Bruja blanca, magia negra

—Sí, se?orita.

 

A continuación, tras indicarle con un gesto a uno de sus compa?eros que nos trajera el agua y la mantequilla de cacahuete, me apartó la silla para que me sentara y me entregó un menú, que ignoré solo por el hecho de que me lo hubiera entregado a mí. Jenks se quedó suspendido junto a mi sitio, comportándose como si se resistiera a posarse en algo tan elegante. Su amplio traje negro quedaba de maravilla entre la cerámica y el cristal y, tras poner bocabajo una copa para que se pusiera cómodo, se sentó agradecido sobre su elevada base. Edden estaba a mi derecha, la banshee a mi izquierda y en aquel momento la puerta quedaba justo a mi espalda. Pero eso cambiaría conforme pasara el tiempo y el restaurante girara.

 

—Se?ora Walker, le presento a Rachel Morgan —dijo Edden, acomodándose de nuevo en su silla—. Rachel, la se?ora Walker ha insistido mucho en conocerte. Es la coordinadora administrativa del departamento de Asuntos Internos de las banshees al oeste del Misisipi.

 

Edden parecía inusualmente azorado y me puse en guardia de nuevo. A Jenks tampoco pareció gustarle que el hombre habitualmente sensato se comportara casi como un jovenzuelo enamorado. Pero ella era una banshee, hermosa y atractiva en su sofisticación y exótica belleza.

 

Dejando a un lado mi creciente rechazo, le tendí la mano por encima de la esquina de la mesa.

 

—Es un placer, se?ora Walker. Estoy convencida de que cualquier cosa que pueda aportarnos resultará de gran ayuda. La decisión de Mia Harbor de ir por libre nos ha puesto en una situación muy delicada.

 

Jenks esbozó una sonrisita y me sonrojé. Estaba intentando ser amable. Que me denunciara si quería. No había dicho nada que no fuera cierto. Era obvio que no podía encerrar a Mia si se resistía.

 

La mujer entrada en a?os tomó mi mano y yo me puse tensa buscando la más mínima sensación que indicara que me estaba absorbiendo el aura. Sus ojos eran de un intenso color marrón, y con la estructura ósea de una supermodelo y su arrugada pero clara piel, resultaba increíblemente atractiva.

 

—Puedes llamarme Cleo —dijo, y retiré la mano antes de empezar a temblar. Su voz era tan exótica como el resto de ella, una especie de líquido cálido en el que se entreveía un toque de picardía, pero agradable. ?Dios! Aquella mujer era como un vampiro. Quizás era eso lo que me tenía con los nervios a flor de piel.

 

El hecho de que hubiera retirado la mano antes de tiempo no les pasó desapercibido ni a Edden ni a la se?ora Walker, y una tenue sonrisa de complicidad curvó las comisuras de sus labios.

 

—Me alegro mucho de conocerte —dijo inclinándose hacia delante—. Os ayudaré a encontrar a la peque?a Mia, pero estoy aquí por ti. Merece la pena investigar tu reputación.

 

Mi sonrisa fingida se desvaneció y Edden, encorvado y con expresión culpable, se puso a juguetear con su vaso. Lentamente, me volví hacia él, calmando mi rabia antes de que la banshee lo notara, aunque no lo conseguí.

 

La fría mujer apoyó los codos con un movimiento encantador y lo miró con una especie de coqueta timidez.

 

—?Le has mentido para conseguir que viniera?

 

Edden me miró un instante, y luego volvió a bajar la vista hacia el río.

 

—Para nada —gru?ó mientras su cuello se volvía rojo—. Enfaticé ciertas cosas, eso es todo.

 

?Enfaticé ciertas cosas? ?Y una mierda! Aun así, sonreí a la mujer, manteniendo las manos debajo de la mesa, como si me las hubiera ensuciado al tocarlas.

 

—?Es por el hecho de que sobreviviera al ataque de Holly? —pregunté.

 

—Digamos que es la razón principal —dijo entrelazando los dedos y apoyando la barbilla encima—. ?Te importa que te toque el aura?

 

Me puse rígida.

 

—No. Quiero decir, por supuesto que sí —me corregí—. No me fío de usted.

 

Edden se estremeció, pero la se?ora Walker se echó a reír. El agradable sonido hizo que los camareros que estaban lo suficientemente cerca como para oírlo alzaran la vista y el estómago se me encogió. Era demasiado perfecta, demasiado segura de sí misma. Y sus pupilas se dilataban como las de un vampiro.

 

—?Es por eso por lo que te has traído a tu pixie? —dijo mientras aquel primer atisbo de desagrado le arrugaba la nariz al mirar a Jenks con el gesto torcido—. No tengo intención de tomar una muestra de su aura, se?orita Morgan. Solo pretendo sentirla con los dedos. Averiguar por qué sobrevivió al ataque de una cría de banshee. La mayoría de la gente no lo consigue.

 

—Porque la mayoría de la gente no lleva una lágrima de banshee en el bolsillo —respondí secamente, y la mujer emitió un peque?o sonido que revelaba un gran interés.