Bruja blanca, magia negra

Pisé el acelerador dándome cuenta de que el Firebird seguía parado delante del semáforo rojo. Una sonrisa se dibujó en mi rostro. Comprobé la velocidad a la que iba, la se?al y la calle. Estaba cumpliendo las normas.

 

—Está rojo —dijo Jenks, mientras avanzaba a toda velocidad en dirección al siguiente semáforo.

 

—Ya lo he visto. —Echando un vistazo detrás de mí, me cambié de carril de manera que el se?or Capullo quedara a mi lado. No tenía a nadie delante y mantuve la velocidad.

 

—?Está rojo! —exclamó Jenks al ver que no reducía.

 

Mis dedos sujetaban el volante con despreocupación y vi que el semáforo de peatones empezaba a parpadear.

 

—Cuando lleguemos, ya se habrá puesto verde.

 

—?Rachel! —gritó Jenks y, con la suavidad de un glaseado blanco adelanté al se?or Firebird dos segundos antes de que el semáforo cambiara, a una agradable velocidad de sesenta y cinco kilómetros por hora. Llegué al siguiente semáforo mientras él aceleraba el motor al máximo e intentaba alcanzarme. Doblando suavemente la esquina cuando acababa de ponerse amarillo, giré para dirigirme hacia el centro. El se?or Firebird se vio obligado a parar y no pude evitar una profunda sensación de satisfacción. Chúpate esa. Imbécil.

 

—?Joder, Rachel! —masculló Jenks—. ?Qué demonios te pasa?

 

—Nada —respondí subiendo el volumen de la radio. Me sentía genial. Todo iba de maravilla.

 

—Tal vez Ivy podría venir a recogernos al restaurante —farfulló Jenks, y yo aparté los ojos de la carretera, confundida.

 

—?Por qué?

 

Jenks me miró como si estuviera loca.

 

—Déjalo. No importa.

 

A continuación adelanté como un rayo a un autobús, cambiando de carril a mitad de manzana.

 

—?Oye! ?Qué tal está mi aura? —pregunté, interceptando la cercana línea de la universidad. Penetró en mi interior con un desagradable pellizco, pero, al menos, las idas y venidas de energía no hicieron que me mareara. Tenía un coche delante, y miré a ambos lados antes de cambiar de carril y pasé con el semáforo en rojo. Tenía tiempo de sobra.

 

—?Deja de jugar con la línea y conduce! —exclamó Jenks—. Tu aura está mucho mejor que antes, y más densa, pero solo porque se ha comprimido, pues apenas tiene dos centímetros y medio de espesor.

 

—?Vaya! Pero eso es bueno, ?no?

 

Jenks asintió contrayendo sus diminutos rasgos en una expresión furibunda.

 

—No está mal, siempre que no sufras otro ataque. ?Por cierto! Acabas de saltarte la entrada del aparcamiento.

 

—?Ah, sí? —pregunté distraída al ver un Firebird negro acercándose a toda velocidad a un bloque de distancia—. ?Mira! Ahí delante hay sitio —dije avistando un hueco al otro lado de la calle.

 

—Sí, pero cuando quieras dar la vuelta, ya te lo habrán quitado.

 

Entonces miré detrás de mí y esbocé una sonrisa.

 

—Eso ya lo veremos —dije.

 

Acto seguido, realicé un brusco viraje en redondo. El asfalto estaba resbaladizo y el coche giró exactamente como pensé que lo haría, encarando la dirección opuesta, mientras se deslizaba en el interior del hueco con una suave sacudida cuando los neumáticos chocaron contra el bordillo. Perfecto.

 

—?Por Dios bendito, Rachel! —gritó Jenks—. ?Qué demonios te pasa? ?Yo alucino con lo que acabas de hacer! ?Quién te crees que eres? ?Lucas Black?

 

Agarrando el bolso, apagué el motor y me ajusté la bufanda. No sabía de dónde venía aquella confianza en mí misma, pero me sentía de maravilla.

 

—?Vienes? —le pregunté con dulzura.

 

él se quedó mirándome fijamente y separó los dedos del espejo retrovisor.

 

—Pues claro.

 

Las alas de Jenks estaban frías cuando se acurrucó entre mi cuello y la bufanda, y después de echarle un último vistazo, salí del coche. Una vez fuera, inspiré profundamente, llenándome los pulmones de un aire frío impregnado del olor a asfalto mojado y a gases de los tubos de escape, perfumando la noche que estaba por venir. Hacía un frío que pelaba y, sintiéndome segura con mi mejor abrigo y mis botas, saludé con la mano al se?or Firebird antes de encaminarme hacia Carew Tower.

 

Chapoteando con las botas en la mezcla de nieve y barro, gui?é los ojos por la luz mientras me ajustaba las gafas de sol. La luminosa fachada de una tienda de hechizos llamó mi atención y me pregunté de cuánto tiempo disponíamos antes de la cita.

 

—?Jenks? —inquirí reduciendo el paso—. ?Qué hora es?

 

—Las tres y media —dijo con voz amortiguada por el tejido en el que se escondía—. Todavía es pronto.

 

Jenks era mejor que un reloj y mis pensamientos se concentraron en mi próximo encuentro con la banshee. Marshal y yo no habíamos encontrado nada en mis libros para reparar mi aura después de unirnos, y eso que nos habíamos puesto a mirarlos muy en serio. Pero tal vez el propietario de una tienda de hechizos tuviera algo que ?estimulara los ritmos digestivos y del sue?o?. Además, quería que le echaran un vistazo al amuleto localizador defectuoso. Tal vez había utilizado un tipo equivocado de cera carbónica.