del otro.

 

él se inclinó lentamente para darme un beso inquisitivo. Cerré los ojos en el mismo instante en que nuestros labios se juntaron y exhalé en él, apretando sus hombros con más fuerza. Me moví para situar mi rostro frente al suyo. Marshal respondió colocando su mano en la parte posterior de mi cabeza, con un gesto posesivo pero dubitativo. Su olor a secuoya hizo saltar chispas en mi interior, provocando un aumento de la emoción, sin rastro del miedo que siempre me había acechado con Kisten. El beso carecía de la subida de adrenalina provocada por el temor, pero resultaba igual de profundo, tocando una emoción que nacía de nuestros orígenes. Había un peligro en aquel beso no tan inocente. Poseía el potencial del éxtasis o una idéntica cantidad de dolor, y la danza sería muy cautelosa, puesto que la confianza era solo una promesa entre nosotros.

 

El corazón me dio un vuelco ante la posibilidad de llevarlo a cabo. El intercambio de energía no tenía por qué incluir sexo, pero probablemente era la razón por la que las brujas siempre regresaban después de jugar con los humanos mejor dotados. Incluso aunque hubiera humanos que podían utilizar las líneas, no podían succionar su energía. Mi única preocupación, aparte de la vergüenza, era mi maltrecha aura… Existía la posibilidad de que resultara doloroso. Era, básicamente, lo mismo que utilizaba Al para castigarme, empujando una línea en mi interior para causarme dolor, pero era como comparar un beso de amor con una violación.

 

Un estremecimiento de impaciencia me recorrió de arriba abajo y desapareció. ?Oh, Dios! Espero acordarme de cómo se hace, porque lo deseo fervientemente.

 

Tiré de él hacia mí incluso mientras interrumpía nuestro beso. La respiración se me aceleró y, con los ojos todavía cerrados, apoyé la cabeza sobre su hombro, con los labios abiertos mientras inhalaba su aroma. Una de sus manos me sujetaba la cintura, mientras que la otra se enredaba en mi pelo. Me tensé al notar el tacto de sus dedos. él sabía que no iba a golpearlo con una explosión de energía de líneas luminosas para repelerlo a él y sus acercamientos, pero resultaba difícil superar varios milenios de instintos con solo una vida de experiencia, de manera que iríamos despacio.

 

Cambié de posición, obligándole a abrir las piernas y a apoyar la espalda en el respaldo del sofá. Una punzada de impaciencia se abrió paso hasta lo más profundo de mi ser, seguida por la preocupación. ?Qué pasaría si no conseguía relajarme lo suficiente? Respiraba aceleradamente y, entrelazando las manos detrás de su nuca, abrí los ojos para buscar los suyos. El color marrón estaba cargado de un deseo tan intenso como el mío. Me removí, sintiéndolo debajo de mí.

 

—?Alguna vez has hecho esto con una amiga? —le pregunté.

 

—No, pero siempre hay una primera vez para todo —dijo dejando entrever una sonrisa tanto en su voz como en su rostro—. Tienes que estar callada.

 

—Yo… —acerté a decir justo antes de que introdujera las manos por debajo de mi camisa y volviera a besarme. El corazón estaba a punto de salírseme del pecho y, mientras la rugosa suavidad de sus manos exploraba mi diafragma y ascendía lentamente, la presión de su boca sobre la mía se hizo más intensa. Correspondí a su embestida con la mía, rodeándole la cintura con las manos, e introduciendo un dedo bajo sus vaqueros para demostrar que, en un futuro, sería capaz de ir más allá.

 

Me presioné contra su calor decidiendo dejar de pensar y dejarme llevar. Mi chi estaba dolorosamente vacío, de manera que, con la suave indecisión de un beso virginal, extendí mi conciencia y encontré la energía latente que se encontraba en el interior del suyo. Marshal lo sintió. Sus manos me apretaron con más fuerza y luego se relajaron, pidiéndome que la tomara, que encendiera todo su cuerpo con la oleada de adrenalina y el éxtasis de las endorfinas al arrancársela violentamente.

 

Yo exhalé, deseando que viniera.

 

El calor de sus manos sobre mí empezó a soltar chispas provocándome un intenso hormigueo. De pronto, a una velocidad que nos desconcertó a ambos, las fuerzas se equilibraron y los niveles de adrenalina se descontrolaron. Marshal soltó un gemido y, atemorizada, tensé mi conciencia. De pronto, las barreras se alzaron y sentí que las mejillas me ardían por la vergüenza. Pero la energía había entrado de forma suave y pura, sin rastro de la sensación de náusea que me había provocado anteriormente la línea luminosa. Al provenir de una persona, había perdido sus bordes cortantes.

 

—Marshal —conseguí decir, sintiéndome profundamente desdichada—. Lo siento. Esto no se me da bien.

 

Marshal se estremeció y abrió un ojo para mirarme. Bajo mi cuerpo, había adoptado una posición de lo más sumisa, de un modo escalofriante.