Bruja blanca, magia negra

 

Con una novedosa y desconocida sensación de vulnerabilidad, me detuve ante la puerta de cristal de doble hoja de Carew Tower, me ajusté el sombrero ante el turbio reflejo y di un respingo cuando el portero se inclinó hacia delante y la abrió para que pudiera pasar. Una cálida ráfaga de aire revolvió mi pelo negro y él sonrió, tocándose ligeramente la gorra a modo de saludo cuando entré con peque?os pasos dándole las gracias en un susurro.

 

él me respondió alegremente y me obligué a erguirme. ?Y qué si me habían excluido? Edden no lo sabría, ni tampoco la se?ora Walker, a no ser que se lo dijera yo misma. Si entraba comportándome como una posible presa, me destrozaría con sus fauces y luego escupiría uno a uno todos los pedacitos.

 

En ese momento apreté la mandíbula.

 

—Ese estúpido departamento de la ética y la Moral no se entera de nada —farfullé decidida a luchar hasta llegar a la Corte Suprema si era necesario, pero la realidad era que a nadie le importaría.

 

El restaurante situado en la última planta del rascacielos tenía su propio ascensor, exclusivo, y pude sentir los ojos del portero sobre mí cuando taconeaba en dirección a él, obligándome a adoptar una postura segura. El ascensor, por su parte, también tenía una especie de portero, le dije quién era y le di el nombre de Edden mientras comprobaba las reservas en su ordenador.

 

Me recoloqué el bolso en el hombro y leí el cartel de los eventos del restaurante mientras esperaba. Por lo visto alguien había reservado todo el local para una fiesta privada al día siguiente.

 

Mi débil seguridad se tambaleó una vez más al recordar a Pierce. Me habían excluido, el asesino de mi exnovio campaba a sus anchas, dudaba de mi capacidad para preparar algo tan complejo como un amuleto localizador, Al se estaba aprovechando de nuestra relación… Tenía que empezar a solucionar las cosas.

 

Jenks se revolvió, pegándome un buen susto cuando salió contoneándose y se sentó en mi hombro.

 

—Tus pulsaciones han descendido de golpe —dijo con cautela—. ?Estás baja de azúcar?

 

Negué con la cabeza, sonriendo tímidamente al portero cuando soltó el teléfono y pulsó el botón para abrir el ascensor.

 

—Tengo muchas cosas que hacer hoy —dije, subiendo a la peque?a y opulenta cabina.

 

—Y llegamos tarde —gru?ó Jenks quitándose el sombrero para intentar arreglarse el pelo en el reflejo de las relucientes paredes. Había volado hasta la amplia barandilla que rodeaba el interior del ascensor, y la presencia de un par de pixies idénticos creaba un espectacular despliegue de físico alado.

 

Me obligué a ponerme derecha mientras comprobaba que mi amuleto para modificar el tono de la piel estaba en su sitio. Excluidme si queréis.

 

—Llegar un poco tarde aumenta el interés —murmuré quitándome también el sombrero y metiéndome un mechón rizado detrás de la oreja.

 

—Odio llegar tarde —se quejó, gesticulando para destaparse los oídos conforme cambiaba la presión del aire.

 

—Es un restaurante de cinco tenedores —le rebatí—. No creo que les importe mucho esperar.

 

Apenas nos detuvimos, se oyó una campanilla y se abrieron las puertas. Jenks se trasladó a mi hombro con un resoplido y juntos nos quedamos mirando el restaurante giratorio.

 

Complacida, relajé la postura y salí del cubículo con una sonrisa, sintiendo que todas mis preocupaciones se desvanecían. Bajo nuestros pies, el río serpenteaba alrededor de las blancas colinas de Cincinnati como una franja grisácea de nieve y barro. Los Hollows se extendían más allá, envueltos en la pacífica penumbra que avanzaba lentamente. El sol se acercaba al horizonte, cubriéndolo todo de una capa de rojos y dorados mientras las nubes lo reflejaban todo. Era de una gran belleza.

 

—?Se?orita? —preguntó una voz masculina, y dirigí la mirada hacia el interior. Parecía el hermano gemelo del tipo de abajo, incluyendo el traje negro y los ojos azules—. Si es tan amable de seguirme…